lunes, 29 de diciembre de 2014

Escondidos detrás de nuestras herramientas

Tomada del blog elpoetaocasional
Aníbal Cristobo 
(Lanús, Buenos Aires, Argentina, 1971. Reside desde 2002 en España) 


Dos al borde del estanque

Las dos están sentadas
al borde del estanque: tiene los ojos
claros, una – y el pelo corto, las dos.
Toca el agua y dice, me
dice: te estoy mirando a vos
a vos,
me escuchás? Pero no
puede verte. No
puede verme: tiene los ojos claros, está
sentada al borde del estanque, tienen
el pelo corto, las dos.
Y toca el agua, toca con uno, con
dos dedos apenas –levanta
la cabeza- es hermosa al decir:
-te estoy mirando, sabés?
sabías
que te estoy mirando?-
**
Dos gordos en apuros

Empantanados, con los inspectores
fiscales bailándoles alrededor y perdiendo
popularidad entre los vecinos desde el
“tortugagate”, mis padres
se plantearon la posibilidad de una tragedia
sobre la cría de asnos y la carpintería. En el ático, me gustaba pintar
a esos dos tecnócratas en el amanecer
de algún parque acuático, flotando
como un par de islas blancas y desconocidas. Pero
cada día los oía jadear en mi cuenta bancaria, asfixiando
mis pretensiones sindicales.

Escondidos detrás de nuestras herramientas
de bricolage, mi mujer
y yo, cavamos
cada vez más profundo. Cada uno
ha aplicado semanalmente una terapia experimental
sobre el otro, interrumpidos sólo por los sonidos
de un éxito deportivo en la distancia.
**
Hija del pastizal (backpacker version)

A veces miro y está nevando sobre un parque
industrial, sobre el perro que custodia un hotel
bombardeado, sobre las plantaciones de arroz

controladas por puestos de vigilancia que se suceden
del otro lado de la ventanilla
del micro; y si puedo patear

debajo del asiento, y pateo, siempre espero encontrarte
dentro de mi mochila. Esa soy yo, leyendo

cómo irme, cómo fotografiarme
tomando este café con leche en otro highlight
de la carretera, en otro de mis hits
secretos. Una nota

en el diario dice: "dentro de poco

voy a llegar a un lugar igual a
éste, pero mucho
mejor; y mucho más lejano".

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char