miércoles, 28 de enero de 2015

Hay en el aire un emisario invisible

Ana Pérez Cañamares 
Tomada de antoncastro.blogia.com

(Santa Cruz de Tenerife, 1968. Reside en Madrid.) 

Hay en el aire un emisario invisible
que grita en susurros:
se acerca la tormenta.

Dentro de mí una calma maníaca
que no es calma, sino espera
a que algo estalle o me abrace.

Yo no entiendo cómo el cielo
abandonado por las nubes
puede aguantar su tensión azul.
***

Esto era la Crisis:
buscar una sonrisa
no con alegría
sino con desesperación.

Guardarla en el pecho
como un mendrugo de pan.
***
LOS ÁRBOLES

El autobús que nos lleva al metro
pasa en su trayecto por un parque.
A cada lado de la carretera
nos escolta una fila de árboles
que cada día asisten a la misma escena:
mi hija desayunando las galletas
yo viendo con la misma tristeza
cómo mi hija desayuna
frente a extraños, en un autobús.

Giro la cabeza y ahí están,
los árboles. Tristes y dignos
como profesores prejubilados
que han de callarse lo que saben.
No conozco sus nombres
ni cómo se llaman los viajeros
con los que coincido cada día.
Sólo sé que los árboles
con su tronco negro por el humo
me están susurrando:
nuestro sitio no es éste.
**

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char