domingo, 17 de mayo de 2015

¡Usted se aburre abominablemente!

DE MARIE BASHKIRTSEFF

A GUY DE MAUPASSANT
[Marzo 1884]

      Señor:
      Le leo casi con entusiasmo. Usted adora las verdades de la naturaleza y en ellas encuentra una poesía verdaderamente inmensa, conmoviéndonos al mismo tiempo con los detalles de sentimientos tan profundamente humanos que nos reconocemos en ellos y le amamos a usted con un amor egoísta. ¡Es una frase! - Sea indulgente, el fondo es sincero. Es evidente que me gustaría decirle cosas exquisitas e impresionantes, esto es difícil así de pronto. Usted es tan notable que sueño, de manera muy novelesca, con llegar a ser la confidente de su hermoso espíritu, si es que su espíritu es bello. Si por el contrario no fuese así, yo lo lamentaría, en primer lugar por usted, luego le calificaría de fabricante de literatura y se acabó. Hace un año que estoy siempre a punto de escribirle pero... varias veces he pensado que yo lo engrandecía y que no valía la pena. Hasta que de repente, hace dos día, leí en Le Gaulois que alguien le había honrado con una graciosa epístola y que solicitaba la dirección de esa amable persona para responderle. Me he puesto de pronto celosa, sus méritos literarios me han deslumbrado de nuevo y heme aquí.
      Ahora escúcheme bien, yo permaneceré siempre en el anonimato (es lo mejor) y no quiero incluso ni verle de lejos, su rostro podría disgustarme ¿quién sabe? Sé solamente que es usted joven y que no está casado, dos hechos tan esenciales como el azul del cielo.
      No obstante, le advierto que soy encantadora; esta dulce idea le animará a responderme. Me da la impresión que si fuera hombre no querría mantener correspondencia al igual que si fuera una vieja inglesa harapienta...aunque pensase como Miss Hastings.

R. G. D. Oficina de la Magdeleine.
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A MARIE BASHKIRTSEFF
Cannes, calle del Redan, nº 1
Marzo, 1884

      Señora,
      Mi carta, seguramente, no será lo que usted espera. Quiero en primer lugar agradecer sinceramente sus palabras para conmigo y sus amables cumplidos, tras lo que vamos a hablar como gente razonable.
      ¿Usted me pide ser mi confidente? ¿A cuento de qué? Yo no la conozco. ¿Por qué tendría yo que decirle a una desconocida cuyo espíritu, tendencias y demás podrían no concordar con mi temperamento intelectual, lo que puedo decirles, de viva voz, en la intimidad a las mujeres que son amigas mías? ¿Acaso no sería un acto de atolondramiento y de inconsciencia?
      ¿Es el misterio lo que puede añadir encanto a las relaciones epistolares?
      ¿Toda la dulzura de los afectos entre hombre y mujer (entiéndanse afectos castos) no vienen acaso del placer de verse, y de murmurar mirándose, y de encontrarse, imaginándose, cuando se escribe a la amiga, los contornos de su rostro flotando entre vuestros ojos y el papel?
      ¿Cómo escribir cosas íntimas, lo más profundo de uno, a una persona de la que se ignora su aspecto físico, el color de sus cabellos, la sonrisa y la mirada?
      ¿Qué interés tendría en confiaros "esto o aquello", sabiendo que eso no provocará en usted más que una imagen de hechos poco interesantes, puesto que usted no me conoce?
      Alude usted a una carta que he recibido últimamente. Era un caballero que me pedía un consejo. Eso es todo.
      Volviendo a las cartas de las desconocidas, he recibido en los últimos dos años unas cincuenta o sesenta. ¿Cómo elegir entre todas estas mujeres a la confidente de mi alma como usted dice?
Cuando ellas quieren mostrarse y darse a conocer como en el mundo de los sencillos burgueses, pueden establecerse unas relaciones de amistad y de confianza; si no es así ¿ por qué rechazar a las amigas encantadoras que uno conoce, por otra que quizás sea encantadora, pero desconocida, es decir que puede ser desagradable, bien a nuestros ojos, bien a nuestro pensamiento? Todo esto no es muy galante, ¿verdad? Pero si me arrojo a sus pies, ¿podría usted creerme fiel a mis afectos morales?
      Perdóneme, señora, estos razonamientos de hombre más pragmático que poético, y considéreme agradecido y abnegado.

