domingo, 27 de julio de 2014

Pero no te complazcas en la pena, ojo de ratón del petirrojo



John Berger
(Londres, 1926)

Prefacio

Tengo la sensación de que mis poemas no están datados, que todos 
fueron escritos en un mismo momento intemporal. Sin embargo, 
aquí aparecen en un orden más o menos cronológico, solo porque no 
encuentro otro que tenga más sentido. Ordenarlos, por ejemplo, por 
temas, sería negar la poesía misma. Podría agruparlos en torno a los 
lugares, los pueblos, las ciudades y las estaciones de ferrocarril donde 
los escribí. Pero ¿dónde está uno realmente cuando llega un poema? 
En ningún lado, sin duda.
De modo que parece que lo mejor es ensartarlos cronológicamente en 
el hilo de la vida, como si fueran cuentas. Este hilo abarca un periodo 
de unos cincuenta años, desde 1955, cuando todavía no había cumplido 
los treinta (los apasionados poemas escritos con anterioridad a esa 
fecha se han perdido), hasta 2008, cuando ya tengo más de ochenta. 
La palabra inglesa para «cuenta» o «abalorio» es bead y se deriva 
de la forma medieval bede, bed, gebed, que significaba «oración».
**
Despedidas

Los huéspedes más alegres han partido
desaparecieron los verdes atavíos
la luz sin sombra acepta de mala gana
la escarcha en los cristales.
Donde amantes y hierbas
gastaron sus semillas
en grietas de hierro
ahora el hielo hace las camas.
Pero no te complazcas en la pena,
ojo de ratón del petirrojo,
silencio reptante,
estas cautelosas líneas,
en sus circunloquios
son silenciosos testigos
de la persistente
ocupación del hombre.
**
Palabras emigrantes

En un puñado de tierra
he enterrado todos los acentos
de mi lengua materna
allí yacen
como agujas de pino
reunidas por las hormigas
Puede que algún día el llanto balbuciente
de otro vagabundo
las incendie
entonces caliente y consolado
oirá toda la noche
la verdad como una nana.

De Poesía. John Berger. Traducciones de Pilar Vázquez, Nacho Fernández R. y José María Parreño. Círculo de Bellas Artes. Madrid, 2014.
Fuente: cultura.elpais.com

1 comentario:

constantino mpolás andreadis dijo...

...los poemas se ordenan solos y solamente al leerlos...

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char