martes, 19 de junio de 2018

Y te damos gracias de que la tiniebla nos recuerde la luz

T.S. Eliot
(St. Louis, Missouri,  1888 - Londres, 1965)


Fragmentos escogidos

Habrá tiempo de asesinar y de crear, y tiempo para todos los trabajos y los días de las manos
que levantan y dejan caer una pregunta en tu bandeja;
tiempo para ti y tiempo para mí,
y tiempo aún para cien indecisiones,
y para cien visiones y revisiones
antes de tomar té con tostadas.

La canción de amor de J. Alfred Prufrock, 1917, traducida por José María Valverde
**

La Vida es muy larga
Entre el deseo 
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y el descenso
cae la Sombra

pues Tuyo es el Reino
pues Tuyo es
la Vida es
pues Tuyo es el
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido sino con un quejido.

Los hombres huecos, Traducción de José María Valverde
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Y ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros
y ruego que pueda olvidar yo
esos asuntos que discuto demasiado conmigo mismo
explico demasiado
porque no tengo esperanza de volver otra vez
que respondan estas palabras
por lo que se ha hecho, para que no se vuelva a hacer
ojalá el juicio sobre nosotros no sea demasiado gravoso. (…)

Ruega por nosotros pecadores ahora 
y en la hora de nuestra muerte. 
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. (…)

Enséñanos a estar sentados quietos
incluso entre estas rocas
nuestra paz en Su voluntad (…)

No me consientas quedar separado
y llegue hasta Ti mi clamor.

"Miércoles de Ceniza", traducido por José María Valverde
**

Te damos gracias a Ti que nos has movido a edificar, 
a encontrar, a formar, en la punta de los dedos y
los rayos de nuestros ojos. 
Y cuando hayamos edificado un altar a la Luz invisible, 
quizá podamos poner en ella las lucecitas para
las que se hizo nuestra visión corporal. 
Y te damos gracias de que la tiniebla nos recuerde la luz. 
¡Oh Luz Invisible, Te damos gracias por Tu gran gloria! 

La Piedra. Traducción de José María Valverde

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char