domingo, 12 de agosto de 2012
Las otras plantas mueren
Otro poema de
ESTELA FIGUEROA
(Santa Fe, Argentina, 1946-)
I
La enamorada del muro
no sabe cómo es el muro.
Pero seguro siente su humedad
cuando ha llovido.
Su aridez
en tiempo seco.
La enamorada del muro
depende del muro.
A él se aferra.
Si el muro cae
ella se desparrama
como una cabellera sin cabeza.
A veces es tímida
y cubre sólo la base
como una mujer arrodillada
que abrazara las piernas de un hombre.
Y a veces —qué deseo
y qué orgullo caben en ella—
cubre no sólo el muro
sino toda la casa.
II
Todo amor nace
a partir de una pequeña confusión.
Nadie puede decir con certeza
si es el muro el que sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene al muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas carencias:
la enamorada del muro no florece.
Tampoco el muro.
III
Visto desde afuera
la impresión general es de una gran belleza.
¿Pero quién puede alejarse para mirar
cuando está enamorado?
El muro no ve el hermoso conjunto.
Ve pequeños tentáculos
que se clavan en él.
La enamorada ve el muro descarnado.
“Él es el hueso que me da forma.
Yo soy la carne que le da vida.”
IV
Vampiro en el jardín
Ningún jardinero
la recomendaría.
La enamorada del muro
tan pródiga con el muro
tiene un rol muy cruel en el jardín.
Está en su naturaleza apropiarse
de toda la humedad del terreno.
De modo que mientras ella se expande
y se demora tiernamente en el abrazo
las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle?
Una mujer enamorada es capaz
de atravesar sin ver una ciudad bombardeada.
Los ojos fijos en los labios de su amor.
No hay culpa
en la pasión.
“No permitiré que nada
ni nadie
te haga daño
amor mío.”
En sí misma
Sólo una loca pudo
enamorarse de un muro.
Un muro no habla.
No escribe cartas.
No florece.
Cubierto totalmente por las hojas
deja de ser visible.
Hasta se puede dudar de su existencia.
“No es eso
hija
lo que te enamora.
No es el muro.
Es tu esplendor.”
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
4 comentarios:
Justo estuve releyendo la obra de Estela (conseguí su libro por un amigo de Santa Fe que me lo regaló) Es muy dificil conseguir acá en Baires libros de ella y es una pena. Una gran poeta y no tan nombrada ni leída.
Así es, una gran macana. Gracias, Irene
Hermosa Estela! A cuál libro pertenece este poema Irene?
Desconozco, Mariela. Irene
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