Mónica Tracey
(Junín, Buenos Aires, Argentina, 1953)
Nada es para siempre
salvo
en la afiebrada tempestad del amor
en el cuerpo enfermo de la juventud
cuando las tormentas no se avecinan
estallan
de una vez y para siempre
torbellino hacia un fondo sin final
esa locura sí locura de llevar el cuerpo
incienso encendido
humo y perfume
saciedad impura
creyendo
de rodillas
las manos juntas
el alma en ascensión
ceremonia sin palabras
descanso de ser uno.
(...)
No sienta precedentes
no es que si amás este verano seguirás amando
que después de amar amás
que hay otra mañana porque hubo esta
en el celeste del patio
ninguna fortaleza tomada es una fortaleza
ahí estás como ayer
tantas partes de agua tantas de lágrimas
ojo seco
diciéndote voy a ver.
(...)
Nunca sentí como ahora
antes nunca esta comprensión
esta intensidad esta compasión
nunca el sabor tuvo este sabor
en la orilla hay puertas que dan a los abismos
l’attirance ahora es una invitación gentil
que acepto encantada
esa risa loca que oculté ya no tiene qué temer
ahora sólo el cuerpo teme
¿es ésta la edad madura?
De Hay que dejar de ser hermosa, Hilos Editora, 2018.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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