martes, 27 de septiembre de 2016

El camino de aquí a esa aldea no está traducido

ROBERT HASS
(San Francisco, EE.UU., 1941)

Símil heroico

Cuando el guerrero cayó en Los siete samuráis de Kurosawa
bajo la lluvia gris,
y la dinastía Tokugawa y en Cinemascope,
cayó recto como un pino, cayó
como Ayax cae en Homero
en dáctilos cantados y el árbol era tan enorme
que el leñador debió volver dos días seguidos
a ese sitio afortunado para acabar de serruchar
y en el tercer día llevó a su tío.
Apilaron troncos en el aire resinoso
cortando a hachazos las pequeñas ramas,
atando esos haces por separado.
Cortaban en cuatro los bloques próximos a la raíz
y aun así eran incómodamente grandes;
partieron en dos los troncos del medio:
diez haces y cuatro grandes pilas de madera fragante,
lunas, cuartos de luna y medias lunas
acanaladas por los dientes de la sierra.
El leñador y el viejo, su tío,
están parados en medio del bosque
sobre un suelo embarrado de pino y primavera.
Han dejado de trabajar
porque están cansados y porque
no he imaginado ni un animal de carga
ni un carro primitivo. Son demasiado astutos
para llamar a los vecinos y regresar a casa
con unos pocos troncos después de tres días de trabajo.
Están esperando que yo haga algo
o que el capataz del Gran Señor
venga y los arreste.
¡Qué pacientes son!
El viejo fuma en una pipa y escupe.
El joven está pensando que sería rico
si ya fuera rico y tuviera una mula.
Diez días de acarreo
y en el séptimo día probablemente
los atrapen, vuelvan a casa con las manos vacías
o peor. No sé
si son japoneses o micénicos
y no puedo hacer nada.
El camino de aquí a esa aldea
no está traducido. Un héroe que muere
entrega su quietud al aire.
Un hombre y una mujer caminan desde el cine
a casa en el silencio de lealtades separadas.
La imaginación tiene sus límites.

Traducción de Silvina López Medin.
De Home movies, Zindo & Gafuri Ediciones, 2016.
***
Heroic Simile
When the swordsman fell in Kurosawa's Seven Samurai 
in the gray rain, 
in Cinemascope and the Tokugawa dynasty, 
he fell straight as a pine, he fell 
as Ajax fell in Homer 
in chanted dactyls and the tree was so huge 
the woodsman returned for two days 
to that lucky place before he was done with the sawing 
and on the third day he brought his uncle.
They stacked logs in the resinous air, 
hacking the small limbs off,
tying those bundles separately. 
The slabs near the root
were quartered and still they were awkwardly large; 
the logs from midtree they halved:
ten bundles and four great piles of fragrant wood, 
moons and quarter moons and half moons 
ridged by the saw's tooth.
The woodsman and the old man his uncle 
are standing in midforest
on a floor of pine silt and spring mud.
They have stopped working 
because they are tired and because 
I have imagined no pack animal 
or primitive wagon. They are too canny 
to call in neighbors and come home 
with a few logs after three days' work. 
They are waiting for me to do something 
or for the overseer of the Great Lord 
to come and arrest them.
How patient they are!
The old man smokes a pipe and spits. 
The young man is thinking he would be rich 
if he were already rich and had a mule. 
Ten days of hauling
and on the seventh day they'll probably 
be caught, go home empty-handed 
or worse. I don't know 
whether they're Japanese or Mycenaean
and there's nothing I can do.
The path from here to that village 
is not translated. A hero, dying, 
gives off stillness to the air. 
A man and a woman walk from the movies 
to the house in the silence of separate fidelities. 
There are limits to imagination.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char