miércoles, 6 de abril de 2016

No somos más que el producto de su intelecto

Rudyard Kipling 

(Bombay, India Británica, 1865-Gran Bretaña, 1936)

El secreto de las máquinas

Extraídas del lecho del mineral y de la mina,
en el horno derretidas y en el pozo—
fundidas y forjadas y golpeadas según diseño,
cortadas y alineadas y labradas y calibradas hasta encajar.
Un poco de agua, carbón y aceite es toda nuestra demanda,
y una milésima de pulgada para podernos mover:
y ahora, si a nuestra labor nos aplicas,
las veintincuatro horas del día te serviremos.

Podemos tirar e izar y empujar, levantar y conducir,
podemos imprimir y arar y tejer, calentar e iluminar,
podemos correr y acelerar y nadar, volar y bucear,
podemos ver y oír y contar y leer y escribir.

¿Llamarías a un amigo desde el otro medio mundo?
Si nos dejas tomar tu nombre, ciudad y estado,
podrás oír y ver tu pregunta reciente lanzada
a través del arco del cielo mientras esperas.
¿Ha respondido? ¿te necesita a su lado?
Esta misma tarde si quieres puedes partir,
y tomar el Océano Occidental al ritmo
de setenta mil caballos y pocas tuercas.

El barco expreso está esperando tus órdenes.
(….)

Mas recuerda la ley que rige nuestras vidas;
No estamos construidos para entender mentiras,
No podemos amar, llorar ni perdonar.
Si nos manejas mal, encontrarás la muerte.
Somos mayores que el Hombre o los Reyes.
Sé humilde cuando te arrastres por debajo de nuestras bielas,
Nuestro toque puede cambiar todas las cosas creadas.
Somos todo en el mundo salvo los dioses.

Aunque nuestro humo oculte los cielos de sus ojos,
Desaparecerá y las estrellas volverán a brillar;
Porque pese a nuestra fuerza, peso y magnitud,
No somos más que el producto de su intelecto.
***
Helen en soledad

Hubo oscuridad bajo el Cielo
Durante una hora.
La oscuridad que conocemos
Nos fue otorgada como una gracia.
El sol y el mediodía y las estrellas se ocultaron,
Dios abandonó su Trono,
Cuando Helen vino hacia mí, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Lado a lado (porque el destino
Nos condenó desde el nacimiento)
Arribamos a las puertas del Limbo
Y miramos hacia la tierra.
Mano sobre mano en medio
De un espanto que el sueño no conoce,
Helen corrió junto a mi, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Cuando el Horror que pasa
Se lanzó a nuestra caza,
Cada uno se apoyó en el otro,
Y encontramos fortaleza en el otro.
En los dientes de las Cosas Prohibidas
Y la Razón derrocada,
Helen se paró junto a mi, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Cuando, por fin, oímos aquellos fuegos,
Quebrados y muriendo lejos,
Cuando, por fin, nuestro deseo encadenado
Nos arrastró hacia el día;
Cuando, por fin, nuestras almas se libraron
De lo que nos había revelado la Noche,
Helen pasó junto a mí, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Déjala ir y encontrar a su amado,
Así como yo he de buscar a mi novia,
Sin conocer la Nada detrás del Limbo
Ni a quienes son encerrados dentro.
Hay un conocimiento prohibido por Dios,
Más de lo que podemos soportar,
Entonces Helen se alejó de mí, lo hizo,
¡Oh, mi alma se alegró de ello!
¡Helen en soledad!

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char