martes, 5 de agosto de 2014

El mal y el bien en el recuento

Mirta Rosenberg 
Tomada del blog otra iglesia es imposible

(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1951)

LA MEDIDA de los átomos dura en la voluntad,
y es figura de la acción en movimiento
de una lucida estrella fugaz, la pasión que cae.
Lo que trae no es paz ni el cumplimiento
de los tres deseos en el firmamento, sólo un haz
de oscuridad ardida en la constelación perdida
por esa mira del telescopio. El tiempo
expira, y parece que el acopio que resiste
es de oscuración y gira sin ser de sentimiento
precisable: el mal y el bien en el recuento
son de la ficción de lo admirable, de la prez
de lo ejemplar y de lo impar que cada vez demora
el cálculo del hoy en el ahora, y lo agrega
a lo ocurrido. Caído sobre sí, el fruto desprendido
de la rama, amarillento, ha cumplido con la hora
que lo entrega y se ha soltado a tiempo: lento,
lento, aunque un simple sexto de segundo le ha llevado
colmar la decisión. Toda acción es un pretexto: rotundo,
madura para eso. Quien observa especula con el peso y,
cuando puede, se reserva el sentido que bascula
entre el tener y el ayer, enaltecido: ayer tenía.
Es el ayer que ha cedido; yo, no puedo.
En lugar idéntico, el mismo cuenco de porcelana, blanco
con el borde azul, concéntrico, abre en vana concentración
un centro estanco, de luz que no fulgura ni sujeta
ni está triste en su prisión segura. La ruptura
en cada acción es simiente de alguna decepción
de lo deseado que al caer, fugaz, oscuro, lento,
se hace resplandeciente.

De Madam (Ed. Libros de Tierra Firme, 1988).

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char