viernes, 14 de septiembre de 2018

Llegar a ser fuego, como este

Entrevista a Ricardo Piglia
(Fragmento)

–El tema del dinero siempre aparece en tus libros. Aquí llegas a decir que la primera pregunta sobre el libro es cuánto cuesta. ¿Has pensado escribir un ensayo sobre el tema?
–Me gustaría, de hecho ahora estoy escribiendo un texto sobre el poeta como banquero. Ya sabemos que Eliot, Stevens, Joyce, Gombrowicz trabajaron en un banco, y Pound era una especie estrafalaria de banquero también. El gran poeta argentino Raúl Gustavo Aguirre trabajó años en la Caja de Ahorro, cerca de la plaza Congreso, en Buenos Aires, y ahí lo íbamos a visitar. Los poetas están cerca del dinero, pero nunca es de ellos.

Fuente: semanariouniversidad.com
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RAUL GUSTAVO AGUIRRE
Buenos Aires, 1927 – Olivos, 1983)

El triunfo de las letras

Estás cansado y no ves bien
algunos te esperaban y no llegaste a tiempo
algunos te esperaban
abrirían sin miedo la puerta
abrirían sin miedo el corazón
y tú también pero eres torpe
pierdes las señas que te dieron
pierdes el regalo en el viaje
y terminas llorando en un bar.

Adiós
la intensidad te excede
la altura te da miedo
el sol te aplasta si te encuentra
tal vez tienes razones para huir
para estar aterrado.

Te pegaron mucho
de grande.
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Por último

Haber dejado una moneda de fuego en la mano de otro,
haber atado ciertos hilos de amor y resplandor,
haber perdido algo
al salir de la casa vacía.
Haber estado. Haber acompañado,
haber estado complicado con el viento que siempre tiene razón,
con la tierra y el agua y con la hierba que siempre tienen razón.
No haber cumplido años lejos de sí mismo,
no importa si de rodillas o en medio del pantano pero cerca de sí,
o entre asuntos pendientes o torcidos desde el comienzo,
pero masticados con tus dientes.
No importa ser un objeto más o menos clasificable despreciable por los que deciden,
no importa ser superado, masacrado, tergiversado, desmentido,
con todo eso se hace la verdad.
No importa ser interrumpido
si estás al pie del árbol gigante en el día sin fin,
al pie del árbol de piedras preciosas del sueño que sólo pertenece a los hombres,
y si has podido hablar con esas piedras
y acompañar hasta su casa a alguien
en un momento duro de la noche (y vivía tan lejos).
No importa que no haya solución para nadie ni perdón para nadie,
ni si al fin estás solo en las salinas de la madrugada
haciendo todo lo posible para que salga el sol,
para que esos rostros queridos no se hundan en los rápidos de la nada
que acecha tanta maravilla.
**
"Hice un fuego para ser su amigo”
Paul Éluard

Acerco ramas a este fuego que / va a morir, ramas felices de / llegar a ser fuego, como este / fuego –lo sé, lo entiendo– es feliz / de llegar a ser yo –no importa / cuánto ni cómo ni por qué– y yo de / llegar a ser este fuego que me ha / nombrado y me ha hecho su amigo.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char