OMAR KAYAM
(Nishapur, actual Irán, 1048 - id., 1131)
EL COLLAR DE ZAFIROS
(Fragmentos)
En La Nación, de Buenos Aires, del 28 de marzo de 1926 publicó Lugones, con este título, la traducción de cuarenta y cinco estrofas (cuartetas) de Omar Kayam. La acompañó de una extensa exposición del estado cultural de Persia en la época en que las mismas se compusieron y sobre la personalidad del autor, haciendo presente que el título de la publicación obedece a simbolizar el zafiro en los antiguos lapidarios la franqueza y la fidelidad. Recuerda también que las cuartetas carecen de conexión episódica; ello justifica la forma de la actual publicación.
(Nota de Pedro Miguel Obligado. Leopoldo Lugones. Obras poéticas completas. Aguilar, 1959.)
*
Más allá de la tierra y lo infinito,
El cielo y el infierno perseguí.
Hasta que me anunció un solemne grito:
El cielo y el infierno están en ti.
*
Por la variada tierra va uno que no es creyente.
Infiel, rico ni pobre; ni Dios ni ley acata.
Que en la verdad no cree, ni de aseverar trata.
¿Quién será ese hombre triste, valeroso y prudente?
*
El vasto mundo, un grano de polvo en el espacio.
La ciencia de los hombres, palabras. La miríada
De pueblos, bestias, plantas de los climas, espectros.
Y el fin de tus perpetuas meditaciones, nada.
*
¡No bebas más —me dicen—, oh Kayam! » Yo replico:
«Cuando bebo, comprendo lo que dicen la rosa,
El tulipán, el lino y el jazmín; y me explico
Hasta lo que no puede decirme mi amorosa.
*
Un pedazo de pan, un poco de agua fresca.
La sombra de algún árbol y tus ojos. No existe
Comparado conmigo.
Ni sultán más dichoso, ni mendigo más triste.
*
Sentado ante su torno vi ayer un alfarero,
Que al modelar las asas y los flancos del vaso,
Iba amasando, acaso,
Con cráneos de sultanes, manos de pordioseros.
*
Los sabios y filósofos más ilustres, marcharon
Entre las densas sombras de la duda, aunque Fueron
Las antorchas de su época. ¿Qué hicieron? Pronunciaron
Algunas frases vagas y después se durmieron.
*
He aquí la verdad única: Somos cual los peones
Del ajedrez con que hace Dios su eterna jugada.
El nos mueve y detiene, cambia las posiciones.
Y luego vuelve a echarnos en el cofre de la nada.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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