Tomada de |
Hablando conmigo misma
Castígame por haber escrito el significado del sueño
en mi propia sangre he escrito un libro guiado por una obsesión
Castígame por haber pasado la vida santificando el sueño del futuro
he vivido soportando las tribulaciones de la noche
Castígame por haber impartido el conocimiento y las destrezas
de la espada al asesino
y por haber demostrado a la mente el poder de la pluma
Castígame por haber desafiado al crucifijo del odio
Yo soy el resplandor de las antorchas que arden contra el viento
Castígame por haber liberado a la feminidad de la locura de la noche alucinada
Castígame porque si yo vivo tú puedes perder el rostro
Castígame porque si mis hijos levantan sus manos, llegará tu fin
Si una sola espada se desenvaina para hablar, llegará tu fin
Castígame por haber amado la vida nueva en cada respiración
Yo debo vivir mi vida y la habré de multiplicar más allá de sí misma
Castígame porque entonces, la sentencia de tu castigo llegará a su fin
Nosotras, mujeres pecadoras
Somos nosotras, mujeres pecadoras,
quienes no sentimos temor ante la
grandeza de aquellos, los señores de hábito.
Quienes no vendemos nuestras vidas,
quienes no inclinamos la cabeza,
ni juntamos nuestras manos en señal de devoción.
Somos nosotras, mujeres pecadoras;
mientras aquellos que venden la cosecha de nuestros cuerpos,
se exaltan, se vuelven distinguidos,
se convierten en simples príncipes del mundo material.
Somos nosotras, mujeres pecadoras,
quienes salimos levantando la bandera de la verdad
contra la barricada de mentiras esparcida sobre las avenidas;
quienes encuentran historias de persecución
apiladas en cada umbral,
quienes se dan cuenta que esas
lenguas que podrían hablar,
han sido cercenadas.
Somos nosotras, mujeres pecadoras.
Incluso si la noche nos persigue
estos ojos no habrán de apagarse.
No insistan en volver a levantar
la pared ya construida.
Somos nosotras, mujeres pecadoras,
quienes no sentimos temor ante la
grandeza de aquellos, los señores de hábito.
Quienes no vendemos nuestros cuerpos,
quienes no inclinamos la cabeza,
ni juntamos nuestras manos en señal de devoción.
***
Un palacio de cera
Antes de casarme
mi madre solía
tener pesadillas.
Sus gritos de terror
me estremecían.
Yo la despertaba
para preguntarle:
¿Qué sucede?
Con los ojos en blanco,
ella me miraba fijamente.
No podía recordar sus sueños.
Una noche, una pesadilla la despertó,
mas ella no profirió ningún grito.
Yo le pregunté:
¿Qué sucede?
Me abrazó con fuerza, con temor silencioso.
Abrió los ojos y dio gracias al cielo.
Soñé que te ahogabas, me dijo,
Y yo me tiraba al río para salvarte.
Esa noche, un relámpago
mató a nuestro búfalo y a mi prometido.
*
Luego, una noche, mi madre se durmió
y yo permanecí despierta
mirando cómo abría y cerraba sus puños.
Trataba de asirse de algo
sin lograrlo y lo intentaba de nuevo.
La desperté,
pero se rehusó a contarme el sueño.
Desde ese día
no he podido dormir tranquila.
Y me mudé al otro patio.
Ahora ambas gritamos
en medio de nuestras pesadillas.
Y si alguien nos pregunta,
simplemente decimos
que no podemos recordar nuestros sueños.
Traducciones de Ximena Londoño
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