martes, 14 de agosto de 2018

Dentro está oscuro: hueles los libros antes de poder verlos

Helene Hanff
(EE.UU., 1918-1997)

 "He pasado veinte años escribiendo piezas teatrales que nadie ha querido producir nunca, y he aquí que, en el momento en que estoy a punto de retirarme, alguien crea de pronto un espectáculo a partir de una correspondencia que inicié hace ahora treinta años." 
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"Cada primavera hago una limpieza general de mis libros y me deshago de los que ya no volveré a leer, de la misma manera que me desprendo de las ropas que no pienso ponerme ya más. A todo el mundo le extraña esta forma de proceder. Mis amigos son muy peculiares en cuestión de libros. Leen todos los best sellers que caen en sus manos, devorándolos lo más rápidamente posible..., y saltándose montones de párrafos según creo. Pero luego jamas releen nada, con lo que al cabo de un año no recuerdan ni una palabra de lo que leyeron. Sin embargo, se escandalizan de que yo arroje un libro a la basura o lo regale. Según entienden ellos la cosa, compras un libro, lo lees, lo colocas en la estantería y jamás vuelves a abrirlo en toda tu vida, ¡Pero nunca lo tiras! ¡Jamás de los jamases si está encuadernado en tapa dura! Pero... ¿Por qué no? Personalmente creo que no hay nada menos sacrosanto que un mal libro e incluso un libro mediocre."

"Me gustan las mismas cosas que a él..., salvo sus obras de ficción. Jamás he conseguido interesarme por cosas que sé que jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido."

"¿Tienes el Viaje a América de De Tocqueville? Alguien tomó prestado el mío, y no me lo ha devuelto. ¿Por qué será que personas a las que jamás se les pasaría por la imaginación robar nada encuentran perfectamente lícito robar libros?"

"A mí me encantan las inscripciones en las guardas y las notas en los márgenes: me gusta el sentimiento de camaradería que suscita el volver páginas que algún otro ha pasado antes, así como leer los pasajes acerca de los que otro, fallecido tal vez hace mucho, llama mi atención."

"Un periodista que conozco, que estuvo destinado en Londres durante la guerra, dice que los turistas viajan a Inglaterra con ideas preconcebidas y que por eso encuentran exactamente lo que buscan. Yo le expliqué que me gustaría ir en busca de la Inglaterra de la literatura inglesa, y me respondió: "Pues está allí, sí".

"¡Es una tiendecita antigua y encantadora, que parece salida directamente de las páginas de una novela de Dickens! ¡Te chiflará cuando la veas! Tienen fuera unos expositores, y me paré a hojear unas cuantas cosas simplemente para asumir la apariencia de una amante de los libros antes de pasar al interior. Dentro está oscuro: hueles los libros antes de poder verlos; un olor de lo más agradable. No soy capaz de describírtelo, pero es una combinación de moho, polvo y vejez, de paredes revestidas de madera y suelo entarimado."

"La expresión "libreros anticuarios" me asusta un poco. Porque asocio "antiguo" a "caro". Digamos que soy una escritora pobre amante de los libros antiguos y que los que deseo son imposibles de encontrar aquí salvo en ediciones raras y carísimas, o bien en ejemplares de segunda mano en Barnes & Noble que, además de mugrientos, suelen estar llenos de anotaciones escolares."

De «84, Charing Cross Road». Ttraducción de Javier Calzada, Anagrama, 2002.
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Entrevista por Roy Plomley aHelene Hanff.
Fuente: Infobae

RP: -Mientras usted trabajaba como una esclava en su departamento también mantenía esta correspondencia con Marks & Co.
HH: -Con Frank Doel. Era el hombre que rastreaba los libros que yo estaba buscando y le escribía cartas furiosas cuando enviaba el equivocado. Lo provocaba diciéndole “Frankie” cuando él le escribía a “La señorita Hanff”.

RP: -En esos años de posguerra por algún motivo Inglaterra decidió rechazar el Plan Marshall y tenían desabastecimiento…
HH: -Ah, ¿fue por eso? Nunca supe por qué habían tenido una escasez tan espantosa.

RP: -Fue por eso hasta lo que yo recuerdo. Y usted generosamente les enviaba comida…
HH: -Cómo no hacerlo. Vivían con un huevo por semana, una naranja por mes…Yo no podía soportarlo. Conocía a un inglés en Nueva York que tenía un catálogo de una compañía británica a través de la cual por avión le enviaba huevos frescos a su mamá en Inglaterra. Él me dio el catálogo y yo me volvía loca porque los paquetes eran provisiones para una familia y yo la estaba enviando a una librería donde trabajaban seis personas que se lo iban a dividir. Yo enloquecía pensando si: una docena de huevos y un paquete de bizcochitos dulces, o dos docenas de huevos y ningún bizcochito dulce. Una docena de huevos significaba que cada uno iba a poder llevarse dos huevos a casa.

RP: -Pero fue un gesto muy bonito y la correspondencia entre ustedes se mantuvo durante veinte años…Eran sus amigos, amigos a los que nunca conoció. No visitó Inglaterra…
HH: -Es cierto.

RP: -Qué es lo que quería ver en Inglaterra?
HH: -Oh, Londres, Londres. Quería ver la esquina donde estaba el Globe Theatre (N. de la R.: aunque Helene Hanff que habla inglés americano en el reportaje pronuncia el nombre del teatro de Shakespeare como Globe Theater), y ver donde John Donne predicaba, y la Torre donde la reina Elizabeth se enfrentó a los traidores… Quería hacer que toda la literatura se volviera real.

