lunes, 31 de marzo de 2014

Las fábricas hacen corazones sangrantes

Michael Dransfield 

(Australia, 1948-1973)

El día una vez

La gran ciudad tiene cien millones de cuartos
de modo que cualquier combinación es posible
en un minuto el cielo es sangre y en el siguiente es gris
algo sucede
un edificio cae
uno se alza
hay guerras
nadie gana
las acciones suben sueldos precios
políticos visitan suiza
el clima es saludable allí y convierte todo en oro

Leonardo cabalga con los Borgia
esperando libros
esto será contra él
cabalga un caballo blanco
no toma parte en la matanza
a veces diseña una máquina de sitio
lamenta las ciudades en ruinas
le darán un castillo
necesidad histórica:
para entender una persona hay que llegar a ser esa persona
en el océano
en el centro del cielo
nada se mueve
pureza total
el ojo del huracán

y en el desierto
un hombre quemado por el viento
camina en la noche hacia Rigel

el planeta gira es un molino
nada se detiene
nada debe ser enfrentado
en un lado las fábricas hacen corazones sangrantes
en el otro estrellas rojas
estos son sus tótems
el masoquista adorado
las chispas del fuego del fusil

después que comience la destrucción,
todo, incluso la regeneración
es movimiento hacia la muerte
los pobres construyen sus barriadas sobre la tierra
y los ricos van a cazar
nada debe vivir
incluso cazan los insectos
un pájaro hecho por el hombre se eleva hacia lo alto
para esparcir muerte en los campos

el escritor de literatura está en su cuarto
y ha cerrado la ventana
la música de un altavoz ahoga los gritos
y el fuego de artillería escribe con mucho afán
no se oye la puerta detrás de él que se abre
ni la estrella roja que sigue.
***
Pas de deux para amantes

La mañana no debería
ser compleja.
el sol es una semilla
arrojada al amanecer en el largo
surco de la historia.
Despertar
e irse
sería tan simple.
Sin embargo
cómo la
primera luz
hace dorados sus cabellos
en mi brazo.
Cómo entonces
podré irme
y dónde iré. El día
está tan avanzado ya con el compromiso.
***
Diferencias

Una multitud de amigos
de la ciudad
pierdo sus nombres
sólo por la manera
como hablan
la manera como están tendidos cuando duermen
o sus reflejos en la laguna
los conozco.

(Traducción Oscar E. Aguilera F. © 2001)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char