GUY DE MAUPASSANT

      Perdón por las tachaduras de mi carta, no puedo escribir sin hacerlo y no tengo tiempo de copiarla.
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Marzo 1884

      Su carta, señor, no me sorprende y no esperaba todo esto que usted parece creer.
      En primer lugar yo no le he solicitado ser su confidente, sería demasiado simple, y si tiene tiempo para releer mi carta, podrá comprobar que no captó de entrada, el tono irónico e irreverente que yo empleé al respecto.
      Me indica usted también el sexo de su otro corresponsal, le agradezco que me tranquilice, pero mis celos eran totalmente espirituales, por lo que me importa poco.
      ¿Responderme a unas confidencias, sería el acto de un atolondrado, teniendo en cuenta que usted no me conoce?... ¿Sería abusar de su sensibilidad, señor, aprender de usted a quemarropa la muerte del rey Enrique IV?
      Responder a unas confidencias, puesto que usted ha interpretado que yo se lo solicitaba, a vuelta de correo, sería burlarse espiritualmente de mí y si yo hubiera estado en vuestro lugar, lo habría hecho, pues estoy alguna vez muy alegre estando a menudo bastante triste como para soñar el desahogarme por carta con un filósofo desconocido y para compartir sus impresiones sobre el Carnaval. Completamente y profundamente sentí esa historia, dos columnas que releí tres veces, pero en venganza, tuve que soportar la cantinela de la vieja madre que se venga de los Prusianos1!
      Con respecto al encanto que el misterio puede agregar, todo depende de los gustos... Que ello no le divierta, ¡está bien!, pero a mí me divierte con locura, se lo confieso sinceramente del mismo modo que la alegría infantil que me ha producido su carta, tal cual.
       Por lo demás, si esto no le divierte, es porque ni una sola de sus corresponsales ha debido interesarle, eso es todo, y si yo tampoco he sabido tocar la nota justa, soy demasiado razonable como para guardarle rencor por ello.
      ¿Nada más que 60? Yo le había creído más obsesivo... ¿Ha respondido usted a todas? Mi temperamento intelectual puede no convenirle... Usted sería muy difícil... en fin, me imagino que le conozco (es el resto del efecto que los novelistas producen en las mujercitas un poco tontas). Por tanto usted debe tener razón.
      Como yo le escribo con la más grande sencillez (por encima del sentimiento además indicado), puede que tenga el aire de una joven sentimental o incluso de una buscadora de aventura...Esto sería una contrariedad.
      No se disculpe entonces de su falta de poesía, galantería, etc.
      Decididamente mi carta era aburrida.
      ¿Dejaremos esto así, para mi muy gran pesar? A lo mejor se me ocurre algún día demostrarle que no merecía el número 61.
En cuanto a sus razonamientos, son buenos pero parten de falsedades. Yo le perdono entonces e incluso las tachaduras y la vieja y los prusianos! ¡¡¡ Sea feliz!!!
      Sin embargo, si lo único que se necesita es una descripción, para así atraer hacia mí las virtudes de su anciana alma sin olfato, yo podría decirle por ejemplo: cabellos rubios, talla media. Nacida entre el año 1812 y el año 1863. Y en el aspecto moral...No, daría la impresión de estar jactándome, y usted descubriría enseguida que soy de Marsella.2

      PD.- Perdóneme las manchas y las tachaduras, etc, pero ya la he reescrito tres veces.

1 Se refiere al cuento de Maupassant "La mére Sauvage"
2  Los habitantes de Marsella tienen fama de ser exagerados.
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A MARIE BASHKIRTSEFF
Cannes, calle del Redan, nº 1
Marzo 1884

      Sí, señora, ¡una segunda carta! Es asombroso. Abrigo quizás el vago deseo de decirle algunas impertinencias. Me está permitido puesto que no la conozco; pero no, le escribo porque me aburro abominablemente!
      Me reprocha usted el haber hecho la misma canción repetida con la anciana y los prusianos, pero todo es una vieja canción. No hago más que eso; no entiendo más que eso. Todas las ideas, todas las frases, todas las discusiones, todas las creencias son estribillos de la misma canción.
      ¿No es acaso una cantinela grande y pueril escribirle a una desconocida?
      Para resumir, interiormente soy un tonto. Usted me conoce más o menos. Sabe lo que hago y a quién se dirige; se dice esto o aquello sobre mi, bueno o malo: poco importa. Aun cuando usted no conozca a persona alguna entre mis relaciones que son amplias, usted ha leído artículos de periódicos sobre mí, mi retrato físico y retrato moral; en fín usted se divierte muy segura de lo que hace. ¿Pero y yo?
      ¿Puede usted ser, ciertamente, una joven mujer y encantadora con lo que me haría feliz, algún día, besar su mano?
      ¿Pero usted puede ser también una vieja portera embobada con novelas de Eugene Sue?
      ¿Puede usted ser una dama de compañía letrada, madura y seca como una escoba?
      Por cierto, ¿es usted delgada? No demasiado, ¿verdad? Estaría desolado teniendo una corresponsal flaca. Desconfío de todo con las desconocidas.
      He caído en trampas ridículas. Un pensionado de señoritas ha mantenido conmigo una correspondencia por la pluma de una maestra. Se pasaban mis respuestas de mano en mano durante las clases. La estratagema era divertida y me hizo reír cuando lo supe por la propia mujer.
      ¿Es usted una mundana? ¿Una sentimental? ¿O simplemente una novelera? O aún sencillamente una mujer que se aburre - y que se distrae. Pero, mire usted, yo no soy en absoluto el hombre que usted busca.
      No tengo ni un ápice de poesía. Tomo todo con indiferencia y paso los dos tercios de mi tiempo aburriéndome profundamente. Ocupo el tercio restante en escribir unas líneas que vendo lo más caro posible, lamentando el estar obligado a realizar ese trabajo abominable que me ha valido el honor de ser distinguido - moralmente - por usted.
      -Aquí tiene unas confidencias - ¿Qué dice usted, señora? Debe encontrarme muy descarado, perdóneme. Me da la impresión, mientras le escribo, que camino por un subterráneo negro con el temor de tener un agujero ante mis pies. Y doy golpes de bastón al azar para tantear el suelo.
      ¿Cuál es su perfume?
      ¿Es usted golosa?
      ¿Cómo es su oreja?
      ¿Y el color de sus ojos?
      ¿Le gusta la música?
      No le pregunto si es usted casada. Si lo es, me contestará que no. Si no lo es, me contestará que sí.
      Beso su mano señora.

