martes, 29 de julio de 2014

Incluso las olivas sangran

CHARLIE DONELLY

(Dungannon, condado de Tyrone, norte de Irlanda, 1914-España, 1937)

En julio de 1936, nada más estallar la guerra civil en España, el Congreso Republicano comenzó a movilizar voluntarios para las Brigadas Internacionales. Charles Donnelly regresó a Dublín con la intención de organizar a los voluntarios irlandeses. A finales de 1936, se enroló en las Brigadas. Entró en España el 7 de enero de 1937 instalándose en Albacete, donde se incorporó al contingente irlandés dirigido por su amigo Frank Ryan y conocido como la Columna Connolly.

El 15 de febrero de 1937, después de recibir una formación militar rudimentaria, el Batallón Abraham Lincoln y la Columna Connolly, integrados en la XV Brigada, hicieron su bautismo de fuego en la batalla del Jarama, cerca de Madrid. Donnelly entró en contacto con el frente el 23 de febrero, cuando lo nombraron comandante de la compañía. El 27 de febrero, su unidad fue enviada al asalto frontal de las posiciones franquistas del cerro denominado El Pingarrón. Donnelly y su unidad se encontraron bajo el fuego de ametralladoras todo el día, con enormes bajas. Al anochecer, los franquistas iniciaron el contraataque. Un veterano canadiense recordó:

… corrimos para cubrirnos y Charlie Donnelly, el comandante de una compañía irlandesa, se cubrió detrás de un olivo. Cogió un puñado de olivas de la tierra y las fue exprimiendo. Lo sentí decir algo lacónicamente, en un respiro en el fuego de las ametralladoras: Even the olives are bleeding (“Incluso las olivas sangran”).
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LA TOLERANCIA DE LOS CUERVOS

La muerte llega abundante desde problemas
resueltos sobre el mapa, desde sabias disposiciones,
desde ángulos de elevación y de tiro;

llega inocente desde artilugios que los niños
querrían usar y guardar bajo su almohada,
e inocentemente empala cualquier cuerpo.

Tras la carne cae también la mente,
sale el pensamiento de la mente y se tronchan
los proyectos enfocados a la meta ansiada.

Se detiene el avance del veneno en los nervios.
Colapso de la disciplina.
El cuerpo sólo espera la tolerancia de los cuervos.

Traducción extraída del libro Bob Doyle: memorias de un rebelde sin pausa.
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Corazones heroicos

El hielo de los corazones heroicos sella la tierra ensangrentada
Donde las cosas absurdas toman forma
Para mostrar en fragmentos de amabilidad lo que el tiempo ha enterrado
Y llorar a la música bajo una tormenta de aviones.

Haciendo que las firmes cabezas sean sacudidas, que los músculos tiemblen
E intentar que la boca recuerde la ternura de viejas habilidades
El hielo de los corazones heroicos sella con hierro la mente.

Allí nuevos miembros creados para abrazar la amistad
Se derriten como la cera. Allí sólo (hay) plantas sin hojas
Y una tierra que recuerda con desinterés.

Aunque encadenadas a la tierra,
se mueven entusiastas sobre el mapa grabado en esta
Corriente de acero. Sacudiendo sapos, columnas armadas
Rompen por muros de piedra o hueso sin aviso.

Mandíbulas encuentran un nuevo destino con la carne, la cintura
Cimentados y ciegos, el nuevo destino de las mujeres.

En Las mujeres y las guerras, de Mary Nash y Susanna Tavera. Icaria 2003.
(Charles Donnelly murió en el frente en 1937)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char