FABIO MORÁBITO
(Alejandría, Egipto. Reside en México, 1956-)
Entre tú y yo jamás ha habido
un círculo, aunque sea tenue, de plata
o de oro, una mínima
presión en uno de tus dedos
que le recuerde a tu circulación
que existo. Hay quienes no conciben
que dos se quieran
sin un anillo de por medio.
Confían que no perdura amor
si no lo alumbra un aro.
Los tuyos, con sus historias turbias, me intimidan.
¿Dónde cabría mi anillo en una mano tan completa?
¿Qué añadiría su brillo a tanto imperio?
Mejor dejarte con tus sortijas
entre las cuales
la mía sería una intrusa
y si alguien cree que apenas nos queremos
al ver que nada mío amordaza tus huidas,
que falta el lazo que declare nuestro vínculo,
la argolla que sujeta el barco
y nuestras manos siguen vírgenes, casi ajenas,
mostrémosle, en vez de anillos, las heridas
que desde hace tanto nos hicimos,
las cicatrices que no brillan
porque su resplandor es de otra índole.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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