      GUY DE MAUPASSANT
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Marzo de 1884

      ¡Usted se aburre abominablemente! ¡Ah, qué cruel! Que este sea el motivo al que yo deba el honor ... que, por otro lado, llegado un momento propicio, me ha encantado.
      Es cierto que me divierto, pero no lo es que le conozca tanto; le juro que desconozco su color de piel y sus medidas y que, como hombre, no le he entrevisto más que en las líneas con las que usted me gratifica y aún a través de su malicia y pose.
      En fin, para un pesado naturalista usted no es brutal y mi respuesta sería un mundo si yo no me recatara por amor propio. No hace falta dejarle creer que todo mi enfado ya pasó.
      Tenemos primeramente que eliminar las cantinelas, si usted lo desea, lo que será un poco largo pues usted me ha colmado, ¿sabe? Tiene usted razón... a grosso modo.
      Pero el arte consiste justamente en hacernos engullir las cantinelas en nuestro encanto eterno como lo hace la naturaleza con su eterno sol y su vieja tierra, y sus hombres creados todos sobre el mismo patrón y animados con los mismos sentimientos... Pero.... están también los músicos que no tienen más que algunos sonidos y los pintores que no tienen más que algunos colores... Del resto, usted lo sabe mejor que yo y usted quiere hacerme posar. Como no entonces, demasiado honrada...
      ¡Cantinela, así es! La madre y los prusianos en literatura y Juana de Arco en pintura.
      Ahora bien, es evidente que como relato semanal es aún bastante bueno .... ¡Y esas otras cantinelas sobre su tan lamentable oficio! Usted me toma por una burguesa que le considera un poeta y busca iluminarme. George Sand ya ha sido alabado por escribir por dinero y el laborioso Flaubert ha gemido sobre sus penas extremas. El mal que es dado se siente. Balzac nunca se quejaba de ello, y el está siempre entusiasmado con lo que iba a hacer. En cuanto a Montesquieu, si se me permite expresarlo así, su gusto por el estudio fue tan vivo que eso fue la fuente de su gloria, fue también el motivo de su felicidad, como diría la maestra de su fantástico pensionado.
      Esto de vender caro, está muy bien, pues no ha habido jamás gloria verdaderamente deslumbrante sin oro, como dijo el judío Baahron, contemporáneo de Job (fragmentos conservados por el sabio Spitzbube, de Berlín). Por lo demás todo gana estando bien flanqueado, la belleza, el genio e incluso la fe. Dios no ha venido en persona a explicar a su servidor Moisés los ornamentos de su arca, recomendando que los querubines que debían flaquearla fuesen de oro y de un trabajo exquisito.
      Así que usted se aburre y todo se lo toma con indiferencia, y no tiene un ápice de poesía ... ¡Si cree usted asustarme!
      Lo veo desde aquí: Debe usted tener un grueso abdomen, un chaleco demasiado corto, de una tela indefinida y con el último botón desabrochado. Pues me interesa usted igual. Lo único que no comprendo es como usted puede aburrirse; yo, me siento a veces triste, desanimada o rabiosa, pero aburrirme... nunca...nunca.
      ¿No es usted es el hombre que busco? ¡Que lástima! (he aquí a la portera)... Usted sería muy amable indicándome como es aquél.
      Yo no busco a nadie, señor, y considero que los hombres solo han de ser accesorios para mujeres fuertes (la madura mujer seca).
      Finalmente, voy a contestar a sus preguntas y con una gran sinceridad, pues no me gusta jugar con la ingenuidad de un hombre genial que, después de cenar, se queda dormido fumando un cigarro.
      ¿Delgada? ¡Oh, no! Pero tampoco gorda. ¿Mundana, sentimental, novelera? ¿Cómo lo entiende usted? Me parece que hay lugar para todo esto en un mismo individuo, todo depende del momento, de la ocasión, de las circunstancias. Yo soy oportunista y sobre todo victima de los contagios morales: así que puedo llegar a ser tan poco poética como usted.
      ¿Mi perfume? El de la virtud. Vulgar nunca. Golosa, sí, o exigente más bien.
La oreja es pequeña, poco regular, pero bonita, los ojos grises. Sí, me gusta la música pero no soy pianista como debe ser su maestra. Si no estuviese casada, ¿podría leer sus abominables libros?
¿Está usted satisfecho de mi docilidad? Si lo está, desabróchese otro botón, y piense en mí mientras cae el crepúsculo... Si no... tanto mejor, yo me encuentro aquí mucho mejor, intercambiando sus falsas confidencias.
      ¿Podría preguntarle cuales son sus músicos y pintores favoritos?
      ¿Y si yo fuera un hombre?

