miércoles, 1 de octubre de 2014

Prefiero una sintaxis elaborada y un vocabulario simple a un vocabulario muy difícil y una sintaxis infantil

MARK STRAND

(Prince Edward Island, Canadá, 1934) 

LA OBLIGACIÓN DE CONTINUAR SIENDO UN POETA ES UNA FORMA DE SERVIDUMBRE
Entrevista, por Ezequiel Zaidenwerg

A poco de mudarme a Nueva York, me enteré de una extraña coincidencia: Mark Strand ofrecería una lectura en la famosa librería homónima. Terminado el evento, me acerqué con timidez a él para pedirle una entrevista. Viéndose obligado, o tal vez conmovido por mi inglés, que había retrocedido por los nervios a un balbuceo primitivo, Strand me dio su e-mail. Luego de un intercambio epistolar algo enigmático, en el que confirmaba la entrevista, pero no fijaba la fecha, conseguí acordar un encuentro, que sería en un parque infantil, en Chelsea, el viernes anterior a la cólera de Sandy: un clima de catástrofe inminente, pero lejana aún, en consonancia con el mundo poético de Strand.

 La charla, que duró una hora y media, tuvo lugar en un pequeño playground: cuando llegamos, no había nadie allí, pero pronto empezaron a llegar los niños, que corrían y chillaban a nuestro alrededor; y para proteger la voz de Strand, serena y reflexiva, nos teníamos que trasladar de un banco a otro. Esta entrevista repasa su carrera, desde su iniciación como pintor y sus comienzos en la poesía, hasta su libro más reciente, Casi invisible, que anuncia su retiro. E.Z.

EZEQUIEL ZAIDENWERG: …Debo confesar que me siento un poco intimidado… 
MARK STRAND: No lo estés.

EZEQUIEL ZAIDENWERG: … porque has dicho que no quieres encontrarte con tus lectores.
MARK STRAND: Me encuentro con algunos de ellos, ya sabes. Pero si pensara mientras estaba escribiendo un poema en que iría a encontrarme con el lector del poema, eso sería como un plato extra en una comida… creo que sería demasiado. Pienso que mis poemas son una cosa y yo otra, y creo que los lectores con frecuencia, teniendo a mano solo el poema, empiezan a crear un mito acerca del escritor del poema, y se van a sentir completamente decepcionados al conocer al escritor, porque él o ella no es aquel personaje de sueño en que ellos desesperadamente quieren creer.    

Se me ocurre que algunos lectores creen que el autor como un personaje parecido a Dios, y que otros sólo sienten curiosidad por tu oficio, por cómo haces tus cosas, cuáles son tus ideas acerca de tu propio trabajo…
Es decir, eso lo tengo resuelto… de alguna manera. La gente me pregunta cosas como: “¿De dónde te vienen tus ideas?” No tengo la menor idea. Sólo aparecen en mi cabeza. Inspiradas por una sola palabra, hasta por una única sílaba, o por todo un ensayo, o una oración o una pequeña conversación ajena oída en el metro. Puede ser cualquier cosa. 

¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o un gusto adquirido? 
Creo que fue un gusto adquirido. De pequeño no era lector; de hecho lo que tenía era afición por los juegos y después por los deportes. Fantaseaba con ser un gran jugador de básquet, de béisbol, y participaba en toda clase de deportes, pero como sucede a muchos chicos, yo tenía una idea exagerada de mis habilidades. Era algo mejor que el promedio pero definitivamente no tenía futuro alguno como deportista profesional, algo que, por supuesto, de chico creía cierto. Practicaba y practicaba y pensaba que inevitablemente llegaría a ser un valioso jugador en la NFL o en la NBA. Pero la lectura vino tarde, en la medida en que yo no estaba interesado en la escuela y no era un estudiante competitivo… No quería obtener las mejores calificaciones. Mis padres hubiesen preferido un muchacho alocado por sobresalir y que tuviera puesta la mente en llegar a ser doctor o abogado u otra clase de profesión que le permitiera una vida confortable. No fue sino hasta que mis padres se mudaron a Sudamérica y yo estuve con ellos parte de aquel periodo…

¿Qué edad tenías? 
En mi primer viaje tenía catorce. Y estaba muy solo, no conocía a nadie…

¿En qué parte de Sudamérica? 
Un verano fue Santiago de Cuba y luego Barranquilla, Colombia, y empecé a leer un poco…

¿Para combatir de alguna manera la soledad? 
Sí, creo que la soledad, pero también hay que decir que la mayor parte del tiempo estaba bastante enfermo, tuve cuatro veces neumonía de niño, lo que implicó que permaneciera en cama un montón de tiempo y escuchara radionovelas y tuviera una colección de estampillas, pero mucho de aquel tiempo…  

¿Eso fue en Canadá?
No, eso fue en New York, no en la ciudad misma sino en los suburbios. Mi pasado canadiense pertenece sólo a los primeros cuatro años y medio de mi vida, y cada verano hasta que cumplí cerca de trece, cuando entra Sudamérica en la vida de mis padres y, ya sabes, en consecuencia, en la mía. Así que comencé a leer, primero lentamente, y luego para cuando ya tenía dieciséis o diecisiete leía un montón…  Hemingway y Faulkner, Thomas Wolfe, escritores de ese tipo, ficción, no leía poesía. No fue hasta que asistí a la universidad que comencé con la poesía, que me interesé por ella…

¿Pero fue como un rayo que cayó sobre ti, algo como: “Oh, descubrí algo nuevo”, o más bien fue tomando forma dentro de ti?
Fue tomando forma. Lo que quería en realidad era ser pintor. Pensaba que en eso me iba a convertir, para preocupación y tristeza de mis padres.  Así que, cuando finalmente les anuncié que iba a ser poeta, tenía como 24 ó 25 años, estuvieron realmente sorprendidos y creo que también descorazonados, porque pensaban que iba a sufrir rechazos y decepciones y que no sería capaz de ganarme la vida y que, ya sabes, toda esta frustración me llevaría a la bebida, a las drogas y al suicidio. La pesadilla de todos los padres, pienso, es tener a un hijo que decide a los 24 convertirse en poeta. De cualquier modo, cuando ya leía, una cosa grande me sucedió, fue en México, y yo tenía 19, mis padres guardaban en su biblioteca los Veinte poemas y una canción desesperada de Neruda, y yo los leí.   

