Tomada de lanausea2000.blogspot.com |
(Loulé, Algarve, Portugal, 1938. Reside en Lisboa, Portugal) |
En este espacio cruel
donde me pierdo donde me encuentro
en este espacio cruel donde el desierto
nos da por compañía a los propios huesos
y la muerte refleja la desnudez de quien
en el amor viajado contempla
de frente al sol
En este espacio cruel donde por los huesos
somos abandonados a la propia compañía
y nos perdemos si nos
encontramos
En este espacio cruel
la muerte nos domina y a la muerte
dominamos
***
UN CUERPO UN PAÍS
primera biografía
Frente al mar
mi cuerpo ardiente y desnudo de marinero por la sangre.
Me hierven en las venas
un millón de olas en reposo
En mis ojos pequeños y nostálgicos
—imagen de mi soledad inmensa—
el abrazo que me une a ti
oh mar
¡dios pagano de mirada luminosa y bella!
Recibe oh mar este afluente silencioso
que hacia ti corre
y contigo se confunde:
el líquido canto a quien me uno
por el drama de no ser sólo tuyo.
Traducción de Xosé Lois García
***
Ni los sabios saborean
el sonido del silencio: el no y el sí
se aproximan
en la hierba secular; el rocío las hojas
cansadas los pájaros del cerezo
recorren el camino dos mil valles
el valle dos mil lagos
donde el silencio no existe. El maestro
sentado a la sombra de su árbol
escucha el canto del pescador que flota
en el azul del viento
y ya no pregunta si el mundo va bien
si va mal.
***
Un hombre
va en su cuerpo
y de repente
cae. Oigo
desmoronarse
la sílice del corazón.
Y oigo también
la tierra y el aire
que acogen los huesos
del hijo pródigo.
En sí, este acontecimiento
no es original
pero duele. El viento
de Otoño
muerde mis huesos
y duele.
***
Hubo un tiempo en que recitaba
versos esculpidos en buena piedra.
La muerte no existe. Existía.
A la sombra del polvo se acumulaba
el reflejo de los espejos
tantas veces quebrados, astillados
en el suelo de los días. Leo
el pálido fuego
en la piel de las cosas que me tocan
leves —partículas
de plomo que se van instalando
en la flor de los huesos. Hubo un tiempo
en que yo decía
lírica filosofía
que la muerte va con las aves
y llega con los ríos. Ignoraba
que también mis ojos
parten tristes.
***
Empiezo a creer que hay dioses
pues me protegen. Tengo 66 años
Y bebo y como y amo como si tuviera
30. Empiezo a creer en esos cabrones
en los que nunca creí –o que sólo habían sido
acné adolescente. Ahora
miro las estrellas, tan pacatas
y pienso: me iluminan sin
quemarme. Miro a las mujeres
y pienso: las amo porque no hay hierba mejor
que la mierda luminosa que ellas son.
Sus nidos me acogen y no
me asfixian. Sus bocas se abren tristes
y salgo de ellas como un pájaro
en el cielo azul. Y ellas, rastro de los dioses,
sonríen.
Traducción de Montserrat Gilbert, editorial Olifante
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