      [Esta carta va con un boceto representando a un hombre gordo, adormecido en su butaca, bajo una palmera al borde del mar. Delante de él, una mesa, una jarra de cerveza y un puro.]
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A MARIE BASHKIRTSEFF
Cannes, 3 de abril de 1884

      Señora, vengo de pasar quince días en París, y como había dejado en Cannes las indicaciones cabalísticas para hacerle llegar mis cartas, no he podido responderle antes.
      Sepa pues, señora, que ¡me ha alarmado bruscamente! Usted me propina golpe tras golpe sin prevenirme, ¡G. Sand, Flaubert, Balzac, Montesquieu, el judío Baahron, Jot y el sabio Spitzbube de Berlin, y Moisés!
      ¡Oh! ahora sé quién es usted, bonito disfraz, usted es un profesor de primero de bachillerato en el Instituto Louis-le-Grand. Confieso que lo sospechaba, pues su papel tiene un vago aroma de rapé. Entonces dejaré de ser galante (¿lo habré sido?) y voy a tratarle como a un universitario, es decir como a un enemigo. ¡Ah! Viejo zorro, viejo maestro, viejo roedor de latines, ¿así que quiso hacerse pasar por una linda mujer? ¡Y usted va a enviarme sus ensayos, un manuscrito sobre Arte o Naturaleza, para presentarlo en alguna revista y comentarlo en algún artículo!
      Que suerte que no le haya informado de mi regreso a París; habría visto llegar a mi casa, una mañana, a un anciano que habría depositado su sombrero en el suelo para sacar de su bolsillo un rollo de papel atado con una cuerda. Y me habría dicho "Señor, yo soy la dama que... ".
      Y bien, señor profesor, voy mientras tanto a responder a algunas de sus preguntas. Comienzo por agradecerle unos detalles benevolentes que usted me ha dado sobre su físico y sobre sus gustos. Le agradezco igualmente la descripción que usted ha hecho de mí. Ha fortalecido mi fe. Le indico algunos errores:
      1º Menos vientre.
      2º No fumo nunca.
      3º No bebo ni cerveza, ni vino, ni licores. Nada más que agua.
      Así pues, la beatitud frente a una jarra no es mi pose predilecta.
      Yo suelo sentarme al estilo oriental en mi diván. ¿Usted me pregunta cual es mi pintor favorito entre los modernos? Millet.
      ¿Si me gusta la música? ¡Me horroriza la música!
      Prefiero en realidad una hermosa mujer a todas las artes. Pongo una buena cena, la verdadera cena, una cena exquisita, casi en el mismo puesto que una mujer bonita... He aquí mi profesión de fe, señor profesor.
      Soy de la opinión que cuando se tiene una buena pasión, una pasión capital, es necesario dejarle todo el lugar, sacrificar todas las otras, eso es lo que yo hago.
      Yo tenía dos pasiones. Tenía que sacrificar una - Tengo un poco sacrificada la glotonería. Me he vuelto sobrio como un camello, pero más difícil el no saber que comer.
      ¿Quiere usted un detalle más?. Me apasionan los ejercicios violentos. He apostado grandes sumas de dinero como remero, como nadador y como corredor.
      Ahora que le he contado todas estas confidencias, señor profesor, hábleme de usted, de su esposa, pues usted está casado, de sus hijos. ¿Tiene una hija? Si es así piense en mí, se lo ruego.
      Ruego al divino Homero que pida para usted al Dios que usted adora toda la felicidad de la tierra.