¿En español? 
Sí. Y pensé: “Esto es muy bueno”. Pero yo no escribía.

¿Entonces dirías que el primer libro de poemas que encendió en ti el interés por la poesía fue Veinte poemas y una canción desesperada de Neruda?
Sí, sí. También leía algo de… En mi último año de secundaria, antes de eso, leíamos algunos poemas, y leí por entonces a Paul Éluard, Louis Aragon, traducidos, y el famoso poema de Wallace Stevens, Thirteen Ways of Looking at a Blackbird… Eso quedó en mi mente. Y… bueno, quiero decir que existía en mí entonces un interés por la poesía pero no era muy fuerte, era muy… no es que tratara de ocultarlo, sólo que estaba realmente interesado en la pintura. Comencé a escribir poesía de forma seria cuando asistí a la escuela de arte a estudiar pintura con Josef Albers… 

¿Yale?
Yale. Tenía 22. Y empecé a escribir algunos poemas, que no eran buenos. Pero yo… Me iba muy bien en los cursos, quiero decir, muchos de mis maestros comenzaban a pensar en mí no sólo como pintor sino como alguien que podría escribir.

Pero también como pintor. ¿Te respetaban tus maestros como pintor?
Sí. Pero yo no me respetaba a mí mismo como pintor. Pensaba que había otros estudiantes que eran mucho mejores, y yo estaba buscando un medio de salir de eso, y la poesía parecía proporcionarme un medio para salir, a pesar de que mis poemas eran muy malos. Publiqué algunos poemas en la Yale Literary Magazine y luego en 1958 publiqué un poema en la Yale Review, era un poema malísimo, nunca lo volví a publicar, pero se trataba de una revista de alcance nacional, ya sabes, así que seguí escribiendo y me fui a Europa con una beca Fulbright, se suponía que a estudiar poesía italiana del siglo XIX.

¿Y qué terminaste estudiando en lugar de eso?
Bueno, terminé escribiendo poesía, y no estudiando… Leí a Montale, leía a Quasimodo y Ungaretti y Pallazzeschi.

¿En italiano?
Bueno, en traducciones inglesas. No sabía italiano, quiero decir, tenía siempre traducciones al inglés conmigo. Leí a Leopardi… No me gustó entonces, pensaba que era un tristón, quiero decir, le faltaba lo que yo pensaba era el ingrediente más importante que podía tener un poema, la ironía… ¡Leopardi carecía de ella! Bueno, eso me afectó. Así que… Y después se convirtió en uno de mis poetas favoritos.

¿Aún sigue siendo uno de tus poetas favoritos? 
Oh, ha escrito algunos poemas increíblemente bellos, sí. 

¿Y sobre Montale?
No me siento atraído por Montale, como tantos otros. Quiero decir, tiene poemas maravillosos como “L´anguilla” o “Dora Markus”, pero yo… Hay ciertos poemas herméticos de Ungaretti que me gustan y aun Quasimodo escribió algunos muy buenos poemas breves. Y sí, Montale es una gran poeta… más importante para mí en ese entonces era, por supuesto, García Lorca. 

¿Cómo descubriste a García Lorca? 
Bueno, en el estudio de mis padres, ya sabes, cuando estaba en México, a los 19, nunca olvidé a Lorca. Claro que mis padres eran de izquierdas, de hecho eran comunistas, así que tenían un libro con el título de Let the Rail Splitter Awake, y que era el Alturas de Macchu Picchu de Neruda…


¿Quiénes dirías que fueron tus autores formativos, aquellos de los que aprendiste?
Bueno, pienso que Elizabeth Bishop, Robert Lowell, en mis primeros veinte años, W. H. Auden, Louis McNiece, Dylan Thomas. Estas fueron las influencias tempranas en adelante. Y luego, un poco más tarde, empecé a leer a Alberti y a traducirlo, como medio para mejorar mi propia poesía. Es aquí donde empiezo a escribir poemas. Y encontré en Sobre los ángeles a un libro muy próximo a mí, muy unificado, y sentí que podía traducirlo y, a pesar de que había traducciones de otros poemas muy buenos, a mí me gustaba A cal y canto. Me gusta esa obra temprana, no me entusiasma mucho la obra posterior. Lo que vale también para Neruda, la obra posterior, excepto Isla negra… Creo que Neruda es un poeta del amor, del mismo modo que lo era Apollinaire. 

Has mencionado a los poetas franceses. Apollinaire, Éluard, Aragon…
Bueno, los leía de chico porque estaban en una antología que leía…

Y es que el surrealismo es algo que ha sido frecuentemente asociado con tus escritos, o se ha dicho que tus poemas tienen esta influencia surrealista…
No soy un surrealista, no tengo ningún programa. No soy un poeta de la naturaleza que decidió volverse surrealista, no tengo ninguna decisión en este asunto, así que supongo que soy un fantasista. Escribo de la manera que escribo, no puedo escribir de otra forma, no es una decisión intelectual. Creo que el surrealismo está perjudicado por la parte intelectual que lo rodea, ya sabes, ese a veces estúpido manifiesto.   

¿Y quiénes son los escritores a lo que continúas volviendo, los poetas que relees?
Walt Whitman. Emily Dickinson, bueno, estoy leyendo a Emily Dickinson ahora. Ya sabes, no leo ahora tanta poesía. Intento releer a Homero y releo a Virgilio, La Eneida, y estoy obligado a leer las obras de una buena cantidad de poetas contemporáneos, porque algunos son amigos míos y publican libros. Y yo leo sus obras. Y tengo amigos que son jóvenes poetas, y que quieren que lea lo que escriben, cosa que hago.

¿Y eres muy duro en tus críticas? 
¡No! Se me conoce como un profesor duro, muy directo, honesto. Pero mis amigos… Bueno, no hablamos de ello… Me dan sus obras y las leo, pero no las comentamos. Creo que asumimos que nos gusta y no tiene sentido asumir otra cosa… De otra forma se pondría en riesgo nuestra amistad.  

¿Y cuán jóvenes son esos poetas?
Bueno, los jóvenes pueden tener 25 o 26, pueden tener 35, 40 o 50. Por supuesto mis amigos que son poetas están en el rango de los 60 y 70 años.

