Linda Pastan
(Nueva York, Estados Unidos, 1932)
VOCES
Juana oyó voces,
y por ello ardió.
Mientras conduzco en la oscuridad
escribo poemas.
Anoche pensando
en cómo espaciar los versos
me pasé una señal de stop.
Cuando me justifiqué
el policía asintió,
y me puso
una multa.
Un entendido me dijo
que los escritores tienen un plazo de quince años:
luego llega la repetición,
incluso la locura.
Como Midas, supongo que
todo lo que tocamos se convierte
en un poema
cuando el hechizo existe.
Pero piensa en el poeta después de ese plazo
tocando los árboles que
siempre ha tocado,
pero esta vez no ocurre nada.
Imagínatelo yendo de un tronco
a otro, magullándose
las manos con la áspera corteza.
Sólo quedan cinco años.
A veces entierro
mis poemas en el jardín,
reservándolos
para los fríos días venideros.
De todos modos
te quemas por ello.
De Las cinco fases del dolor, 1975. Traducción de Rosa Lentini y Susan Schreibman.
**
Luciérnagas
Ya aquí
luciérnagas
con su estacato en
luz
pequeños faros
tiemblan
silencio
entre el pasto
cortadas
constelaciones
al cielo
negro
(el ansia así
transforma
al más simple
de todos)
o flashes de intuición
que estallan
un momento
y luego mueren.
Versión del inglés de Julia Santibáñez
©2015 Linda Pastan. Poemas reproducidos con permiso
de Linda Pastan, representada por Jean V. Naggar
Literary Agency, Inc. (permissions@jvnla.com)
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Lo que queremos
Lo que queremos
nunca es sencillo.
Nos movemos entre las cosas
que pensamos que necesitábamos:
un rostro, una habitación, un libro abierto
y esas cosas tienen nuestro nombre...
ahora, nos necesitan.
Pero lo que necesitamos se aparece
en sueños, lleva disfraces.
Descendemos,
tendemos los brazos
y por la mañana
nos duelen.
No recordamos el sueño,
pero el sueño se acuerda de nosotros.
Está ahí todo el día
igual que un animal está ahí
debajo de la mesa,
igual que las estrellas están ahí
aun cuando el sol brilla
De Carnival Evening: New and Selected Poems, 1968-1998, W. W. Norton, Nueva York, 1999
Versión de Jonio González
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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