María del Carmen Colombo
(Buenos Aires, Argentina, 1950)
La mujer sigue siendo gata y pájaro.
O, en el mejor de los casos, vaca.
F. Nietzsche
I
un caballo
en la pampa
de papel
nervioso inquieto
movimiento
del sonido
sin parar en la noche
en el desierto pozo oscuro
el eterno
II
en el inmenso sitio pampa
un caballo
de luz un espejismo
fluyendo
sin parar
llama de coces voces
ese torrente
ese sonoro
llamado
caballo
III
un modo de montar
cuando fundo la palabra
confundo caballo con
jinete: una sola cosa
cuando la cosa sólo
es una: el modo
la manera de montar
un oscuro caballo
cuando sola y mortal
confundo
la montura y fundo
el eterno
caballo del fluir
cuando una sola cosa
IV
pobre mortal montura
que al eterno caballo
del fluir enamora
y se adormila con la luz
arena diamantina
de su ingenua oscuridad
V
triste yovaca
gimes tu condición
de alverre: dar
vueltas y vueltas
la que no fue
alrededor de la casa
de la pampa oscura
ser la que no
alverre vaca
VI Caída
de la tara del árbol
de la duda
vaca yendo
a su suelo de tierra
a su lugar
cayendo
va cavando el
suelo de la tara de
su tierra dura
duda y abierta herida
en su cavar: hueco
que va llenando
lleno por donde vaca
yendo herida
abierto cielo de su herida
desierto suelo de su dolor
sentido
duelo consuelo
a su vacar que a cábala
llenando
valle nando
De La muda encarnación (1993), segunda edición, Aurelia Rivera, Buenos Aires, 2006
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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