¿Hay algún joven poeta estadounidense que puedas recomendar, que pienses que es particularmente bueno? 
Hay una chica llamada Joanna Klink que creo que es muy buena. Hay uno cuya obra acabo de leer, no lo conozco, se llama D.A. Powell, sus poemas me parecieron excelentes pero no recuerdo el título del libro.

Así que sigues leyendo a gente joven.
Bueno, trato de hacerlo, pero también leo un montón de novelas y ensayos, leo el New York Review of Books. Ah, y estoy leyendo uno que considero el libro más sorprendente que he leído en años, de una poeta, una mujer de nombre Sarah Arvio, que ha vivido en México, es traductora de las Naciones Unidas, habla fluido el español y acaba de hacer una gran traducción del Romancero Gitano, y ha escrito un libro que se llama Night Thoughts… Es el libro de poesía y prosa juntas más original y asombroso que creo haber leído. Pero ella debe de estar en sus cincuentas.  

Entonces no es tan exacto decir que ya no lees poesía.
No, quiero decir, eso sería demasiado… Primero, que sería falso, porque de hecho leo algo de poesía, pero sería un rechazo demasiado grande de la poesía, no pretendo hacer a un lado la poesía, no pienso sacar a la poesía de mi vida…  Yo mismo no escribo más poesía.  

Al leer tu poesía siempre tengo la impresión de que Wallace Stevens fue una presencia fundamental. 
Muy importante. Primero fue T. S. Eliot, y luego Wallace Stevens tomó su lugar. Él es mi más grande influencia, y en prosa lo es Kafka, a pesar de que lo leo traducido, por supuesto, esos son los dos… Me veo a mí mismo como el hijo literario de Kafka y Wallace Stevens. 

¿Cuáles son tus poemas favoritos de Wallace Stevens?
“The Course of a Particular”, hay uno muy bello, “Long and Sluggish Lines”, “To an Old Philosopher in Rome”, “The Auroras of Autumn”, por supuesto, “Sunday Morning”…  Hay muchos poemas de Stevens.

¿Por qué crees que el estilo de Stevens te resultaba tan atractivo? 
Bueno, creo que intelectualmente porque su retórica es difícil. Y pienso que hay sencillamente mucho color y que es un poeta de descripciones muy bellas. Yo era pintor después de todo y ello conectaba con mi interés por los asuntos visuales. También cuando yo mismo iba envejeciendo, sus poemas de hacia el final de su vida son bellas evocaciones de lo significa ser un hombre viejo, así que me resultaban muy conmovedores y él, asimismo, es un poeta del clima, y yo soy un adicto…

Una de las palabras claves de tu poesía es “clima” [weather], uno se encuentra con ella muy a menudo en tu escritura. 
Sí, eso me viene de Stevens. Él crea el clima y yo…

Tú lo predices.
Lo predigo y vivo en él.

¿Cuáles son tus hábitos de escritura? ¿O cuáles eran tus hábitos de escritura dado que ya no escribes poemas? 
De joven escribía todos los días, me levantaba en la mañana y escribía.

¿Puedes hacerlo? ¿Escribir poesía cada día, como un trabajo?
No, pero me obligaba a sentarme a mi pequeño escritorio y a veces me ponía a escribir cartas, pero frecuentemente trabajaba en un poema o comenzaba uno nuevo, siempre tenía poemas en los que trabajar, y luego se fue haciendo arduo y más arduo para mí sentarme a la mesa cuando no estaba escribiendo nada o nada estaba pasando, así que empecé a escribir cuando tenía tiempo o cuando quería, y esos momentos comenzaron a estar cada vez más apartados, y a veces experimentaba fases de dos o tres años en que no escribía. Primero era una semana o dos, luego un mes o dos, luego un año o dos, y cuando escribía terminaba un libro más bien rápido. Quiero decir, a veces no tan rápido pero ahora ya no tengo paciencia para eso, primero que nada creo que ya nadie lee poesía, es decir, los poetas sí, pero que el lector común ha sido abandonado por la poesía…     

¿Y no al revés más bien? ¿La poesía ha abandonado al lector común?
Pienso que sí. Y los lectores comunes simplemente han perdido el interés. La poesía se ha vuelto muy difícil y muy hermética, y se ha convertido en el campo de estudio de muchas facultades de inglés por todo Estados Unidos, se ha convertido en una cosa que los académicos encuentran interesante para hablar y aun para escribir sobre ello. Ahora bien, si los profesores de inglés comienzan escribiendo poesía, ya se sabe que la poesía está en problemas.  

Pero has dicho que Stevens te influyó mucho, y él es muy retórico y difícil…
Sí, pero puedes descifrarlo, es decir, lo puedes leer y hay algo que conecta contigo inmediatamente. Tiene una belleza en la superficie que es muy seductora, mientras que muchos de los poemas que ahora leo no tienen nada que los haga atractivos. Aun terminándolos… Son feos, disonantes, fragmentados, la gente al escribir en la computadora olvida escuchar el poema, creo que eso se convierte en un vínculo visual que mantienen con la computadora, miran… Primero que nada, los poemas aparecen impresos tan rápidamente que parecen estar más terminados de lo que en realidad están, mientras que al escribir a mano hay una especie de ritmo que tú estableces, una especie de ritmo físico, es fácil expresar una especie de cadencia en tu obra si tú la escribes, si estás físicamente enganchado en un movimiento rítmico del brazo, o de la muñeca. o de la mano. Cuando sólo golpeas teclas e inmediatamente aparecen letras en la pantalla… Es decir, los poemas tienen ahora una disposición visual rara, los poemas frecuentemente no se ven como se solían hacerlo… Leo mucha poesía contemporánea… los poemas no suenan a poesía, suenan como prosa salpicada…      

Algo que me llama la atención últimamente es que mucha gente que escribe poesía no lee realmente poesía…
Claro, no, pero quieren que otras personas escuchen y lean sus poemas.

¿Tienes alguna clase de superstición o rito?
No, ninguno. Escribo sobre papel con bolígrafo. Normalmente no escribo a lápiz porque a veces no es suficientemente oscuro para que yo pueda leer, así que uso un bolígrafo de tinta azul o negra, papel rayado amarillo y a veces papel blanco. Eso es.  

