Tomada de Taringa |
(Buenos Aires, Argentina, 1949)
Pongamos que oyeras todos los sonidos como un ciego prodigioso
Pongamos que oyeras todos los sonidos como un ciego prodigioso,
como Daredevil, como un superhéroe: no serían las voces sino
del dolor, de la ambición, de la villanía, del crimen, de los despachos
y de los galpones, de las construcciones y los entierros:
no serían las voces ni los sonidos -taladros, sirenas, disparos- de una
civilización que se extingue.
Te basta con las voces y los sonidos del pasillo. Son los mismos.
El don sería oír el deslizarse de una lagartija en tu cuarto.
Podrías decir entonces que oís el corazón del universo,
su din-don, su campana, su mecanismo racional o carnívoro.
Todo lo que sube en cambio al cielo es la obra, la marcha
de aquello que se creó, la dulce sinfonía en un vacío
donde no ululan los vientos ni cazan los murciélagos.
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Inédito
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