domingo, 29 de noviembre de 2015

Lejos del agua adquiere la rigidez de lo seco

RAQUEL CANÉ
Tomada de Facebook

(Santa Fe, Argentina, 1974)





Camino con un palo
esa costumbre de arrastrar algo.
Lo agarro, firme, no preciso apoyarme, corto el aire
ni sable ni bastón, porción de un sauce, lánguido.
No es compañero, con un palo no se dialoga, 
se acciona, se orillea para tantear el fondo
se da vuelta algún pescado o lo que queda de él.
Lejos del agua adquiere la rigidez de lo seco
fricción incapaz de crear siquiera chispas
apenas rasguños.
Aireo las palmas, descanso mi tacto
lo paso de una mano, a la otra.
Dejo de mirar la trayectoria ocasional 
capricho de andar sin rumbo.
Tedio, molestia, liviandad que sobra
distrae, me enoja.
Me detengo, los pies desde arriba 
ni izquierdo ni derecho, juntos
trazo con el palo un círculo
se quiebra, lo suelto:
este es mi mundo.
**

Los dedos se tensaban
hubiese querido tener más piel
que creciera entre medio
como fuelles, como patas de un reptil
intentaba saltos imposibles
la presión se retraía
el marfil reclamaba una caricia.
Sin estridencias,
el blanco con el tiempo cedió
tanto brillo, quiso ser cálido
y el negro, tal vez por cercanía
acompañó.
Pero allí estaba, vertical
de a ratos giraba sobre el taburete
hasta marearme
y un apoyo, sin descarga
un lazo, amoroso
me estiraba como las cuerdas detrás de la caja.
No importaba la melodía
no importaba el detenerse en flotación
de una nota interminable
si mis pies no llegaban al piso,
si el pulso no deseaba ir a tierra.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char