¿Y necesitas estar en tu propia casa o escribes en cualquier parte, en el metro…?
Bueno, usualmente escribo en casa. Escribir en el metro es exponerse demasiado. Escribir en un bar o un café es mucho clisé. Escribir en aviones o en aeropuertos es, de nuevo, estar demasiado expuesto, uno puede ser percibido como un loco, una persona inestable y muy excitable que está planeando alguna acción extraña en el avión. No sé. 

¿Llevas notas?
A veces llevo un cuaderno y escribo cosas… sinfín de poemas inacabados. Escribo ensayos… Todo lo escribo a mano, incluso las clases que doy, primero a mano y luego las transcribo en la computadora.

Pero, quiero decir, si estás caminando en la calle y de pronto tienes una idea, y quieres usarla en un poema…
Sucede, pero como no llevo una libreta, se me olvida. Mis más brillantes ideas y mis mejores poemas se han perdido porque no llevo conmigo una libreta.

Leí en alguna parte que los primeros borradores o primeras versiones de los poemas de The Continuous Life estaban en verso blanco, algunos con rima?
Sí, en verso blanco, a veces con rima, pero usualmente en pentámetros yámbicos.

Me gustaría mucho leer esas versiones.
Están en la biblioteca de la Universidad de Indiana.  

¿Cómo aprendiste esas técnicas? ¿Piensas que son importantes? ¿Quién te las enseñó? 
Nadie. Creo que si vas a ser poeta, aprendes a escribir con métrica. Es una de las cosas que diferencian a los poemas de la prosa, los primeros tienen por lo menos una cadencia. Y si quieres mayor regularidad en tu cadencia, puedes adoptar la métrica, puedes adoptar versos de cuatro acentuaciones, o de cinco acentuaciones,  incluso versos de dos o tres acentuaciones, puedes crear patrones en forma de stanza, versos de distintas extensiones, pero se aprende escribiendo, cuando eres un poeta joven y lees a otros poetas, estás siempre tratando de averiguar por qué hicieron esto, y por qué el poema suena de la manera en que suena, y así yo hacía análisis sintácticos de las oraciones, rompía las frases de mis poemas favoritos y sus partes, y me ponía a estudiar su métrica, y llegaba a saber por qué un poema está escrito en stanzas de cuatro líneas en lugar de stanzas de seis líneas, esa clase de cosas. Todo eso es parte del aprendizaje del arte de la poesía y creo que los poetas lo aprenden solos y lo hacen leyendo poesía.  

¿Por qué dejaste de emplear la métrica?
Bueno, nunca lo hice. Si bien no mido mis versos, te puedes dar cuenta, tal como mencionaste la primera vez que nos entrevistamos, que hasta mi prosa es cadenciosa, así que pienso que mis poemas se mecen libremente, no creo que tengan una medida predecible… 

Pero tú no usas un patrón métrico específico, como por ejemplo Sunday Morning de Wallace Stevens que está escrito en pentámetros jámbicos.
Sí. No lo uso más, pero sí lo hacía, es decir, si te fijas en un poema como The Untelling, hay largos pasajes de verso blanco, que no son pasajes en verso libre sino en pentámetros jámbicos, toscas imitaciones de Wordsworth, de “The Prelude”, porque se trata de un poema sobre el rescate y sobre regresar en el tiempo a la infancia. Es un poema muy regular. Simplemente ya no siento más esa necesidad, y ahora hasta he vuelto a la prosa, sólo escribo mis pequeñas piezas en prosa, no pienso si quiera en escribir más poemas.

Regresaremos más tarde a tu último libro de poemas. Pero tengo una larga lista de preguntas. Entonces, ¿es cierto que enseñas o enseñabas escritura? 
He enseñado escritura por temporadas durante años, gran parte de mi vida académica, pero también he enseñado, recientemente, durante los últimos quince años, mucho más literatura que escritura.   

¿Cómo sientes eso de enseñar a escribir poesía?
Pienso que es algo útil para aquellos poetas seriamente dispuestos a escribir, y el profesor, si es bueno y además un poeta virtuoso, puede dar buenos consejos y acortar el tiempo de aprendizaje. ¿Sabes? Mucho de lo que uno descubre por sí mismo o misma, puede tomar mucho tiempo de aprender, mientas que un maestro que está al lado puede dar muy buenos consejos. Pero no estoy de acuerdo con los estudios de pre-grado en escritura creativa, sé que hay muchos, muchos… Hay miles de estudiantes en los Estados Unidos que se gradúan en escritura creativa, lo que significa que el objeto de estudio de sus cursos son ellos mismos, ya sabes, no leen a Chaucer, Milton, Shakespeare y otros clásicos, sólo leen sus propios poemas una y otra vez, los poemas de sus compañeros, y eso no es preparación adecuada para un escritor. 

¿Cuál sería una preparación adecuada para ser escritor?
Pienso que el estudio de los clásicos.

¿Cuándo estudiaste a los clásicos?
Bueno, intermitentemente, todo el tiempo. No los estudié como alumno de pre-grado, estudié literatura inglesa, pero eventualmente leía de todo, no los leí todos a la vez, estaba interesado en la historia de las artes, tenía otros intereses además. Nunca estudié griego o latín así que no he leído a Homero o Virgilio [en griego o latín]… Tú sabes, leía a Catulo, y a Virgilio, a Ovidio, todos en traducciones, de joven, leía la Ilíada y la Odisea

¿Los leíste cuando eras joven?
Tenía veintipocos, pero tengo que releerlos.

Leí una entrevista donde decías que cuando enseñabas escritura dabas a tus estudiantes patrones métricos y les pedías escribir en cuartetas…
Sí, creo que lo hacía de tanto en tanto, hace tiempo, cuando a los estudiantes aún les interesaba hacer eso, ahora piensan que estaba loco. La poesía ha cambiado mucho en los últimos quince años. No conozco a ningún poeta joven con ganas de ponerse a practicar cuartetas o dísticos, dísticos heroicos y esa clase de cosas.  

