martes, 7 de octubre de 2014

La tierra giró musicalmente

EUGENIO MONTEJO 
Rembrandt: Autorretrato

(Caracas, Venezuela, 1938-Valencia, España, 2008)

Dos Rembrandt

Con grumos ocres pudo el viejo Rembrandt
pintar su último rostro. Es un autorretrato
en su final. Hecho de encargo
para un joven pintor de 34.
(El mismo Rembrandt visto en otra cara.)

Puestos cerca esos cuadros
muestran en igual pose las dos bocas,
unos ojos intensos o vagos,
las manos juntas en el aire
y el tacto de colores
con hondas luces que se rompen
en sordos sollozos apagados...

Rembrandt: Autorretrato
Rembrandt en la vejez, al dibujarse
supo ser objetivo. No interfiere
en los estragos de su vida,
ve lo que fue, no afiade, no lamenta.
Su alma sólo nos busca por espejo
y sin pedirnos saldo
se acerca en sus dos rostros,
pero quién al mirarlos no se quema?
***
Adiós a mi padre

Mi padre muerto iba delante
 y detrás junio, de verdor ubérrimo,
 y la geórgica lluvia venida de tan lejos.
 Al paso de su sombra
 los refrenados carruajes nos seguían.
 Mi padre hablaba del camino,
 de cafetales con piel de adormidera
 que a un simple roce ya eran calles y torres.
 Hablaba dormido,
 con voz inubicable,
 una voz rápida de cuando era muy joven
 y yo no había nacido...
 Atravesamos un bosque de apamates
 que en lenta fila también iban marchando
 no sé adónde.
 Después sólo se oyeron las cigarras
 estremecidas en un coro compacto.
 Mi padre acaso creyó que las oía
 pero ya entonces a bordo de un relámpago
 su alma cruzaba remotas intemperies.
***
Regreso

Un instante la silla ha regresado
a su lejano árbol
con sus verdes tatuajes ya secos.

Sus pájaros están dispersos, muertos,
y la manada del rugoso cuero
yace plegada bajo las tachuelas.

Ya no hay más que silencio nivelado
bajo la sombra de un follaje extinto
donde se curte todo su misterio.

Fiel a sus tablas, sólo da reposo,
cuando en tardes la hemos recostado
a la pared, ahogando una memoria
de días que crecieron como un árbol
y la vida tronchó por cosa muerta,
claveteada con viejos pensamientos.
***
La tierra giró para acercarnos

La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive
llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char