jueves, 6 de abril de 2017

¿Que mudan de opinión- de parado a sentado?

Javier Adúriz
(Bs.As., Argentina, 1948-2011)


Los amo, amigos, porque hicieron el significado. 
                                            J.A.
                                                                         **
Coro

La prolijidad, desdichado lector,
no se corresponde con la índole
de mi carácter. Me maldispone
trabajar de prólogo (amén
de este atavío arlequinesco).
Digo: como pueblo
soy una caricatura del primer mundo.
Debiera componer un mundo, ¿no?
Ahora salgo para advertir una razón:
la melancolía no era el único pasto
de las aves. Comedia o no,
cada quien arrastra el trayecto de su risa.
Lo supo Aristófanes, frente a la amargura
ateniense; y el inefable Fidel Pintos,
cuya fealdad sin palabra
nos consolaba de nosotros mismos.
Está dicho: para un pueblo joven, lo risible
compromete innumerables músculos.
*** 

Ahora te veo. Estás ahí en el cuarto atareada en tus cosas de amor. Te rodean ángeles y algunos demonios. Conque rías nomás, la historia cambia para siempre. Todavía dura un café conversado a la vuelta de la Plaza las Heras. Estás bellésima con tu cartera vieja y esa pasión que te cocina los ojos. Después y casi de inmediato sos los hijos, cada día, cada hora, la vida entera. Levantás la mano y nos despedimos un instante. A continuación, llego y es una música fina tu habla. De perderse, como señalaba un amigo. El ciclo de las estaciones. El frío y el calor. La montaña y el río. La sostenida ternura.
Entre tus piernas
La rabia de vivir
Vale la pena.

Cortesía de Concepción Bertone
**
Y la boca me dijo*

Will yearley celebrate my second birthday
J.D.

No llores, nadie oye. -Del cielo de la isla
no queda casi nada.- La mañana está cerca.

No llores, no te quiebres. -Si cada uno es siervo
de lo quiso ser.- La noche ya termina.

No te arrepientas, digo, -vas a cruzar el río
como se cruza un sueño.- Celebrarás tan pronto…

¿Qué importan que hayan dicho -lo que dicen que dicen?
Lo tuyo fue algo más -que las pobres palabras.

Brillen, brillen sin término -las hachas de la fiesta,
gocen tu vejación- hasta el duro apogeo:

cada fuego de luz -es una luz imbécil,
la terca tiranía- de una mente deforme.

¿Que triscaba la oveja -pasto hasta la raíz?
¿Que mudan de opinión- de parado a sentado?

y bien, qué más te da, -tu ilusión era el alba.
Pronto celebrarás- un nuevo nacimiento.

La música está hecha, -queda escrita en el agua,
en el color del tiempo, -sin pulso de codicia.

Hubo que ver y verse -colgado de los árboles
para cruzar las sombras, -las efímeras sombras.

La noche es esta boca - turbia que te mastica,
aunque haya luna ahora - como para unas bodas.

Vas a cruzar el río - y también la esperanza
en nave de dos filos. - En nave de dos filos

de golpe, con el viento, - vas a cruzar tu rostro:
el deseo de ser - que pide lo imposible.

Llegaste a lo más tenso, - al centro de la herida.
No desesperes, - sólo un reino nos hiere.

Moro móriae, dónde - está tu honor ahora,
vos que sentiste siempre - su gracia sobre el hombro.

Algo abisal te llama. - Hacé crujir el seso
hasta encontrar el chiste - hundido en la mollera.

Si tan cerca, en la furia - del alba (oí, oí
el aire atruena afuera)
absurda majestad, - sonriendo entre caries
vas a tirarte
y rodar de cabeza.

para Enrique Butti

* A Tomás Moro le cortaron la cabeza por haber mantenido su palabra. Tal vez su santidad esté en su humor y en su silencio; alguien que combinó política y escritura, con una mente deslumbradoramente abierta.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char