lunes, 15 de julio de 2013

El puro movimiento de la epopeya

ANAHÍ MALLOL

(La Plata; Buenos Aires, Argentina, 1968)

Blue fishes

Naked girls
navegan
el anonimato
del cyberespacio
una calle
cualquiera de París
vacía de gente:
el lugar
perfecto para el crimen
víctimas que cambian
el nombre el aspecto
el género la orientación sexual.
Hay que mantener
la línea caliente
para llegar a ser
una auténtica
artista del trapecio
sweet enough to eat
abandonada sola
en la luna
sin su nave
como si dijera
"lo que podés obtener
es lo que se ve".

Agorafóbica elegante
se disfraza de Gatúbela:
a fin de cuentas
cuando muera
sólo quedarán
los huesos
y una prótesis
de bioplastic
(pleasures
like a flash).
***
16

cuando es recién
devuelta a las aguas
desde la barca
del pescador
se sumerge hasta el fondo y desaparece
para emerger
un momento después
arrastrándose sobre una prominencia
de suelo lacustre:
una tortuga enorme e increíble
de color pardo amarillento
bajo las aguas a oscuras con el sol
reluciente en su cabeza
sin duda hermosa
si se mueve en su elemento
elegante y poderosa
camina por el fondo sin temor
reina de todo
lo que halla bajo el agua
donde ha estado desde siempre
y observó caer las heces
de los dinosaurios
que fertilizaron
un mundo menos viejo
y más frágil
que su caparazón
que parece dibujar
en su calmosa simetría
el puro movimiento de la epopeya
contra el fondo
de indiferencia
de la mirada
***
Bad Girl reading in a Garden


Llorando toda la noche
un detalle
tras las gafas estrelladas
de plástico
multicolor
infantil
toda ella:
los ojos tristes
la melena hasta los hombros
una nena mala
de pelo castaño
casi un muchachito
con esas rodillas
lastimadas
-Qué raro
dice la lluvia
aquí
todavía
no cayó-
respira hondo
los nervios del placer
tan al descubierto
tan oculto
los pechos
que abultan apenas
la blusa de vichy
blanca y rosada
dolores
tendida en un jardín
leyendo
¿a Carroll?
sin saber de otro aliento
que jadea húmedo
en el verano
de la nuca
en la tensión
de quebrar
con los labios apretados
esa fragilidad
de los trece años
con los abrazos
de un viajero encantado
que recorre
corroído por la hipnosis
de la primera vez
la vasta extensión
del desierto americano
el dolor
de la voz
cuando dice
soy tu padre
y hablo claro
y te quiero
y sólo es
otro
hombre celoso
en el lugar
equivocado.
***
43.

como una perra oye
el sonido de la tormenta
o su fragor
antes de ver
el cielo quebrado por el rayo
la calma vibrando con el trueno
se asusta se refugia
en cualquier lado
y entonces empieza a llover como si
su miedo mismo fuera el que
prefiguró esa tormenta
escucho en el silencio de la ausencia
la próxima catástrofe
me tapo
con las frazadas
en la cama grande
espero que vuelvas pero sé
que es tarde
que nadie vuelve
de ese lugar
en que ya no
ya no se dice
nada.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char