jueves, 16 de octubre de 2014

Los papeles de las hojas

CARINA SEDEVICH

(Santa Fe, Argentina, 1972. Recide en Villa María, Córdoba, Argentina)

12

Dormir de tarde
por dos horas de olvido.
El pesado sueno de la rabia
urdido como un mimbre.
Ojo conmigo.
Me levanto a tereré lavado.
*

Si fuera feliz
nunca escribiría.
Soy de esa gente que
no tiene que perder.
Como los hombres que viven
en las plazas
no temo que vean mi miseria.
La humillación es contagiosa:
no me apena.
Mi rencor es como un río.
Y mi moral es blanda.
Lloro siempre porque
soy de agua.
Ojo conmigo.
Calibro mal el dolor.
*

Ya no recuerdo todo,
pero no hace falta.
Dos o tres nombres,
dos o tres armas lacerantes.
Ojo conmigo.
No creo en nada.
Y mi dolor mal calibrado vuelve
como cuando tenía cinco anos.
*

No me recuerdo.
Lloro en silencio,
odio profusamente.
Mi odio es una cana voladora
de chicos pobres a la siesta.
*

Miento para ver qué pasa.
Elijo los señuelos,
los arranco de mi propia carne.
Es que estoy templada como un té.
Ojo conmigo.
No guardo una pasión,
no guardo nada.
Como una vieja loca
ya empecé a resolverlo todo.

De Como segando un cariño oscuro (Llanto de Mudo Ediciones, Córdoba, 2012), también editado en España y en Chile.
**

Quiero escuchar los ruidos que la lluvia dejó
Porque son hondos.
Los inocentes fuegos del pájaro.
Los papeles de las hojas.
Un carnaval sin arder
Es lo que pasa.
El gris de los muros está más grisado
Y el campo lavado
sigue siendo gris.
**

Paso la vida sentada ante la mesa
leyendo
y escribiendo

y bebo

y celebro a los poetas chinos
que le cantan al vino,
a la contemplación.

Pero si veo a mi hijo borracho
me preocupo

y si lo veo ocioso
me entristezco.
**

La naranja de hoy estaba seca.

La turgencia no garantiza nada.

Ni el color rabioso, ni el botón saliente
que acaricié en la góndola del súper.

La naranja de ayer no era perfecta
pero sus gajos estallaban.

Eran bastante buenas las naranjas
que me tocaron durante la semana.

Hoy el recuerdo de otro jugo no me alcanza.

Y el amor que tuve
no me moja la boca.

Escribió Dickinson, Alción, Córdoba, 2014

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char