Dolores Etchecopar
(Buenos Aires, Argentina, 1956)
querés soltar la lengua los pasos
llegar antes que la noche a tu vida verdadera
pero empezás y no conseguís el encanto de salir corriendo
no largás la pequeñez de tus propósitos
viviste demasiado poco
apenas lo suficiente
para rodar por tu costado más firme
así así dispuesta a un suelo tartamudo de tanto pisar
el mismo sitio no conseguís abandonarte al encanto
de salir corriendo quedás varada entre los ruidos del mundo
y tus pensamientos lastimosos
recordás la hoja del ombú
cómo acariciaste la lentitud de su crecimiento
imaginando tu aniquilación
irresistible el encanto de salir corriendo
sin punto de llegada sin los golpes vanos de la espera
lejos de lo escrito
ir por insinuantes terrenos
ir por los pastos y a luna que un día de tu infancia
escondiste a tiempo justo a tiempo
para tener donde vivir
**
entonces vi que la ciudad se hundía
y grité después....... mucho después
un grito que me llevó de mí hasta el tiempo
y no se oyó
dónde era que yo rogaba por nosotros
los que íbamos
íbamos
con las aguas y las flores y los restos
de una frase a medio decir
porque el No alumbraba ese lugar inmenso
donde el viento de las palabras
soplaba sin cesar
y nos apagaba
de El cielo una sola vez, hilos editora, 2016.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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