Hay algunos neo-formalistas en los Estados Unidos…
Sí, muchos son brillantes, pero a los brillantes no los calificaría de neo-formalistas, porque eso es muy restrictivo. Hay una maravillosa poeta llamada Gjertrud Schnackenberg que escribe con una métrica estricta y en rima, y se da el caso de que ella es una poeta brillante que hace eso, pero hay un montón de gente que no tiene nada de que escribir y también hace lo mismo, y sus poemas resultan aburridos… 

También has dicho que el verdadero alimento de un poeta son otros poemas. 
Pienso que eso es verdad. No creo que uno pueda convertirse en poeta sin saber qué es un poema o sin tener algún contacto con la poesía. Pienso que uno encuentra inspiración en otros poemas y eso hace que escribas. Es decir, cuando contaba sobre mis comienzos como poeta te hablaba de haber estado fascinado por los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, y eso en cierto modo me hizo querer escribir mis propios poemas de amor y una canción desesperada. Creo que si algo te conmueve quieres ser capaz de reproducirlo, pero en tus propios términos, sólo para ver si puedes crear algo parecido a lo que el poeta más viejo que tú fue capaz de hacer.  

¿Eso sería entonces en cierta forma una traducción, traducir el vocabulario poético de otro poeta en el tuyo propio?
Creo que uno ingiere o toma para sí otro poema, y luego éste toca una cuerda dentro de ti, hace despertar algo en ti, y sientes necesidad de hacerte cargo de lo que fuere que ha despertado y expresarlo sobre un papel. Supongo, no lo sé, no he pensado en eso hace mucho tiempo.    

Leyendo tus poemas se siente que has creado un mundo alternativo o sustituto…
Es cierto…

¿De dónde piensas que viene eso, y crees que tu obra como poeta en cierto modo crea una novela con personajes y tramas?
En mis poemas hay muy pocos personajes y casi no existen tramas. Pero es la otra vida, es un mundo verbal que he creado a partir de mi mundo, de mi experiencia. Pero, ya sabes, las palabras crean ideas, crean sentimientos, y yo he creado un mundo en el que ciertas ideas, ciertas actitudes, sentimientos, se han vuelto señales conocidas, y tú lees mis poemas y –espero– estás en el mundo de Strand, porque ciertas palabras lo sugieren, ya sabes, sugieren eso. 

¿Cuáles son tus palabras favoritas?
Desearía que hubiera más de ellas, pero durante un tiempo solían ser palabras como “piedra”, “vidrio”, “cielo”, “mar”, ya sabes, muy genéricas… Mi universo verbal era muy genérico, las imágenes de mi… Déjame empezar otra vez y decir que las imágenes en mis poemas no son necesariamente visuales, muchas son acciones, mis poemas describen actividades, a veces de un carácter nervioso o absurdo, a veces de un tipo muy tranquilo, pero eso es lo que los anima. No soy un poeta de la naturaleza, no profundizo en la apariencia de las cosas sino más bien en el comportamiento de las cosas. Quiero decir, para mí la apariencia de las cosas es sólo algo decorativo, el mar del Atlántico Norte alrededor de Nova Scotia es decoración, lo que me interesa es aquello que se lleva a cabo delante del telón de fondo de las montañas o el mar.

Pienso que el humor es un componente importante de tu poesía.
La poesía es percibida, creo que equivocadamente, estrictamente como seria, oscura…

¿De verdad?
Sí, quiero decir, los poetas son soñadores, ya sabes, ellos…

Ah, la poesía en general, no tu poesía…
Claro, no mi poesía, no. Es etérea o desesperanzadora… Es decir, hay mucho por qué desesperar… Hay mucho de lo que estar perturbado en nuestro mundo, y hay también tanto absurdo y locura en nuestro mundo que sería erróneo ignorarlo, me parece. Lo que leo en los periódicos me entretiene tan frecuentemente como me molesta.

Acabas de decir que te sientes entretenido y molesto en iguales proporciones, y yo estaba pensando de camino a aquí, en el metro, que una de las cosas que me hace tan atractiva a tu poesía es cómo es que puedes mezclar comedia y elegía.
Bueno, eso es algo muy deliberado.

Está hecho tan elegantemente y de tal manera que la comedia nunca es explícita o frívola, y la elegía tiene siempre ese lánguido tono implícito…
Pienso que lo has descrito muy bien, eso es exactamente lo que intento hacer. He dicho que es melancolía y humor, pero creo que el matiz elegíaco es muy característico de mis poemas, y trato de incluirlos a ambos en el mismo poema y hacer la transición casi invisible, de modo que no sepas cómo es que pasa…   

“Casi invisible”. 
[Risas] Sí, casi invisible. Creo que tienes toda la razón es eso.


Te preguntaba sobre tu intención de crear un mundo alternativo, con sus propias reglas… ¿Qué sientes de los poetas que confían más en extraer de lo cotidiano una experiencia sobre la cual hacer algún tipo de declaración?
Hay poetas a los que yo denomino metonímicos, que toman una porción de la vida y hacen que represente toda la vida, y frecuentemente ofrecen una moraleja, explícita o implícita, en aquello que finalmente dicen. Yo me considero a mí mismo más un poeta metafórico, esto es que yo creo un mundo alternativo que tiene sus propias leyes y regulaciones, a través del cual uno puede ser capaz de percibir elementos de nuestro mundo, y así el mundo que yo creo no termina siendo absolutamente extraño.  

Así que ese mundo también nos habla de este mundo. 
Habla de este mundo, pero su validez no proviene de lo que sucede en él. Verás, el poeta metonímico tiene que asegurarse de que el pequeño mundo que ha sacado de un pedazo del mundo real, al cual representa, sea fiel a ese mundo real de la experiencia.  Yo no siento en modo alguno esta obligación. Yo simplemente quiero ser fiel a mis propias nociones de lo que funciona bien en un poema, no a lo que el mundo percibirá como una actitud realista o correcta. Lo que vale para mí es la integridad del mundo que creo, y no aquello que pueda revelar del mundo que los demás perciben.  

¿Por qué usas tan poca cantidad de palabras? ¿Es algo deliberado? 
Ya sabes, no soy muy brillante… [risas].

No, no, no decía eso.
Sé lo que significan y tengo control sobre ellas…

Siento que eso tiene que ver con ese mundo alternativo que estás creando.
Sí, esas son las palabras que pueblan y animan el mundo que he creado. 

¿Pero fue una decisión consciente la de restringirte a un pequeño repertorio de palabras? 
No, yo siempre he creído en la simplicidad, creo en la ley de la parsimonia cuando se trata del lenguaje, lo que se puede decir de manera directa y simple es mejor no hacerlo con perífrasis o elaboradamente. Voy a decir que mis oraciones se han vuelto mucho más elaboradas de lo que eran antes, el lenguaje mismo es simple pero la sintaxis es a veces muy complicada, prefiero una sintaxis elaborada y un vocabulario simple a un vocabulario muy difícil y una sintaxis infantil.   

