viernes, 17 de julio de 2015

Paciencia

EDUARDO MILEO

(Buenos Aires, Argentina, 1953)

Poema del amor triste
(Fragmento)

Adiós, amada.
Junta, de tu playa
los mejores cristales de mi arena.
La mar amarga, amor.
En el reloj de sal de los barquitos
ha dado la hora.
Pero la edad de madurar,
el sol de los frutales,
no llega a las orillas alejadas.
Paciencia.
Enhebraré de tu collar las perlas
como lágrimas alegres de mis ojos.

Adiós, amada.
Junto al hogar
donde se quema la madera viva
los animales hacen su refugio.
Pero la calle muda se vacía
en una helada hilera de luciérnagas.
Paciencia.
Quien llegue hará sonar su campanita.
Y en la terraza la camisa blanca
de la mañana volará
con nuestras alas.

Adiós, amada.
Brindo en tu boca
con el añejo vino del amor.
Hoy celebran misa de relámpagos
los mares inundados de mis ojos.
Mejor así.
Haber sacado al patio los sillones
para tomar el fresco.
En una casa vecina
se escucha alguna música
que no se alcanza a entender.
Paciencia.

Zumban
en mi boca abejas
atrapadas en su propia miel.
Pero la calle está quieta.
Sorda.
Embotellada en su licor narcótico.
Paciencia.
Algún sol brillará.
Alguna fiesta
animada por globos aerostáticos.

Detrás de las fogatas, las mujeres solas
conversan sobre un hombre que ha dejado de hablar.

De Poema del amor triste, Ediciones En Danza, 2001.

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char