      GUY DE MAUPASSANT

      Regreso a París dentro de algunos días, calle Dulong, nº 83
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Abril de 1884

      ¡Infortunado Zolista! ¡Pero qué maravilla! Si el Cielo fuese justo, usted compartiría mi opinión. Me da la impresión de que no es solamente muy divertido, y que podría haber allí unos goces delicados, unas cosas verdaderamente interesantes, si solamente se fuese absolutamente sincero. Pues al fin y al cabo ¿cuál es el amigo, hombre o mujer, con el cual no se tiene ninguna reserva o ningún miramiento? ¡Mientras tanto unos seres abstractos! ¡No ser de ningún país, de ningún mundo, ser verdadero! Se podría llegar a unas largas expresiones shakesperianas...
      Pero ya basta de bromas como esta. Puesto que usted sabe todo, no le ocultaré nada. Sí, señor, yo tengo el honor de ser profesor y voy a probárselo con ocho páginas de amonestaciones...
       Demasiado astuto para llevar unos manuscritos con unos ostensibles cordeles, le haré saborear mis doctrinas a pequeñas dosis.
      He aprovechado, señor, el ocio de la semana santa para releer sus obras completas...Es usted rudo, indiscutiblemente. Nunca le había leído en bloque y de una vez, así que la impresión que siento está fresca.
      Usted tiene con que poner al revés a todos mis alumnos y perturbar a todos los conventos de la cristiandad
      En cuanto a mí que no soy del todo púdico, estoy confundido, sí, señor, confundido por esta tensión de su espíritu hacia el sentimiento que el señor Alexandre Dumas hijo denomina el Amor. Esto se convertirá en una monomanía y sería lamentable pues usted está ricamente dotado y sus relatos rurales están bien construidos.
      Se muy bien que usted ha escrito Una vida y que ese libro esta impregnado de un gran sentimiento de disgusto, de tristeza, de desaliento. Ese sentimiento, que hace perdonar muchas cosas, aparece de vez en cuando en sus escritos e incita a creer que usted es un ser superior que sufre con la vida. Eso es a lo que uno le rompe el corazón. Pero ese gimoteo, pienso yo, no es más que un reflejo de Flaubert.
      En resumen, nosotros somos unos valientes pánfilos y usted un buen bromista (¿lo ve? la ventaja de no conocerse) con su soledad y sus seres de largos cabellos... El Amor, es todavía esa palabra que impacta a todo el mundo. ¡Oh! Gil Blas ¿donde estas? Fue acabando de leer uno de sus artículos en ese periódico cuando leí El ataque del molino1. Me pareció entrar en un magnífico bosque de fragancias y donde los pájaros cantan "Jamás una paz tan larga, había descendido sobre un rincón más feliz de naturaleza" Esta frase magistral recuerda a algunas de las famosas medidas del último acto de El Africano.
      Usted aborrece la música, ¿Será posible?
      Habrá usted juzgado la música erudita. En fin... por fortuna su libro no está todavía terminado, el libro donde habrá una mujer, sí, señor, una mujer y no ejercicios violentos. Llegando primero en una carrera, usted no será diferente de un caballo, y, algún noble que sea este animal, será un jovencito.
      Permita a un viejo latinista que os recomiende el pasaje donde Salluste dice: Omnis homines qui sese student præstari, etc., etc. Procuraré también convencer a mi hija Anastasía, no se sabe, para que se presente ante usted, es posible...
      ¡La buena mesa, las mujeres! Pero mi joven amigo, cuidado, esto se está volviendo una juerga y mi condición de profesor debería prohibirme seguirle a usted en este terreno candente.
      ¿Nada de música, nada de tabaco? ¡Diablos!
      Millet está bien, pero usted dice Millet como el burgués dice Rafael.
      Yo le aconsejo que vea a un pequeño moderno que se llama Bastien Lepage. Vaya a la calle de Sèze.
      ¿Qué edad tiene usted exactamente?
      ¿Es cierto que pretende preferir las mujeres hermosas a todas las artes?
      Usted se burla de mi.
      Perdone la incoherencia de este párrafo y no me deje mucho tiempo sin su respuesta.
      Y ahora, inmenso devorador de mujeres, le deseo... y quedo de usted con santo terror, su abnegado servidor.

SAVANTIN, JOSEPH

1 Cuento de Zola en la antología Las veladas de Médan, donde apareció publicado también Bola de sebo.
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT

