WILLIAM JOHNSTON
(Montevideo, Uruguay, 1967)
LA VISITA DEL PASTOR CARLEY
Desde aquí veo al pastor Carley con su largo saco
caminando en dirección a esta casa
y el viento comienza a soplar desde su cuerpo a las barcas.
Hasta cercano al anochecer, el pastor me visita
como siempre lo hace en los primeros miércoles de cada mes
desde la muerte de mi hermana en junio pasado.
Se quejará modestamente de la administración de la parroquia,
me aconsejará leer las aventuras de heroínas victorianas
y, a propósito, mencionará cada siervo por sus virtudes.
Desde aquí veo al pastor Carley con su largo saco
más acá de la línea roja de las amapolas
sujetando el sombrero ante un golpe de viento,
con su paraguas roto que le alcanzaré al salir.
Y luego, cuando el viento se vuelva contra las ventanas del sur,
encenderé el fuego en honor a manes, lares y penates,
dando gracias que fue por ellos
corta la visita del pastor Carley.
***
Abuela borda una sirena...
Abuela borda una sirena
Mis hermanas les dan cuerda a los pájaros embalsamados
Para que canten una vez hacia la sombra
Y el aire se condensa en la gota de azogue
De aquel espejo circular donde sólo yo era el rey.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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