He notado por ejemplo que casi no hay palabras latinas en tus poemas, pero sí muchas palabras anglo-sajonas… 
Me restrinjo a lo anglo-sajón principalmente porque estas palabras parecen tener más cuerpo, ser más esenciales al inglés, lo que es cierto.

¿Piensas que la poesía requiere de un proceso de lectura diferente? ¿Si es así, de qué modo?
Sí. Pienso que cuando se lee ficción, se sigue el desarrollo de unos personajes, el progreso de una trama… Es decir, en algunos poemas hay personajes, y en algunos poemas, poemas narrativos, puede haber una trama, pero la mayoría de poemas dependen de la voz del poeta, esa es la identidad de un poeta… Robert Frost suena diferente a Wallace Stevens, quien suena distinto de William Carlos Williams, y nosotros leemos a los poetas por la manera como suenan, realmente no por otra cosa. No por el tema, sino por el carácter emocional de lo que escriben. Esta es la diferencia entre tema y contenido, no leemos poemas por el tema de que tratan, sino por el contenido, que es el grado en el cual están revestidos de la personalidad o el temperamento del poeta o artista. La personalidad del novelista no es importante cuando lees una novela, es el mundo que él está creando en lo que, como lector, estás sumergido, pero es un mundo en el que hay gente actuando como personas de nuestro mundo, y lugares que nos recuerdan a los lugares donde vivimos o hemos estado de alguna u otra forma también en nuestro mundo. Un poema no necesita ser algo así, no nos apoyamos en la familiaridad, en un poema de hecho buscamos lo que carezca de esa familiaridad, pero estamos guiados por la mano segura de poeta, y la simple atracción que sentimos por su voz, y por su voz lo que quiero decir es el lenguaje que él o ella usa, lo que caracteriza la personalidad del poema es aquello que nos atrae. 

Acabas de mencionar que a veces lo que buscamos en la poesía es el misterio…
Creo que sí. No buscamos la solución a los misterios, pienso que lo que hacemos es, nos gusta que nos presenten el misterio, o nos gusta que nos arrastren cerca del misterio, es decir, no hay forma de… si un misterio es misterio no va a resolverse o desnudarse a través de un poema. Pienso que el disfrute de la poesía se halla en que nos sentimos próximos a lo misterioso, puesto que el misterio una vez resuelto se queda sin encanto, y el misterio desaparece. Queremos que se perpetúe el misterio, y eso significa acercarse, pero sin penetrar, el misterio. 

El misterio está presente en muchos, muchos de tus poemas. Muchos de ellos terminan con una pregunta o en alguna parte del poema aparece un acertijo…
Es decir, son misteriosos, creo, no por un designio de mi parte, es sólo la forma en que mi mente funciona. Encuentro a la vida misteriosa, a mi presencia en la tierra misteriosa, a cualquier idea que me veo inclinado a concebir ciertamente misteriosa, al hecho de cenar misterioso. Pienso que es el misterio lo que nos arrastra a la poesía y con frecuencia termino un poema y no estoy totalmente seguro… Por lo general estoy seguro de lo que he dicho, pero hay siempre un elemento que es inexplicable. Creo que en los poemas me veo arrastrado una y otra vez por otros, soy siempre arrastrado de vuelta por causa de ese elemento inexplicable en ellos. Me encuentro a la vez familiarizado con el poema y, al mismo tiempo, perplejo. Creo que la presencia de estos dos elementos es esencial para la poesía.

Olvidé preguntarte sobre esto antes, cuando hablabas de tus ritos para escribir: ¿revisas mucho tus poemas? 
Reescribo. Bueno, las piezas en prosa no mucho. Pero cuando escribo poemas, cuando escribía poemas, hacía sinnúmero de borradores.

¿Cuántos? 
A veces cinco, a veces veinte, a veces treinta, a veces cuarenta.

¿Los digitas a máquina y luego los corriges?
Los escribo a mano, muchos borradores, y luego los paso a máquina para ver como se ven. Trato de dilatar la tarea de pasarlos a máquina lo más posible. Realmente no quiero leer mis poemas tanto como escucharlos, y mientras los conserve a mano permanezco bajo la ilusión de que los estoy oyendo. Así que, efectivamente, en algún momento los paso a máquina, y luego escribo en los márgenes, y empiezo a escribirlos a mano nuevamente, y luego los paso a máquina otra vez para ver qué he hecho. En la computadora resulta más rápido, por su puesto. Pero tengo aún máquinas de escribir que he conservado…

¿Las sigues usando?
Bueno, ya no. Me he acostumbrado a la computadora, a pesar de que me resistí por buen tiempo. Tuve unas máquinas de escribir suizas muy buenas, una Hermes 3000, una Baby Hermes, una Hermes Rocket, una Olivetti, sencillamente conservaba estas máquinas, las cintas, fui muy reacio a las computadoras.

Sí, y hay además una dimensión de sonido más rítmica en las máquinas de escribir. 
Sí, es una cosa mucho más física, uno golpea, click, click, es más lento. Las computadoras son demasiado rápidas. Yo pienso de manera lenta, y la escritura a mano me parece que mantiene el ritmo de mi forma de pensar. Hay algo en las computadoras que resulta demasiado rápido.  

¿Tienes lectores o personas a quienes muestras tus poemas?
No, lo hacía cuando era más joven. Bueno, tengo amigos que de vez en cuando, cuando vienen a visitarme, me preguntan: “¿qué has estado haciendo?” y, ya sabes, les traigo un poema, les leo un ensayo… “Bueno, tengo esto, te lo voy a leer”…, pero no estoy buscando una opinión crítica… Pero esto es algo poco frecuente, usualmente no muestro…  

¿No los muestras a nadie?
No, se los leo a mi chica, mi pareja. Sólo sin son graciosos. 

¿Es ella escritora?
No, ella es marchante de arte. Es española.

Oh, es por eso que te mudaste a España
Claro.

¿Y hablan entre ustedes en inglés? 
A veces hablamos en español. Mi español no es muy bueno.

Pero puedes comunicarte bien en español.
Sí, puedo entenderlo.

