martes, 31 de enero de 2012

Ni perro, ni hombre, ni mujer, ni avispa

MIRIAM CAIRO
(San Nicolás, Buenos Aires, Argentina, 1962)

ARMONÍA

Es tenue la diferencia entre un lobo y un pájaro. Ambos están unidos a la noción de noche. El ritmo del lobo es el ritmo del pájaro y entre ambos lo que prevalece es el ritmo del vuelo. No todas las aves se dejan imitar el vuelo, ni todas las fieras pueden hacerlo. Incluso si lo hicieran, la copia de algo verdadero ya no es la verdad. Pero el lobo con alas y el pájaro que aúlla desdeñan toda devoción por el escepticismo. Uno y otro se compadecen de aquel pez en el estanque seco que sólo pude mojarse con su saliva y contentarse con la humedad de su aliento. A la hora del desconsuelo todo vuelo es inimitable. Ni perro, ni hombre, ni mujer, ni avispa. Lobo y pájaro se diferencian apenas. Hermanos de la sed, hermanos del salto, hermanos del vuelo. Los une el haber salvado a una mujer en el desierto, primero. Luego, el haberla salvado de ahogarse en la fuente. Los hermana el pozo. Los hermana la invención del mordisco. Detrás de la piel del lobo está la piel del pájaro. Los une el tenue contacto con la sonámbula de cráneo transparente. En torno a ellos nacen y desaparecen algunas ideas que giran en círculo. La soledad es su música. Los deseos ocultos son su música. Aquello que castiga desde todas la vidas es su música. Donde las aves y las bestias tienen frío, ellos arden. Ni aves ni bestias comprenden la voluptuosidad del ala, la fruición del aullido, el goce de la sonámbula salva. Es tenue la diferencia entre los gestos del pájaro y las pasiones del lobo. Es tenue la diferencia entre la sed y el desierto. Tenue la diferencia entre la mujer sedienta y la mujer saciada.
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AMANTES

Es tenue la diferencia entre el pescador y la luna. Un esfuerzo insignificante bastaría. Decir basta con la palabra basta, habría bastado. Decir basta de pronto, o más bien poco a poco, o más bien súbitamente. No son estos cadáveres los que respiran de la llama. Aquí todos están muertos. Muertos y repetidos. Hagamos algo que pueda restaurar los límites del espejismo. Seamos amantes, volvamos a estar vivos. Seamos simplemente la amante y su poeta. O la poeta y su amante. O el pescador y la luna. Bastaría la palabra basta montada en el pez desnudo de sus heridas. Y que tomen del río lo que quieran. Que nos vacíen los bolsillos. Unas monedas no alcanzan a pagar el hastío. Basta es la palabra del comienzo. Basta se pronuncia con todos los ruidos humanos. Basta es la palabra que hace transparente al hombre. Basta de destruir las víctimas amadas. Basta de dar vuelta la cabeza hacia otras cosas. El pescador y la luna se hacen uno solo para el pez desnudo de sus heridas. La palabra se eleva como un objeto del silencio. Queda sobreentendida pero no realizada. ¿Cuándo somos nosotros para nosotros? Nos echamos llave para no decir la palabra basta. Es difícil pronunciarla. Sus cinco letras pesan como cinco ataúdes. Es más fácil enterrarse en la luna, tajearse el alma, morir de asfixia, morir sin muerte. Basta es la palabra más desnuda y sólo el pescador puede hundir sus dedos en ese fondo de luz absoluta.

De Tenue es la diferencia
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Foto: tomada de letrasmacondo.blogspot.com

2 comentarios:

hugo luna dijo...

q maravilla Irene... graciassss

Irene Gruss dijo...

¿Vio, vio? Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char