jueves, 19 de septiembre de 2013

Esta manera de ser que confunde a toda gente

PATRICIO TORNE
(Helvecia, Pcia. de Santa Fe, Argentina, 1956)

Materialismo dialéctico

Yo vengo de una casa descuidada.
En ella cualquiera entraba sin permiso
ni justificación alguna salvo la de saciar
sus propios deseos.
El lechero, por ejemplo, cada mañana
abusando de todas y cada una de mis hermanas.
Leche en abundancia para ellas, que vinieron,
con el tiempo, a representarlas concienzudamente
como holando-argentinas y helvecianas.

No es casual y aquí se explica el por qué
me espanta la aparente fugacidad de los vendedores
ambulantes: heladeros; afiladores de cuchillos; verduleros;
pescadores; buscavidas de todo tipo, siempre atentos
a cualquier descuido de mi parte.

Mi padre, sin embargo, quiso –sin poder–
poner algo de orden. Lo único que consiguió
–lo pienso ahora– es lucir una mortaja
proporcionalmente blanca y bordada
a su desesperación, ya sin problemas en la próstata.

En mi casa entraban los perros; los suicidas;
los atorrantes de toda laya, y organizaban
campeonatos de fútbol, después de comerse
lo que había en la fiambrera.
Uno de esos atrevidos –el turco negro–
confundió mi cama con la de mi madre,
y desde entonces
vive enamorado de mí, igual que lapa adherido a la piedra,
lo llevo en cada instante, y escribo cosas con qué satisfacerlo,
o espantarlo definitivamente.

La cuestión sería despertar, y saber que ya no duerme
a mi lado, recordándome la casa en que me crié.
Esta manera de ser que confunde a toda gente
señalando como extravagante lo que sólo fue indigencia.

Del libro homónimo, Ed. deacá, 2013


1 comentario:

*** dijo...

Que bueno está!!!

Como una fruta madura y dulce.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char