JULIA SARACHU
(La Plata, Argentina, 1976)
Pampa
A través de la pampa
continua
yo
soy el único accidente:
sobre mi cuerpo
se pliegan los caminos
se dirigen los rumores
que anuncian
la descarga eléctrica
contra mí.
Desde aquí la mirada
multiplica su alcance
reproduce
a mi alrededor
un remolino microscópico
de transformaciones.
***
Sueños de horror
Hasta donde llegan esta noche mis sentidos, escucho el coceo,
los animales de todo el mundo se enfurecieron, presintieron
la extinción y furiosamente se enredaron en el anillo embrujado
todas las calles cubiertas de polvo, todos los horizontes llenos de humo
alarma mortal de los cuerpos poderosos, oscuridad anulada
desde todos lados un coceo ahogado de cascos
como si por un terremoto se hundieran las cadenas montañosas
o como si los océanos desbordaran las orillas
o las estrellas se desterraran del cielo vengador,
una desgracia sola, terrible, indescriptible
este temor nunca será comprendido por el hombre,
no hay salida, no hay salvación, manadas enfurecidas
crecen, se aprietan y se derriban una a la otra,
se clavan, tiemblan de horror y echan espuma,
producen estrépito y aúllan, obstinadamente se enfurecen y mugen,
se sofocan y avanzan hacia el anillo embrujado, regurgitan,
caen y se levantan, se arrancan los ojos, rugen,
aúllan roncas, desgarran sus tripas, resollan,
así vibran por todo el universo oscuro,
aúllan sin cesar, mugen y se pisotean
se empantanan a través de su sangre, aúllan a la última
angustia del mundo, caen, aúllan, resollan, mugen
y sin ayuda se extinguen en sí y en mí.
***
El poema del tiempo
Dicen: el tiempo del poema declina,
el hombre vendió lo que le sobraba,
cansa conseguir lo que falta,
el miedo a la muerte destruye
una poética tras otra,
lo que escribimos, son solo signos,
solo el loco es, lo que no es.
Todos estamos en un espacio agotado.
El tiempo declina y vuelve a surgir.
Cada tema es milagroso.
Cada desorden es remedio.
La fuerza y la inquietud no cesan.
El hogar partió hacia el extranjero
como una joven frente al espejo,
que se alegró al ver su rostro;
el mar es inmensamente profundo.
Ahora estoy volviendo, querida mía.
Resplandecen las primicias en la mano de la jardinera.
Su gesto se renueva siempre.
La copio en el tatuaje
de todo lo que está vivo y pierdo el miedo.
De las siete heridas de la sagrada locura
se desprende una embriaguez increíble del lenguaje.
Me marcho hacia las regiones salvajes.
Convertí todos mis campos en tierras baldías.
La reina copula incesantemente.
Me van a reconocer por los pies descalzos
y por el sueño profundo sobre la montaña,
que se fue con el profeta.
**
Foto: tomada de www.fipr.com.ar
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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