miércoles, 2 de agosto de 2017

Esa mujer, colgada, titila. Parece un faro

Raquel Cané
(Santa Fe, Argentina, sin datos)


Tomada de ellitoral.com

De Cartas a H.
1)
Vivirás en una isla. Pienso en los accesos a los lugares. 
Puentes, autopistas, caminos, subterráneos.
Una isla conectada. Las vías radios de corriente sanguínea.
Llegarás por el aire, caerás hasta entramarte en las calles, hasta tener tu puerta, hogar, escondite.
Donde vivo, un sólo camino llega hasta mi casa. Un tajo en la tierra que es fango cuando llueve.
Aquí la sangre de los muertos se seca bajo el sol y brota de los animales que matamos para comer. No hay vías que drenen el flujo de llegada o de partida. 
Lo que vive enraíza, se aprende, se come, se entierra.
¿No es fácil aterrizar, no es así?
De volar, no sé. Sólo miro los pájaros. 
**
6)
H, me contás del ruido, de los rascacielos no quisiste hablar. Entiendo, el ruido los tapa, aún al brillo.
¿Sabías que le llaman “piel de cielo” a los revestimientos de algunos edificios?
Verse en la ciudad, un juego de espejos.
Mientras te escribo una vaca me mira del otro lado de la ventana.
Se acercó a pastar bajo el alero. Las primeras heladas quemaron lo que crece.
¿Qué te aturde? ¿Las voces que se multiplican? ¿Las sirenas?
Decodificar no es simple, en el ruido uno entra para entender y se vuelve parte de él.
¿Querés perderte?
Gracias por la foto de la silueta en neón. Esa mujer, colgada, titila. Parece un faro.
**
14)
H, las manos se asoman en la base del lienzo. Están juntas pero no se tocan. Son casi blancas. Los pliegues del abrigo azul guardan algo del violeta mentiroso.
El abrigo está abierto, no le he pintado botones, sólo ojales.
El fondo cierra el cuello, a la altura de la garganta, negro.
En la cara se esboza la boca, creo que es pequeña, aunque lo sabré cuando mire los ojos. Está cerrada. Hace días que no recibo noticias tuyas.
¿Terminaste los exámenes?
**
22)
H, la oscuridad se demora en verano, escribo bajo el alero, después de que pasara la nube de mosquitos. Pareciera que las pausas las marcan los grillos, esta humedad no dejará que me despegue de la silla. Pienso qué velo, las cosas no se moverán de su sitio y nadie protestará en la mañana si olvido lavar los cacharros. Deambular a tientas, entre sillón y mesada, los objetos guardan la terquedad de la memoria sobre lo conocido, ese trayecto en que no tropiezo y sin embargo, mientras busco en otro desorden, quién sabe qué.
Por eso mejor estar afuera, ahora que el cuerpo está suelto, ahora que la pesadez quedó guardada en los placares.
A veces la oscuridad es bendición ¿no creés? El paisaje desaparece. Es cierto, sí, que con esfuerzo podemos acercar, aquel álamo que se incendiara en la tormenta, o la pequeña luz de un rancho, poco importa. La oscuridad es benévola, descansa aunque estemos despiertos.
¿Cómo son tus noches? ¿Desaparece el paisaje o sos vos quien tiene que hacerlo?
No quiero desaparecer, ¿sabés? 

Inédito


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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char