martes, 30 de diciembre de 2014

Pero hay también lo que no hay

LÍA COLOMBINO
Tomada de www.abc.com.py


(Asunción, Paraguay, 1974)

Paraguay I

La trampa siempre llega en barcos a vela
Siempre
Los tentáculos mandaron patrones
omóplatos
redes con alambre y sal

Hoy crece roca en vez de pelo
Ahora
láudano errante somos.
**

Es la hora en la que el cielo se pone color rosa y las nubes forman olas (en el cielo). Es la última tarde del año. Las cigarras anuncian algo: la llegada del mes de enero. Su canto inunda la tarde que se convierte en noche. Sólo cuando callan ella cae en la cuenta de aquel canto ininterrumpido. Es la última tarde del año, hay una calma pesada, hay cigarras. Hay cielo color rosa, hay cigarras. Algo se anuncia y ella, tirada en la cama, con los ojos casi cerrados, ve venir lo que se aproxima con la calma de cientos de dromedarios en un desierto quieto.
**

Cargo con el vendaval
Yo ajusto la nube sobre la cabeza del cíclope
Yo sueño
Rompo palabras ajenas y me pueblo
Yo toco los dedos del aliento

Yo
que cargo la voz de mí
que me inauguro y me dilapido
y que abismo la sílaba hacia un mar

Yo cavo en el fondo

mi animal.
**

hay un plato repleto de papas hervidas apoyado en la mesa
vapor sube del plato y un tenedor las corta con su borde
desde algún lugar llega una música
repleta de guitarras eléctricas
llueve o hay rastros de haber llovido durante días
todo es pegajoso, no hace calor, pero la humedad lo abarca todo
hay un reloj cuyas manecillas no caminan
el reloj tiene una malla negra
de cuero gastado
también unos anteojos de sol

pero hay también lo que no hay
**
Tengo una picazón en el reverso de mí
Algo yace
agazapado
rampante
quiere morder el suspenso

Parto hoy / de aquí
me voy para irme

Han borrado mi rostro
dos veces
Me han puesto una máscara
una vez

Ahora, después del delirio
muestro el rostro
las plumas en mis manos
el sonido en los ojos dispuestos
el cuerpo guarnecido
atravesado solamente
por un cordón de aire

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char