LAURA GARCÍA del CASTAÑO
(Córdoba, Argentina, 1979)
El simple gesto de irme
Esta noche en que todo es real, un estado del mundo,
Vivir es una palabra mal pronunciada pero bien escrita.
El silencio es la palabra más corta y el sentido más extenso de la verdad.
Tomo el vino que otro sirve,
la música insiste en su complicidad de beber.
Las horas pasan de una calma a otra
como de un túnel subfluvial a otro.
Viven y mueren en la misma calma.
La tristeza ha crecido casi a la par
es precaria e iluminada como una casa humilde,
es tranquila y espaciosa como la nada absoluta.
Yo me ocupe de esta ausencia, viví en ella.
En esta noche en que todo es infalible
como el cálculo mortal
de poner una piedra en el centro de una mesa,
la muerte es lo único pendiente.
Me siento en esa mesa que está detrás de todo.
La uso para llamar a mis muertos,
para rodearme de sus vicios,
para abrir la lluvia como el telón de un acto maldito.
En el centro de lo visible: lo invisible. Lo obstinado.
El que se dirige de todas partes, el bendito, el viajero
el que ensancha los caminos, el siempre mudo.
La piedra es blanca y está limpia
porque ha sido desenterrada de su corazón.
La tierra del corazón es antigua y es secreta.
Espero la herencia del padre,
montado sobre el león que mató al hijo.
El día es un animal sediento que viene a beber el agua
de mi corazón.
De dónde sacaré más agua?
De qué fondo o herida, de que hueco o trampa?
Brota como la sangre cuando es turbia y es lógica.
Me pinto, y mientras lo hago pienso
que este maquillaje también es mi fondo.
Que nada hay detrás de esta piel que estos rubores no griten.
Los labios rojos marcan el camino del odio
Los ojos están delineados pero la mirada sin delinear
Un hilo oscuro que separa un resto de ceguera
no despierta.
La sombra del mundo, su obstinado prejuicio empapa mis mejillas.
El tiempo es una injuria que ya no desmiento
Mis manos de trabajar están atadas
Mis manos de acariciar sin curtir
Mi historia es una desmemoria de lo que no incluí en ella
Mi nombre es la exclusión de los nombres
que no se atreven a nombrarme.
Esta noche, desde este centro y esta mesa
emprenderé el viaje,
pero no será más que un detenimiento,
una inmovilidad a cuestas
Esta noche
me iré por algo
que realmente me despierte
o por el simple gesto del irme.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
1 comentario:
No se sale ilesa de la lectura de Laura. A veces parece una cuestión casi física. La leo y me siento violentada, magullada, como si me hubiese pasado horas sosteniendo la mirada de un oso con los míos, temiendo el predecible ataque en el momento imprevisto, en guardia, y a la vez absorta en su salvajidad y belleza. Para al final darme cuenta de que ese oso al que temo no es otro animal que yo misma, toda mi brutalidad, mi animalidad torpe y devastadora, como ese oso de uno de sus poemas que quiere sostener al pez que salta en el río pero lo ensarta con sus zarpas. Hay que asumirlo, así vivimos....Es brutal, pero bello...Abrazo para ambas!
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