      Su carta huele demasiado bien. No había necesidad de tanto perfume para sofocarme. Asi pues, eso es todo lo que se le ocurre para contestarle a una mujer, culpable a lo sumo de imprudencia... ¡Muy bonito!
      Sin duda Joseph no tiene toda la razón, por eso mismo es por lo que está tan ofendido. Pero él tenía la cabeza rebosante de todas las... ligerezas de sus libros como un estribillo del que no se puede desprender.
      Por tanto yo se lo reprocho severamente, pues hay que estar seguro de la cortesía de su adversario antes de someterle unas burlas como las suyas.
      Usted habría podido, me parece, humillarme con más estilo.
      Ahora le diré una cosa increíble y sobre todo que usted no creerá nunca y que surgiendo después, probablemente no tenga más que un valor histórico. Pues bien, es que yo también ya he tenido bastante. A su quinta carta ya estoy fría1...hasta la saciedad.
      ¿Qué por que le escrito? Una se despierta un día pensando ser una persona rara rodeada de imbéciles. Nos quejamos de tantas perlas cuando hay tanta basura.
      ¿Y si le escribiera a un hombre célebre, a un hombre digno de comprenderme? Sería encantador, novelesco y ¿quién sabe?, al cabo de unas cuantas cartas, terminaría siendo un amigo, conquistado en circunstancias poco comunes... Entonces una se pregunta ¿a quién? Y le elegí a usted...
      Para pareja de corresponsal no son necesarias más que dos condiciones. La primera es una admiración sin límites hacia el desconocido. De la admiración sin límites nace una corriente de empatía que le hace decir a una cosas que infaliblemente tocan e interesan al hombre celebre.
      Ninguna de estas condiciones se da. Yo le he elegido con la esperanza de admirarle sin límites más adelante. Pues, como yo pensaba, usted es muy joven relativamente.
      Le he escrito entonces con la cabeza fría y he acabado por decirle unas inconveniencias e incluso cosas desagradables admitiendo que le hayan hecho daño sin darme cuenta. A estas alturas, como dice, bien puedo confesarle que su carta infame me ha hecho pasar un muy mal día.
      Me siento lastimada, como si la ofensa hubiese sido real. Es absurdo.
      Adiós, con gusto.
      Si usted las conserva todavía, envíeme mis cartas; en cuanto a las suyas yo ya las he vendido, en América, a un precio desorbitado.

      1 De hecho, Maupassant, no había enviado más que cuatro cartas.
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A MARIE BASHKIRTSEFF
La Guillette, Étretat.
[Abril 1884.]

      Señora, ¿tanto la he herido? No lo niegue. Me encanta. Y le pido disculpas muy humildemente.
      ¿Me pregunta que es esto? Ella me ha escrito de entrada una carta sentimental, una carta soñadora, exaltada. Es una pose frecuente en las jóvenes, ¿es una joven? Muchas desconocidas son jóvenes.
      Entonces, señora, yo he respondido en un tono escéptico. Usted ha sido más rápida que yo y su penúltima carta contenía unas cosas extrañas. No podía saber más que en otras ocasiones, de que naturaleza podía usted ser. Siempre me preguntaba a mí mismo: ¿Es una mujer disfrazada que se divierte o una simple mundana?
      ¿Sabe usted cuál es la mejor manera de reconocer a las mujeres del gran mundo en el baile de disfraces de la Opera? Se le hace cosquillas. Las mujeres de pueblo están acostumbradas ya a ello y lo único que dicen es "Deje ya". Las otras se enojan. Yo la he pellizcado a usted de una manera muy conveniente, lo confieso y usted se ha enojado... Ahora le pido perdon, tanto más teniendo en cuenta que una frase de su carta me ha apenado mucho. "Usted dice que mi respuesta infame (no es infame lo que me ha dañado) le ha hecho pasar un mal día"
      Busque, señora, las razones sutiles que han podido afligirme tanto con la idea de haber hecho pasar un mal día a una mujer que no conozco.
      Créame, señora, que no soy ni tan bruto, ni tan escéptico, ni tan incorrecto como le he parecido. Pero a pesar de mi mismo, siento una gran desconfianza ante el misterio, lo desconocido y las desconocidas.
      ¿Como puede pretender usted que yo diga algo sincero a la persona X... que me ha escrito anónimamente, que quizás sea un enemigo (los tengo) o un simple bromista? Me pongo una máscara con las personas enmascaradas. Es algo legítimo. Sin embargo, acabo de ver gracias a un ardid, un pedacito de su naturaleza.
      De nuevo discúlpeme.
      Beso la mano desconocida que me ha escrito.
      Sus cartas, señora, están a su disposición, pero yo no las entregaré mas que en sus manos. ¡Ah! Y haré para ello el viaje hasta París

      GUY DE MAUPASSANT
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Abril de 1884

      Escribiéndole de nuevo, me rebajo ante usted.
Pero me da lo mismo dado que lo hago para vengarme. ¡Oh! no podría contaros el efecto producido por su ardid para reconocer mi naturaleza.
      Tenía mucho miedo de recoger el correo, imaginándome cosas fantásticas. Este hombre debía cerrar la correspondencia por...Confundí su modestia. Y pensando en ello me esperaba de todo para no estar enfadada. Ha sido incluso mucho más agradable.
      Ante los acariciadores acentos de un noble arrepentimiento.
      ¿Es necesario señalar que ya no le odio?
      A menos que sea otra estratagema: halagada de ser tomada por una mujer de mundo, mantendré esa pose, después de haber provocado un documento humano del que me siento alegre de responder.
      ¿Le parece entonces que sigo disgustada? Esto no puede ser una prueba concluyente, querido señor.
       En fin, ¡adiós! Deseo perdonar si usted insiste, porque estoy enferma, y, como eso no me ocurre nunca, me deja enternecida conmigo misma, con todo el mundo, con usted que ha encontrado la manera de ser tan profundamente desagradable. Pienso que esto será de su agrado.
¿Cómo demostrarle que no soy ni un bromista ni un enemigo?...
      También es imposible jurarle que estamos hechos para comprendernos. Usted no vale tanto como yo. Lo siento. Nada me sería más agradable que reconocer todas las superioridades en usted, o en otro...
       Por tener qué apostar. Su último artículo era interesante y quisiera incluso, a propósito de las muchachas, preguntarle algo. Pero...
...........................................
      Ya ve, una pequeña bobada delicada de su carta me hace soñar. Usted ha estado afligido de haberme apenado. Esto es tonto o encantador, demasiado encantador. Usted puede burlarse de mí, que yo me burlo. Sí, usted ha tenido un rasgo de romanticismo a lo Stendhal, pero quede tranquilo que no morirá aún por esta vez.
      Buenas noches.
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A MARIE BASHKIRTSEFF
calle Dulong., nº 83
[Fin abril 1884.]

