(Necochea, Buenos Aires, Argentina, 1969)
¿Es una obviedad,
un lugar común pensar
una y otra vez que los árboles
“murmuran” un idioma trabado
por el viento?
Las casuarinas
inventan sobre el mediodía
un silbido de notas afinadas;
sobre la tarde austera de sol,
vuelve su augusta melodía,
y descubro que los árboles de esta vera
no “murmuran”, sino “cantan”.
**
Aires de La otra orilla
para Alicia Genovese
Como si pudiera
quedarme suspendido
–¿pura perpetuación
de un instante tan fugaz?
–anécdota, a fin de cuentas,
de un transcurrir moroso
en esta
naturaleza galante del Delta
casa, jardín, cotorras
lluvia a raudales
y todo esplende
y brillo cegador
suspensión del viento
que mueve incansablemente
las hojas
infla un short, flamea
una toalla verde oscuro
tiemblan cuatro vasos de colores
sobre la baranda
de la galería.
**
Sobre el Carapachay
Celebra lo inasible,
esas briznas que dan
la luz en las almenas
de esta otra fortaleza.
Lo que supone un viento
del nordeste en su premura
la prematura idea de sosiego.
Así, como días de vacaciones
robados al trabajo, al yugo diario
entonces: huida al río, a las siestas
que van a dar al muelle
una estelar presencia
y la repetición de rituales
de persistencias
nada es igual
aunque parezca
en el giro de las estaciones
en la velocidad de la noche
que nos acompaña.
de Sobre el Carapachay, Leviatán, 2017.
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