martes, 1 de abril de 2014

Su amor es un anhelo sin sentido

Louise Bogan

(Livermore Falls, Maine, EE.UU., 1897-Nueva York, id., 1970)

Mujeres

Las mujeres no son insensatas,
en su lugar son prudentes,
satisfechas en las cálidas y estrechas celdas de sus corazones
de comer pan espolvoreado.

No ven ganado pastando rojo césped invernal.
No escuchan
al aguanieve caer en las alcantarillas,
superficial y claro.

Esperan, cuando deben volver a sus jornadas,
se atiesan, cuando deberían cimbrarse.
Usan contra sí esa benevolencia
de la que ningún hombre es amigo.

No pueden pensar en muchas cosechas para un solo campo
o en madera finamente tallada por un hacha.
Su amor es un anhelo sin sentido,
muy tenso, o muy laxo.

Escuchan en cada susurro que les dirigen
un grito y un llanto.
Como si nada (mientras toman vida a través de los umbrales de sus puertas)
deberían dejarlo ir.
**
WOMEN

Women have no wilderness in them, 
They are provident instead, 
Content in the tight hot cell of their hearts 
To eat dusty bread. 

They do not see cattle cropping red winter grass,
They do not hear 
Snow water going down under culverts 
Shallow and clear. 

They wait, when they should turn to journeys, 
They stiffen, when they should bend. 
They use against themselves that benevolence 
To which no man is friend. 

They cannot think of so many crops to a field 
Or of clean wood cleft by an axe. 
Their love is an eager meaninglessness 
Too tense or too lax. 

They hear in any whisper that speaks to them 
A shout and a cry. 
As like as not, when they take life over their door-sill 
They should let it go by.
***

No puedo creer que el inescrutable universo 
gire en un eje de sufrimiento; 
seguramente la extraña belleza del mundo 
debe descansar en alguna parte, 
en gozo puro. 
**
I cannot believe that the inscrutable universe turns on an axis of suffering; surely the strange beauty of the world must somewhere rest on pure joy! 
***
El sueño

Oh Dios, en el sueño el terrible caballo comenzó
A piafar en el aire, tratando de alcanzarme con sus golpes.
Por sus crines se derramaba el miedo guardado durante treinta y cinco años,
Y un desquite igualmente antiguo, o casi, resoplaba por su nariz.

Cobarde total, yacía y lloraba en el suelo
Cuando apareció una fornida criatura y saltó hacia las riendas.
Otra mujer, mientras yo yacía medio desvanecida,
Saltó en el aire tratando de asir el cuero y la cadena.

Dale, me dijo, algo tuyo como talismán.
Arrójale, me dijo, alguna pobre cosa que sólo tú poseas.
No, no, grité, me odia; está ansioso por herir,
Y que yo me rinda o no, es lo mismo.

Mas, como el león de la leyenda, cuando arrojé el guante
Arrancado de mi sudorosa, fría mano derecha,
La terrible bestia, que nadie puede entender,
Se acercó a mí y bajó amorosamente su cabeza.
**
The Dream
O God, in the dream the terrible horse began / To paw at the air, and make for me with his blows, / Fear kept for thirty-five years poured through his mane, / And retribution equally old, or nearly, breathed through his nose. // Coward complete, I lay and wept on the ground / When some strong creature appeared, and leapt for the rein. / Another woman, as I lay half in a swound / Leapt in the air, and clutched at the leather and chain. // Give him, she said, something of yours as a charm. / Throw him, she said, some poor thing you alone claim. / No, no, I cried, he hates me; he is out for harm, / And whether I yield or not, it is all the same. // But, like a lion in a legend, when I flung the glove / Pulled from my sweating, my cold right hand; / The terrible beast, that no one may understand, / Came to my side, and put down his head in love.
**
De Body of this death: poems, R.M. McBride & Company, New York, 1923.
Poesía norteamericana contemporánea, William Shand y Alberto Girri, Distribuidora Mexicana de Libros, México, 1976

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char