 ¿Relees mucho tus libros favoritos?
¿De otros autores? Trato. Es decir, hace dos años me puse a releer un montón de novelas de Dickens que no había leído en años, releí Don Quijote en una nueva traducción el verano antepasado, lo había leído hace cuarenta o treinta años… Tú sabes, releo los libros grandes, los grandes libros. Releo a los rusos. Cuando me retire de la enseñanza, podré leer cuando quiera, ahora leo… Es decir, ahora que estoy en España leo más en español… Estoy comenzado a leer más literatura en español.  

¿Como qué?
Bueno, una gran novela de Antonio Muñoz Molina que se llama Sefarad, fue simplemente una sorpresa, me pareció una gran novela, totalmente brillante, y luego está una novela de Javier Marías que a mí me gusta mucho y se llama A Heart So White [Corazón tan blanco].

¿Los lees en español?
No. Leo algunas cosas… Es decir, puedo leer poesía… Ángel González es un buen poeta, lo puedo leer en español. No tengo paciencia, si hay una traducción disponible, la leo, pero la poesía, pienso que le debo al poeta el tratar al menos de leerlo en español.  En la prosa pienso que se da esa misma diferencia. Quizá.

Tradujiste poemas de Alberti y de Drummond de Andrade, y creo que los tradujiste para esta antología de poesía mexicana. 
Claro, claro. Traduje algunos poemas. 

¿Cómo fue esa experiencia para ti?
No recuerdo. Quiero decir, fue penoso porque estaba muy inseguro de mis habilidades como traductor. Pienso que soy un mal traductor, no creo que mis traducciones sean muy buenas, a excepción de algunas de Carlos Drummond de Andrade. Pero lo hice para mejorar mi propia poesía, es decir, tenía como veinte años, ya sabes, treinta y pocos, es decir, las traducciones de Alberti las hice a mis veintitantos, tomó su tiempo el publicarlas, las tenía allí guardadas, en un cajón.

¿De qué forma piensas que traducir ayuda a un poeta a mejorar?
Creo que lo que hace es concretizar o externalizar muchas de las elecciones sobre versificación o sintaxis que hacemos inconscientemente cuando estamos escribiendo nuestros propios poemas, así que es muy útil. Te fuerza a pensar conscientemente acerca de lo que estás haciendo en lugar de escribir inconscientemente. Es decir, al escribir nuestros poemas tomamos muchas decisiones sobre las que no reflexionamos o que no consideramos dos veces, es decir, eventualmente podemos hacerlo, pero, otra vez, pienso que traducir ha hecho de mí un mejor re-escritor de mis propios poemas, porque me volví mucho más consciente de la sintaxis y la versificación y el carácter múltiple de una sola palabra, cuál de ellas usar, entre muchas, si tengo que escoger entre distintas palabras para traducir el significado de una sola palabra en español, realmente tenía que ponerme a pensar en ello, mientas que en inglés, las palabras en realidad no… Muchas veces buscas palabras, pero con frecuencia ellas vienen a ti automáticamente.  

¿Y crees que traducir te ha ayudado a aprender procedimientos y técnicas de otros escritores?
No he traducido a tantos escritores y Alberti es un poeta muy distinto de mí. Es un escritor más intuitivo. Y Drummond de Andrade es un poeta encantador, cuenta grandes historias en sus poemas que son como pequeñas viñetas… Pienso que he aprendido más de Drummond de Andrade, a pesar de que no hay en mis poemas nada que… mis poemas no se parecen en nada a los suyos. Mis poemas no tienen parecido alguno a los de Alberti. Sólo estaba estudiando a Alberti cuando traduje sus poemas. Nunca fue mi intención ser influenciado por él.  

Has mencionado a Octavio Paz. ¿Cómo lo conociste? 
Lo conocí porque me pidieron hacer una antología de poesía mexicana, New Poetry in Mexico, y él era el editor de la edición mejicana y a mí me pidieron hacer una edición americana, así que nos reunimos con Octavio, escogimos a los poetas y yo elegí a quienes iban a hacer las traducciones, y nos hicimos amigos. Simplemente nos caíamos bien el uno al otro, y a mí me agradaba mucho Mary-Jo, su esposa, y nos parecía que la pasábamos bien juntos, a pesar de que no estábamos de acuerdo en poesía…   

¿Por qué?
Bueno, él no entendía mi fascinación por Wallace Stevens, y yo no entendía su insistencia en la grandeza de T.S. Eliot. Ahora puedo verlo, porque él estaba muy influenciado por Eliot, puedo entender su insistencia. Y he terminado por compartir su creencia en el poder de la poesía de Eliot. Pero así fue como llegué a conocerlo. Y así, luego, en el transcurso de los años, traduje alguno de sus poemas, creo que mal, más bien, y él hizo algunas brillantes traducciones de algunos de mis poemas. Ahora está muerto… algunos poemas son muy bellos, su prosa no tiene igual, era además un hombre generoso, un hombre muy hermoso, muy hermoso. Muy elegante, no solo generoso, muy civilizado… irradiaba civilidad.  La única oportunidad en que perdía los estribos era en las discusiones políticas.

¿Discutían mucho sobre política?
Bueno yo no estaba preparado para discutir con Octavio Paz, dado que él es cien veces más inteligente que yo. Pero él se ponía a culpar a los Estados Unidos por ciertas cosas, y me señalaba con el dedo, diciendo: “tú, tú, tú”, y yo decía: “No, no soy yo”. Pero creo que yo me situaba mucho más a la izquierda que Octavio.

¿Lo sigues estando?
Soy de izquierda ahora más que nunca. Pero no me suscribo, ya sabes, ni al socialismo ni al comunismo.

Tus padres eran comunistas. 
Por un tiempo. Lo dejaron. Pero arruinó sus vidas.   

