lunes, 18 de mayo de 2015

Muere una tarde suave

ELDER SILVA
Tomada de www.radiouruguay.com.uy


(Pueblo Lavalleja, Salto, Uruguay, 1955)

En la alta luna

Una luna alta hacia el lado de Patitas
se reparte las nubes
y acaso el sur de la Vía Láctea,
como señales para el prójimo.

Las chapas del excusado
golpeándose en el viento
toda la noche.

Recostado en la cama
pienso que el verano es un invento
de los pájaros.

Tengo doce años
y he besado por primera vez a mi novia.
**
Aguas envasadas

¿Alguien sabe
cuál es la relación secreta
entre la metafísica
y el agua mineral?

¿Porqué las burbujas que suben
y suben en el envase verde
se transforman en nada?

¿La nada es una burbuja?

¿Entre la burbuja y la tarde
escapan los ojos de una mujer
amada?

O acaso las burbujas
son señales de un mundo nuevo,
de una ciudad sin nosotros.

De una ciudad imaginada
con burbujas como caricias
haciéndonos cosquillas
en el ombligo, en el pubis.

En todo caso
es bueno beber cuando se tiene sed
y que el agua mineral caiga
como una redecilla,
entre el esófago y el pecho,
donde el corazón derrama afectos.
**
Aseo personal

Mientras aprieto el sachet
del dentífrico
y estiro el gusano de la pasta de
dientes
en el cepillo rojo,
me estremecen tus pasos.
El mismo ruido en la cocina,
el agua otra vez llevándose
las migajas de la cena
de anoche (acaso la última?).

Mientras el dentífrico
se aplasta en mi boca
y me devuelve a lo que
nunca tuve,
pienso que la coartada
del silencio
echará a perder estos gestos
cotidianos
que nos justifican
en este rescoldo del planeta.
**
En simultáneo

Muere una tarde suave
tras la parroquia de Pueblo Lavalleja.

Los tarumanes envejecen al lado del
centro de salud
sitiado por perros vagabundos.

Entre las sombras que escarban
estos pedregales,
la calle se extiende
y mira hacia donde nadie regresa
todavía.

Cosas sin importancia
que suceden a la vez
-en simultáneo-
en una vida que,
sola,
se disuelve como un alkazelzer.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char