      Señora,
      Vengo de pasar unos diez días en el mar, y por eso no le he podido responder antes. Me encuentro en París por algunas semanas, antes de alejarme de aquí durante el verano.
      Decididamente, Señora, usted no está contenta y me declara, mostrándome su malestar, que yo soy inferior.
      ¡Oh, señora, si usted me conociese!, sabría que no tengo ninguna pretensión en lo relativo al valor moral, o del valor artístico. En el fondo, me burlo tanto del uno como del otro.
      Todo me es casi igual en la vida, hombres, mujeres y acontecimientos. Esa es mi auténtica profesión de fe, y añado, aunque usted no me crea, que no me soporto más a mi que a otros. Todo se desdibuja en aburrimiento, broma y miseria.
      Usted dice que se rebaja ante mí escribiéndome todavía, ¿por qué? Usted ha tenido la extraña valentía de confesarme que había sido lastimada por mi carta, y de admitirlo de un modo irritado, simple, franco y encantador, que me ha llegado hondo y me ha emocionado.
      Yo le he pedido mis excusas exponiéndole mis razones.
      Usted me ha respondido todavía muy amablemente, sin ceder, mostrando su benevolencia casi mezclada con cólera. ¡Nada más natural!
      ¡Oh! se bien que le voy a inspirar una gran desconfianza. Tanto mejor, usted no quiere que nos veamos. Se sabe más cosas sobre alguien escuchándole hablar cinco minutos que escribiéndole durante diez años.
      Como es posible que usted no conozca a ninguna persona que yo conozco, pues mientras me encuentro en Paris, voy todas las noches a disfrutarlo. Usted me diría de ir tal día a tal casa ,yo iría. Si le pareciese demasiado desagradable, usted podría decidir no darse a conocer.
      Pero no se haga ilusiones sobre mi persona.
      No soy ni guapo, ni elegante, ni singular. Esto, además, debe darle a usted igual..
      ¿Acude usted a los ambientes orleanista, bonapartista o republicano?
      Yo conozco los tres.
      ¿Desea usted que me deje ver en un museo, en una iglesia o en una calle?
      Es ese caso, yo pondría unas condiciones para estar seguro de no ir a esperar a una mujer que no vaya a acudir. ¿Qué diría usted de una noche en el teatro sin que usted se de a conocer, si le parece?
      Yo le diría el número de mi palco donde estaría con unos amigos. Usted no me diría el del suyo. Y usted podría escribirme al día siguiente "Adiós señor", ¿no soy acaso más magnánimo que los guardas franceses en Fontenoy?
      Beso sus manos, señora.

      GUY DE MAUPASSANT
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       En el Nuevo diario inédito de Marie Bashkirtseff, se encuentran las siguientes lineas:

       Domingo, 15 de abril.
      Quedo en casa para responder al desconocido, es decir que soy yo quien soy una desconocida para él. Ya me ha respondido tres veces. No es un Balzac que se adora completamente. Ahora yo lamento no haberme dirigido a Zola, sinó a su lugarteniente que tiene talento y mucho. Es, entre los jóvenes, el que más me ha gustado. Me levanté una buena mañana, con el deseo de hacer apreciar por un conocedor las hermosas cosas que sé decir; he buscado y lo he elegido a él.

      Viernes 18
      Como había previsto, todo ha acabado entre mi escritor y yo. Su cuarta carta est grosera y ordinaria...

