lunes, 9 de junio de 2014

El flaco ladrido de los perros

Tomada de who-by-fire.tumblr.com
HERTA MULLER
(Rumania, 1953)



«La poesía la veo como una oración para personas no creyentes como yo. Cuando iba a los interrogatorios de la policía, recitaba interiormente poemas. Me daban fuerzas. Fíjese que cuando hay dictaduras, la gente lee mucha poesía. E igual en los campos de concentración, en las cárceles. Uno no pierde la fantasía porque tiene miedo a morir. La poesía no sirve para embellecer la realidad, sino para transformarla, para hacer justicia. Yo al principio no leía literatura, me basaba en las experiencias de la vida, pero no encontré las respuestas a mis preguntas en la vida, las encontré en la literatura.»
Herta Müller. La Vanguardia.
***
II

Entonces vino un hombre con un diente
de oro me preguntó qué es un
paralelogramo entonces dije yo pues no
lo sé entonces dijo no importa madame
conozco a dos que lo llevan como baratija
consigo pero también como plantilla del calzado en
días especialmente fríos entonces dije yo si
así lo dice conozco también a uno
personalmente
al otro
de oídas
eso me alcanza ya
bien ordenadamente
para este malestar
**
3

Madre se convirtió en una ortiga
Padre se convirtió en un álamo
en lugar de esto me dijo uno
durante la cena
todo amor se nos convierte en lampazo
yo sé en lo que él se convirtió
y cómo yo me empaqueto
pero me gustaría ser la espuma
en la boquilla del clarinete
el penumbroso dinero de los ladrones
o el flaco ladrido de los perros
contra la marca de las costillas de una chaqueta.
**
6

Y nada acaba
en el alfabeto de la angustia
tan cabezacaninamente pesado
y a la vez lagartijamente delicado
como el presente.

Traducción de José Luis Reina Palazón
De Los pálidos señores con las tazas de moca E.D.A. (Ediciones de aquí) Libros, 2010.

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char