martes, 18 de noviembre de 2014

La mirada es una danza con los pies atados

MARÍA ANTONIA ORTEGA

(Madrid, España, 1954)

SEX SHOP EN HONG KONG

Ésta es la tienda de sexo más importante, pero no veo ligueros, ni 
de colores llamativos lencería, ni instrumentos de dominación ni 
de sometimiento, sino libros de poetas inmortales, filosofía, y un 
pequeño servicio de Bar-Restaurante con platos exquisitos.

Dicen que es aquí donde se pueden conocer de verdad los 
placeres de la carne. No consisten en la satisfacción urgente del 
deseo sino en su aplazamiento.
***
EL ESPÍA DE DIOS

Dios no habita en lo alto, sino en lo profundo, y su revelación dura lo que un libro que se escribe en una noche.
Y en su familia, familia de Dios, por lo menos hay siempre un loco y un poeta.
Aquel que con él se ve en secreto, quienquiera que pueda reconocer al Invisible, a los demás infunde miedo, a los demás hombres.
Pues tiene ojos de puta que se sienta en la barra del bar sola, y más hambre que una buscota.
Pues hace los mismos gestos que un mudo hablando con otro mudo.
Y está acosado por sus acreedores como ciervo que saltando de un tejado a otro es perseguido hasta un alero por una rehala de podencos sueltos entre cúpulas, chimeneas y letreros luminosos porque sobre esta ciudad no solamente hay constelaciones, sino también extrañas cacerías.
Así es el que ve a Dios. Porque el que Dios mira es aquel que verdaderamente se ha quedado solo.
**

El lenguaje es el sueño más hermoso del hombre, pero también el más inalcanzable. Hablar es soñar.
Pues la palabra pájaro, ¿acaso no vuela más alto que el pájaro?
Y la palabra manzana, ¿no brilla más que el fruto?
Y las rosas amarillas, ¿no florecen al mismo tiempo en mis labios que en mi jardín?
**
I
Todo es Coro
pero cada voz un solista.

El Coro marca con los pies
un ritmo binario:
todo, parte;
o terciario:
voz, muerte, solista,
cisne, metal blanco;
pero sólo una vez coinciden
la muerte y el solista
como la voz con el eco,
y ni siquiera entonces el compás decae
sino que se hace todavía más incesante.

Los ancianos ahora se cansan menos
porque aprendieron a caminar cantando
durante sus largas marchas
a las que llaman política y sociedad.
Los jóvenes han enmudecido
y su silencio es como una bramadera.

Sólo el que calle a partir de ahora
podrá conservar su juventud.

II
El miedo es la inteligencia despierta:
nadie lo debe perder.

Pasa como en la infancia
una caballería que trasladaba 
una familia completa;
con los padres
en la mitad de la albarda,
el hijo adolescente mirando hacia atrás
sobre la baticola,
y los menores a la grupa:
el padre los sujetaba
con la mano izquierda,
y en la derecha llevaba las riendas.
Por un lado las alforjas ya iban llenas
y por el otro todavía vacías.

Un arqueólogo
excava un yacimiento de dentaduras postizas.
En un alarde de sinceridad,
aquel hombre del departamento de filosofía moral
que no quisiera demorarse más en su ascenso
confiesa,
llevándose las manos a la cabeza,
que prefiere subir a sus elevadas alturas
en montacargas,
pero bajar por su propio pie
en sus caídas morales.

Las imágenes guardan entre sí
un orden alternativo como la luz y la sombra,
y todas pudieran resumirse sólo en dos:
o un disco de metal girando en el cielo
como una diadema ceñida a la ciudad alemana, arco
cimbreándose en la cintura de una bella adolescente
llamada Sorge;
o un valle abierto a la misma hora que una pescadería
con su olor intenso a vida en la oscuridad entre edificios
en sombra, como amantes múltiples
compuestos por una agrupación de personas,
comunidades de vecinos,
o la tripulación de dos barcos
dispuestos al abordaje
entre dos luces.

III
El brioso Coro aparta de sí al fatigado, al lúcido,
al que habla despacio, al que habla solo,
y lo sustituye por otro.

Exilio del Coro:
el almuédano bajo los ciruelos
de la sombra morada.
El hueco de la campana
es el molde de la locura.

Sin locura no hay hombre.

¿Sólo un hombre 
metal,
anillo de otro hombre?
Aquel hotel, el más profundo de esta ciudad
con su moqueta azul pavo.
Sus puertas se abren desde dentro.
Aquel hotel es una gran paradoja:
hay que estar dentro para poder entrar.

Todavía tiene ascensorista con uniforme:
parece un Dios cada vez más antiguo
para un hombre cada vez más moderno.

La mirada es una danza con los pies atados.

Sólo se avanza en la inmovilidad.

Para Úrsula 


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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char