      Miércoles 23
      Rosalie me ha traído del correo una carta de Guy de Maupassant. La quinta es la mejor. No estamos pues más enfadados. Y después él ha escrito en Le Gaulois un artículo encantador. Me siendo seducida. ¡Es tan divertido! Este hombre que no conozco, ocupa todos mis pensamientos. ¿Piensa él en mí? ¿Por qué me escribe?
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
14 de junio de 1884

      Al señor Guy de Maupassant.
      Comprendo su desconfianza. Es poco probable que una mujer como es debido, joven y bonita, se divierta escribiéndole. ¿Es eso?. Pero señor... Vamos, iba a olvidar que esto acabó entre nosotros.    
      Creo que usted se equivoca. Estoy todavía en condiciones de decírselo pues voy a dejar de ser interesante, si es que lo he sido alguna vez. Verá usted como.
      Me pongo en su lugar: "Una desconocida aparece en el horizonte, si la aventura es fácil ella me repugna; si no hay nada que hacer, ella es inútil y me aburre".
      No tengo la dicha de estar entre ambos tipos de mujer y se lo advierto muy gentilmente puesto que hemos hecho las paces.
      Encuentro muy divertido decirle simplemente la verdad mientras usted imagina que yo me burlo.
      Yo no frecuento el mundo republicano, aun siendo republicana roja.
      De todos modos yo no quiero verle.
      Y usted...¿No quiere un poco de fantasía en medio de sus perrerías parisinas?¿No desea una amistad intangible? No rehuso verle y voy incluso a prepararme para ello sin advertirle. Si usted sabe que se le mira a propósito, tal vez habría podido adaptar una actitud tonta. Es necesario evitar esto. Su envoltura terrestre me es indiferente, bien, pero ¿y la mía a usted? Imagine que tiene el mal gusto de no encontrarme maravillosa, ¿cree que estaría contenta por muy puras que sean mis intenciones? Un día, no digo cuando, cuento incluso con asombrarle un poco.
      Espero que si esto le cansa, no nos escribamos más. Me reservo no obstante el derecho de escribirle aun cuando me pasen atrocidades por la cabeza.
      Usted me desafía, es natural. Pues bien, voy a darle un remedio de portera para asegurarle de que no soy una. Vaya a una vidente y dele a oler mi carta; ella le dirá mi edad, el color de mis cabellos, todo lo que me rodea, etc. Usted escribirá lo que ella le habrá revelado...
      ¡Aburrimiento, farsa, miseria!... ¡Ah! señor, es perfectamente lógico, incluso para mi. Pero en mi es porque deseo cosas grandiosas que no tengo...todavía. Lo suyo debe serlo también por el mismo motivo.
      No es tan sencillo preguntarle cual es su sueño secreto, aunque mi enfermedad me provoca un candor a lo Chérie. ¡Qué ingenuo este viejo japonés naturalista con peluca estilo Luis XV!
      Entonces usted piensa que después de haber escrito, nada es más simple que decir: "¿soy yo? Le aseguro que me disgusta mucho... Se dice que a usted no le gustan más que las mujeres fuertes y morenas. ¿Es cierto?
      ¿Vernos? Déjeme conquistarle con mi ... literatura; ¡usted lo ha hecho!
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DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Antes del 20 de junio de 1884

      Señor,
      No me gustaría ser pesada y siento que lo soy. Le escribo estas estupideces, humillada al haber sido plantada al cabo de seis cartas. He releído mi última carta (como persona ordenada que soy, guardo mis copias) y busco aquello en lo que he podido disgustarle tan bruscamente. ¿Soy bastante humilde? Le diré que sus Hermanas Rondoli1 me han hecho pasar un buen rato, es el equivalente de Este puerco de Morin2. Eso es el espíritu y el arte. Sus acciones han subido muchos enteros.
      ¿Conoce la rama de los Salzbourg? Pues bien, ¡yo me transformo en usted! me meto en usted y me enfado cuando usted escribe cosas mediocres alegrándome de lo contrario como si fuese yo.
      En fin...lo apruebo, no le pido que me escriba, se bien que es un romance, y si yo soy quizás Eloisa, usted no es Abelardo. Da igual, cuando yo le he escrito usted ha pensado que aquí había una mujer atraída por... esto que hace a todo el mundo amarle y que quiere divertirse de un modo original.
      Usted no puede comprender cuando me divierto en escribir a un hombre que no conozco. Me gustaría interesarle mucho. ¿Le aburro? Nadie lo sabrá, usted me ha insultado, nadie lo ha sabido. Es una rinconcito de mundo apartado.
      ¿Sabe lo que he hecho? Confusa ante mi ama de llaves que ha venido varias veces con las manos vacías de la oficina de correos, me he dirigido una carta para poder enviarla a recogerla. No habrá dos, eso es todo... es infantil.

1 Las hermanas Rondoli (Les soeurs Rondoli) es el título de una antología de cuentos, que lleva el título de uno de ellos. Su tema es el siguiente: En un viaje a Italia, dos jóvenes franceses conocen a una muchacha en el tren; hermosa pero arisca, los engatusa para hacerse amante de uno de ellos.
2 Ese cerdo de Morin (Ce cochon de Morin) es el título de un relato cuyo argumento es el siguiente: Morin, un burgués de provincias, en un arrebato de voluptuosidad incontenible, intenta besar a una desconocida en un compartimiento de un tren. Denunciado por la muchacha, su vida se convierte en un infierno. Pagará su error muy caro convirtiéndose en el puerco de Morin.

Fuente: iesxunqueira1.com/maupassant

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char