martes, 8 de octubre de 2013

Sin embargo, el problema no era de forma sino de fondo

MIGUEL ÁNGEL PETRECCA
Tomada del blog club de traductores literarios de baires

(Buenos Aires, Argentina, 1979)

El Maldonado

Cuando las lluvias continuas del invierno
engrosan una vez más su cauce escondido
y el empleado de la inmobiliaria que cruza
por los cuartos vacíos de una casa en venta
se apura a dar por terminada ya la visita,
temeroso de que el potencial comprador
perciba la subida del agua en el barrio,
en los remolinos de las bocas de tormenta
atascadas con tanta basura y hojas secas
se ve el ímpetu de este dios entubado, cloacal,
al que ingenieros, planificadores urbanos,
los artífices de túneles aliviadores,
se esfuerzan por borrar de nuestra memoria
sin ningún éxito. siempre cada año
el arroyo convertido de golpe
en río caudaloso sube a la superficie
de la avenida y a los pies de los peatones
deposita objetos perdidos, repugnantes:
todo lo que se cuela sin querer
por las alcantarillas o atraviesa el laberinto
de los desagües vuelve a subir hasta nosotros,
y revirtiéndose por unos pocos días
la tendencia más que centenaria del río
a perder terreno frente a la ciudad,
recaptura en un contraataque relámpago
territorios: y después, así como vino
retrocede, dejando detrás suyo nada más
en las puntas de los zapatos ya secos
un barro quebradizo que se deshace
en el aire como la amenaza intangible
de estos días de carnaval en que desfilaron
por las calles nuestros dioses olvidados.
 ***
Novelista

Será posible entonces que todo cobre sentido de repente,
como si agarraras diez años de tu vida y batiéndolos rápido
los volcaras en el formato preexistente de una novela?
No es tan fácil, parecen repetir, una y otra vez,
hombres que miran desde la ventana de un bar.
Ellos también se hicieron la misma pregunta antes,
mucho antes de que en vos naciera el germen
de esta fuerza que te obliga a caminar en redondo.
Algunos, tras responder negativamente,
dedicaron otra década a amaestrar un perro,
cultivar tomates en el jardín de su casa o convertirse
en coleccionistas de un objeto antiguo y anodino.
Cuando más tarde volvieron con ímpetu a la carga
buscaban mentalmente moldes donde verter su vida:
diez años acá, cinco allá, veinte en una frontera.
Sin embargo, el problema no era de forma sino de fondo.
No estaba, como el vino, añejándose en una bodega profunda
la experiencia, esperando el momento del descorche;
había escapado, quién sabe bien cuándo y por qué orificio,
dejando en su lugar como un inmenso depósito
donde flota, sin llegar a evocar nada, un perfume familiar.
 ***
Las cosas

Las cosas que hacen furor, las que pasan sin pena ni gloria
en algún lado se reúnen, discuten sobre su pasado.
Árboles y personas, zapatillas con el dibujo de la suela
todo gastado igual que una cara en un sueño
en algún lado se reúnen, hablan sobre su pasado.
Esa taza, y la chica que da el informe del tiempo,
y el repasador colgado que filtra el paisaje,
y el portero, que tuvo un pasado antes de ser portero,
quieren reunirse en alguna parte a hablar sobre su pasado.
El hijo quiere crecer sólo para llegar hasta ahí,
para hablar de su padre con su padre, para mirar
desde una terraza el barrio y hablar sobre su pasado,
y el pasado del barrio, y después bajar corriendo las escaleras,
y alejarse para siempre en el primer taxi que encuentre.
***
En la barranca

Un judío y tres rusos, dos judíos, cuatro chinos,
un peruano, dos negros, un boliviano, un chino,
de casa al trabajo, del trabajo a yoga, a coto,
del trabajo al chino, al trabajo, a casa,
online, off line, dos coca colas, un judío,
otoño, otoño, cuatro bolivianos y un ruso,
online, una coca cola, una cola de dos o tres,
una cola larguísima y en la cola un peruano,
invierno invierno oh, una coca fría,
una cola lenta y en la cola un chino solo,
bilingue, un argentino monolingue,
un ruso que dice gracias, gracias, grrrr,
primavera, un kiosquito, un súpermercado,
que florezcan miles de kioscos y en la vereda un ruso,
que florezcan miles de supers y en la vereda
un chino de pie fumando, verano, venceremos,
verano, ehhh! verano, spaziva, spaziva.





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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char