RP: -Bueno, finalmente vio todo eso pero tuvo que esperar. ¿Ponemos otra canción?
HH: -Ahora tenemos el disco más nostálgico de aquella época para mí. Es Arnold Bax para la Coronación de 1953. Fue escrita para la coronación de Elizabeth pero también fue la canción del episodio del Hallmark Hall of Fame y fue el punto culminante de mi correspondencia con Frank, cuando el desabastecimiento estaba a punto de terminar pero todavía no había sido superado. Esta música me recuerda tanto a Marks & Co y a toda la gente que trabajaba allí, y a toda la gente que yo conocía de la televisión…

RP: -Hubo un cambio en su carrera como escritora. Las oficinas de la televisión norteamericana dejaron Nueva York para mudarse a California.
HH: -Levantaron todo y se fueron a Hollywood, un lugar donde yo no quería vivir, y me dejaron sin una profesión. En mi vida nunca había escrito otra cosa que no fueran diálogos, malas obras de teatro y guiones para televisión mediocres. Me había mudado a un departamento muy coqueto y no tenía ni idea de cómo iba a pagar el alquiler. Como trabajaba por mi cuenta no tenía derecho a un seguro de desempleo. Además de todo, había enfrentado el hecho de que jamás iba a ser Eugene O’Neill. Así que veinticinco años después me dije: “Vas a tener que escribir otra cosa”. La gente escribe prosa, o no? Así que agarré una de mis obras de teatro viejas y la convertí en un artículo de revista y lo mandé al New Yorker que me lo mandó de vuelta, y lo mandé a Harper’s… ¡que lo compró! Me preguntaron si tenía algo más. Les dije: “Esperen”. Escribí otro y se los mandé pero lo mandaron de vuelta así que lo mandé al New Yorker y… ¡el New Yorker lo compró! Después escribí trece más que nadie compró pero no importa, había logrado liberarme del teatro.

RP: -¿Quién le sugirió escribir un libro autobiográfico sobre los desafíos y adversidades de ser un escritor freelance?
Underfoot in show businesshh: -En el artículo que escribí para Harper’s había una parodia sobre la producción del musical  “Oklahoma” y fue leída por una editora de las publicaciones Harper’s. Esa editora me escribió preguntándome si tenía un libro en mente sobre eso y le contesté que no, que no tenía ningún libro en mente pero que estaba muy emocionada con esta pregunta de alto nivel. Ella me propuso que de todos modos nos juntáramos a almorzar. Nos citamos para almorzar y en cuanto me vio me dijo: “Tengo una gran idea para tu libro. ¿Por qué no escribís un libro divertido sobre todas las cosas que te pasaron desde que llegaste a Nueva York?”. Y algo dentro de mí me dijo que era mejor no decirle que no había sido divertido porque lo que fuere que pagaran por un libro, yo lo necesitaba. Así que me fui a casa y escribí un libro sin tener la menor idea de lo que estaba haciendo y eso se convirtió en “Underfoot in Show Business”.

RP: -Después tuvo esta idea brillante de hacer un libro con la correspondencia con Marks & Co. ¿Normalmente guarda todas las cartas?
HH: -No guardo nada. No guardo nada y además siempre viví en departamentos muy pequeños. No guardo ni siquiera mis libros malos y todas mis obras de teatro fueron a parar al incinerador hace veinte años. Conservé las cartas de Frank porque eran documentación de la compra de libros que mi contador quería para hacer mi liquidación de impuestos. Mi contador decía que los precios eran hilarantes por lo baratos. Pero decía: “Estás armando una biblioteca de escritor profesional y podemos hacer deducciones periódicas”. Así que las guardé por eso. Pero cuando recibí la carta donde me decían que Frank había fallecido sentí que tenía que escribir algo y no estaba segura de si todavía tenía las cartas así que emprendí una búsqueda hasta que finalmente cuando las encontré me puse a llorar del alivio y una parte de mi pensaba: “¿Cuál es tu problema, cuál es tu problema?”.

RP: -Eso se convirtió en “84 Charing Cross Road”, un libro breve del que no se esperaría que fuera un éxito internacional. Ese libro la llevó finalmente a Londres y pudo visitar las instalaciones de lo que había sido Marks & Co.
HH: -Así es. Fue maravilloso tan sólo poder estar ahí. Estaba vacío y polvoriento y los estantes estaban en el piso pero al menos estaba en Londres, mis pies estaban ahí. Me recuerdo bajando por la escalera y pensando: “’¿Qué tal, Frankie? Finalmente lo hice”.

(..)

RP: -Y al fin (N.de la R: el conductor habla de una visita posterior de Helene Hanff a Londres) vio su nombre en una84_charing_cross_roadafiche pelicula marquesina de teatro y resultó ser un teatro londinense.
HH: -In-cre-í-ble. Increíble. Todo se debe a James Roose-Evans quien me escribió para decirme que quería hacer “84 Charing Cross Road” para un teatro de Salisbury y me envió el libro, que me pareció que estaba bien. Tuvo unas críticas maravillosas, críticos de Londres viajaron para ver la obra y la amaron, y lo siguiente que supe es que se montaba en Londres y vine para el estreno pero debo decirle que yo estaba muy interesada en conocer a una joven llamada Susan Cougar (?), una joven de Milwakee, Wisconsin, que me dijo que había sido ELLA quien le había mandado el libro “84 Charing Cross Road” a James Roose-Evans. Así que me lo imaginé como un Hands Across the Sea real.

RP: -Hoy en día la obra sigue siendo un éxito en Londres y en Nueva York.
HH: -Increíble. (N de la R: Recién en 1987 se iba a estrenar la película de protagonizada por Anthony Hopkins y Anne Bancroft).

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char