César Vallejo
(Santiago de Chuco, Perú, 1892 - París, Francia, 1938)
EL PAN NUESTRO
De cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno… La mordaz cruzada
De una carreta que arrastrar parece
Una emoción de ayuno encadenada!
Quisiera tocar todas las puertas,
Y preguntar por no sé quién; y luego
Ver a los pobres, y, llorando quedos,
Dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
Con las dos manos santas que a un golpe de luz
Volaron desclavadas de la Cruz!
Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo, Señor…!
Todos mis huesos son ajenos;
Yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
Asignado para otro;
Y pienso que, si no hubiera nacido,
Otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón… A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra
Trasciende a polvo humano y es tan triste,
Quisiera yo tocar todas las puertas,
Y suplicar a no sé quién, perdón,
Y hacerle pedacitos de pan fresco
Aquí, en el horno de mi corazón…!
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