martes, 17 de noviembre de 2015

Sí (pero aquella rosa…)

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Tomada de elsacodelogro.blogspot.com


(Moguer, Huelva, España, 1881-San Juan, Puerto Rico, 1958)



Rosa íntima

(Todas las rosas son la misma rosa
¡amor! la única rosa.
Y todo queda contenido en ella
breve imagen del mundo
¡amor! la única rosa.)


Rosa, la rosa … (Pero aquella rosa…)
La primavera vuelve
con la rosa
grana, rosa, amarilla, blanca, grana;
y todos se embriagan con la rosa,
la rosa igual a la otra rosa.
¿Igual es una rosa que otra rosa?
Sí (pero aquella rosa…)

La rosa que se aísla en una mano,
que se huele hasta el fondo de ella y uno,
la rosa para el seno del amor,
para la boca del amor y el alma.
(… Y para el alma era aquella rosa
que se escondía dulce entre las rosas,
y que una tarde ya no se vio más.
¿De qué amarillo aquella fresca rosa?)

Todo, de rosa en rosa, loco vive,
la luz, el ala, el aire,
la onda y la mujer,
y el hombre, y la mujer y el hombre.
La rosa pende, bella.
**
Rosa

Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).

Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡Triste sol con la mujer!

Juan Ramón Jiménez, Tusquets (Barcelona, 1994) en su colección de Nuevos textos sagrados.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char