martes, 16 de mayo de 2017

Y la espada sea mi diente

Luis de Góngora y Argote

(España, 1561-1627)

LETRILLA XLVIII 

Ándeme yo caliente 
  Y ríase la gente. 
 Traten otros del gobierno 
Del mundo y sus monarquías, 
Mientras gobiernan mis días 
Mantequillas y pan tierno, 
Y las mañanas de invierno 
Naranjada y aguardiente, 
  Y ríase la gente.

 Coma en dorada vajilla 
El príncipe mil cuidados, 
Cómo píldoras dorados; 
Que yo en mi pobre mesilla 
Quiero más una morcilla 
Que en el asador reviente, 
  Y ríase la gente.

 Cuando cubra las montañas 
De blanca nieve el enero,
Tenga yo lleno el brasero 
De bellotas y castañas, 
Y quien las dulces patrañas 
Del Rey que rabió me cuente, 
  Y ríase la gente.

 Busque muy en hora buena 
El mercader nuevos soles; 
Yo conchas y caracoles 
Entre la menuda arena, 
Escuchando a Filomena 
Sobre el chopo de la fuente, 
  Y ríase la gente.

 Pase a media noche el mar, 
Y arda en amorosa llama 
Leandro por ver a su Dama;
Que yo más quiero pasar 
Del golfo de mi lagar
La blanca o roja corriente,
  Y ríase la gente.

 Pues Amor es tan cruel, 
Que de Píramo y su amada 
Hace tálamo una espada, 
Do se junten ella y él, 
Sea mi Tisbe un pastel, 
Y la espada sea mi diente, 
  Y ríase la gente.

Notas:
v.12: Las píldoras medicinales se "doraban" con azúcar para mejorar su sabor.
v. 14: "Quiero más" es prefiero.
v. 21: y [tenga] quien me cuente...
v. 28: Filomena es el ruiseñor.
v. 33: Leandro cruzaba a nado el Helesponto cada noche para ver a Hero.
v. 35: La bota de vino (blanco o tinto).
vv. 38-44: Píramo creyó muerta a Tisbe y se atravesó con su propia espada, luego Tisbe lo halló muerto y se la clavó también: así la espada fue el tálamo donde los amantes se unieron.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char