Eduardo Chirinos
(Lima, Perú, 1960-Montana, EE.UU., 2016)
Raritan Blues
para Margarita Sánchez
Aquí no hay bulla ni miseria,
sólo un bosque de árboles mojados y cientos de ardillas
correteando vivaces o escarbando una nuez.
A lo lejos un puente
una interminable fila de automóviles retorna a sus hogares
y nubes balando ante un perro pastor y amarillo.
¿Eres tú quien camina en las riberas del Raritan?
Recuerdo un río triste y marrón donde las ratas
disputan su presa con los perros
y aburridos gallinazos espulgándose las plumas bajo el sol.
Ni bulla ni miseria.
El río fluye educado como en una tarjeta postal
y nos habla igual que hace siglos, congelándose y
descongelándose,
viendo crecer a sus orillas cabañas, iglesias, burdeles,
plantas refinadoras de petróleo.
Escucho el vasto rumor del Raritan, el silencio de los patos,
de los enormes gansos salvajes.
Han venido desde Ontario hasta New Brunswick,
con las primeras nieves volarán al sur.
Dicen que el río es la vida y el mar la muerte.
He aquí mi elegía:
un río es un río
y la muerte un asunto que no nos debe importar.
***
De "Puerta de Atocha-Estación de los desamparados"
Váca mi estómago, váca mi yeyuno.
César Vallejo
2
Ahora, por ejemplo, veo paisajes con vacas.
¿Por qué el tren me hace pensar en paisajes
con vacas? Del soporte de fierro cuelgan bolsas
como ubres. Están conectadas a mi cuerpo y mi
cuerpo, callado, las recibe. Miro sin entusiasmo
las ubres de las vacas. Su leche rosada y salina
que ha de llegar hasta mí. Una enfermera entra
a la habitación y pide mi boleto. Las vacas pastan
en las laderas de los Andes, vuelan por los tejados
de Madrid, aterrizan sin alas a orillas del Jocko.
Yo bebo su leche, palpo las ubres que cuelgan del
soporte de fierro. Siempre de pie, junto a mi cama.
***
5
Estación de Atocha, septiembre de 1986.
Frente a nosotros viaja una familia de gitanos.
El compartimento es pequeño y huele mal.
Aquí no hay cante jondo, ni romance con luna,
ni sangre de cuchillos. Con una navaja el padre
corta un queso. La niña duerme en faldas de la
madre, el niño me ofrece revistas pornográficas
por tres duros. El destino se aleja a la velocidad
del tren, se adentra en la noche, se hunde sin
piedad en la pupila del lobo. Me aferro a los
barrotes de la cama (“váca mi estómago, váca
mi yeyuno”). En la próxima estación se bajan
los gitanos. Y yo debería irme con ellos.
***
De "Poema escrito el séptimo día de otoño"
La noche viene de Asia y no hace preguntas.
Adam Zagajewski
5
Si introduces un trozo de platino en una
cámara con azufre y dióxido de carbono
se forma ácido sulfúrico, pero el platino
no cambia. Los gases son las emociones,
los sentimientos. El platino la mente del
poeta. “En la adolescencia del año llegó
Cristo el tigre” escribió Eliot. Y estaba
equivocado. Ben Pantheras no fue el
padre de Cristo. Fue sólo una leyenda,
un soldado de Roma. Polvo y tumulto.
***
9
Lavoisier fue recaudador de impuestos, por
eso lo condenaron a la guillotina. Eso fue a
finales de septiembre. Antes de morir repasó
la tabla de los elementos, olió el aroma del
bezoar. El rojo incendio del último Tiziano.
De Medicinas para quebrantamientos del halcón. Valencia: Pre-Textos, 2014)
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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