SARAH ARVIO
(Filadelfia, EE.UU., 1954)
Entonces hablé dentro en la espiral de tu oreja
No es esto amor oh mi brujo mi señor
¿Llamarías a esto guerra o riña?
Todas estas arduas palabras se escucharon en mis oídos
Nuestra palabra acumulada es más dura que un hacha
Más pesada que un corazón sobre un camino de guerra
No dije que tú me emputecieras no nada de eso
Puedo oírte tosiendo en el amor guerra
La deformación de nuestras palabras en el campo de guerra
Cómo me tendrías si yo te tuviera
Cómo me dejarías si yo te dejara
Tocando mi cabeza y mi sien
Manoseando mi copete mientras tocas mi piel
Me pregunto si un cuchicheo es justificado
¿Me escucharás si hablo en tonos bajos?
Un grito y llanto ¿me escucharás si grito?
aquí aquí quiero decir me tendrás aquí
ensartando el espacio con el sonido de la palabra
Con el amor acumulado oído en tu oreja
esto es amor ¿no lo es? una guerra en tu oreja
amor amor una palabra en la espiral de tu oreja
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Traducción de Víctor Manuel Mendiola
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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