¿Por qué es que eres ahora de izquierda más que nunca? 
Porque el capitalismo ya no funciona más. Pienso que es… lo estamos viendo en los Estados Unidos, es el amargo final, es decir, la disparidad entre, ya sabes, los ricos y los pobres es tan grande, y gente alrededor del mundo muere de hambre y las compañías americanas se dedican a violar a otros países. Es decir, hay tanta desigualdad y falta de decencia en el mundo. Estoy hablando con generalidades muy amplias y tontas ahora porque esto me hace… es una discusión aparte, lo político.
Sólo pienso que el mundo se ha convertido en un campo de juego muy injusto. Creo que si naces pobre, lo más probable es que sigas siéndolo. Si naces negro en los Estados Unidos serás, con muy pocas excepciones, parte de las clases bajas. Pienso que lo mismo vale para los hispano-latinos. La única excepción, por alguna razón, son los asiáticos. Los asiáticos se las han arreglado en América, no sé cómo, se han convertido… No voy a comenzar a plantear excepciones, pienso que si eres parte de una minoría no tienes las mismas posibilidades que un americano, blanco y educado en la universidad. 

¿Eso explica también en parte por qué te fuiste a España?
Estoy enfermo de este país. La única ciudad de los Estados Unidos en la que viviría es New York, que es una ciudad fantástica en muchos aspectos, pero es muy cara, muy cara para mí, porque estoy retirado y no tengo tanto dinero. No sólo eso, el ruido me molesta y la presión de la gente, el grado de agresividad que uno encuentro a diario en la calle, lo encuentro enervante. Me encuentro con eso cada vez que salgo a caminar, regreso a mi departamento y me encuentro agotado por todo lo que he visto y oído, y me toma mucho tiempo recuperarme. En cambio, Madrid es una ciudad tranquila… 

¿En qué parte de Madrid vives?
En Chamberí, en el centro, es una calle muy simpática, y en un bonito departamento que mi chica y yo podemos pagar, porque Madrid no es tan caro como New York, y es suficientemente pequeño para que uno pueda ir andando a los sitios principales. Y a mí me gusta nuestra vida allí, sólo quiero trabajar y Madrid me ofrece la oportunidad de hacerlo… es decir, de hacer mi propio trabajo.

Que es escribir…
Escribir una clase, un ensayo, o ahora mis memorias, sobre mis padres, o hacer collages, eso es todo lo que hago.

Oh, así que estás pintando de nuevo…
No, no pinto, hago collages… Preparo los papeles aquí en New York, y hago los collages porque para mí hacerlos es una forma de escapar del significado, ¿sabes? No tengo que enfrentarme con el lenguaje, con algo que esté tratando de decir sin ser capaz de hacerlo. Sólo muevo de sitio unos papeles, y encuentro eso muy satisfactorio.  

Hablemos de Almost Invisible [Casi invisible]. ¿Por qué este título? 
Porque me siento casi invisible. Soy un tío viejo. Me siento un poco irrelevante. Me estoy volviendo… Sólo pensé que era un buen título [risas].

¿Y por qué en prosa? 
Es más fácil de escribir que la poesía, para mí, y quizá muy difícil si eres de verdad un escritor de prosa. Pero descubrí eso cuando estaba escribiendo estas piezas en prosa, mucha de ellas no las reescribía… Bueno, reescribí quizá dos tercios de ellas pero sólo habré hecho dos o tres borradores y luego las dejé así. Descubrí que salían fácil y rápidamente. Además podía escribir con humor, que es algo que encuentro muy difícil de hacer en un poema. Cuando escribía Almost Invisible, me quedaba con un montón de títulos, tenía como una tormenta de ideas, escribía cinco títulos y me parecían muy graciosos.   

¿Empezabas con los títulos y luego escribías los poemas?
Claro. Excepto por uno o dos. Pero creo que tenía un montón de títulos y sólo empezaba… y entonces escribía una pieza en prosa y escogía uno de los títulos.

Pienso que el libro se siente claramente como tu poesía pero destilada en su forma más simple. Muchas de los poemas se sienten no como tramas, pero el contenido de los poemas, puesto en simple prosa, prosa muy elegante… ¿eso fue deliberado?
Ya sabes, soy una sola persona, así que sólo tengo un número limitado de ideas y creo que las ideas se van moviendo de un poema a otro, de poesía a prosa, en un ropaje ligeramente diferente. Y así, han tomado el ropaje que asumen en Almost Invisible, una clase más prosaica, como para salir a la calle, de ropaje.

¿Y quién es el poeta español?
Bueno, en inglés suena como una traducción de García Lorca. Eso era lo que quería. En español suena como un mal poema.

Ok, yo no diría eso…
Pero en inglés sí suena como una traducción de García Lorca. En cualquier caso, no tenía en mente a ningún poeta español en particular.

El contenido sexual del libro fue algo que también llamó mi atención.
Hay mucha sátira doméstica. Sí, pienso que las parejas son graciosas, y no había  hecho algo así antes, pero fue divertido escribirlo. Especialmente la que se titula “Harmony in the Boudoir”, ya sabes, la gente siempre anda diciendo que hay mucho más de mí que lo que aparento, y yo me puse a jugar con eso.

Hay también un poema titulado “Futility in Key West”, que es un homenaje a “Ideas of Order at Key West” de Wallace Stevens. ¿Qué es lo querías decir de Stevens?
Nada. Sólo pensé en hacer algunas variaciones sobre Stevens… Es decir, Key West es su territorio.

Sí, a mí me encanta ese poema. Me gusta ese personaje del poema, Ramón Fernández… Pienso que Wallace Stevens tenía también un gran sentido del humor, algo por lo que no se le da mucho crédito, a él se le percibe más como un poeta retórico, serio, misterioso. 
Yo pienso que Emily Dickinson tenía sentido del humor, que Walt Whitman tenía sentido del humor, creo que es algo que recorre la poesía americana.   

¿Te sientes 100% Americano? ¿El hecho que hayas nacido en Canadá…?
No me siento canadiense. Es decir, en algunos aspectos… Me siento americano, pero no apegado… Mi mundo es un mundo de pinturas, libros, fotos, mi nación es la nación del idioma inglés, siento un gran vínculo... No creo que las condiciones geográficas que me fueron impuestas –porque nací en Canadá, viví en los Estados Unidos–  de forma alguna me puedan definir. Pienso que lo que me define de forma más enfática es lo que leo, lo que observo, la gente que conozco y lo que escribo. No estoy seguro de que hubiera escrito los mismos poemas su hubiera crecido en Praga, o Milán. No lo sé. Es imposible de saber.

El libro termina con un poema titulado “When I Turned a Hundred” [Cuando cumpla cien]. Y el último verso dice: “And then I was gone”. ¿Por qué colocaste esta pieza en el mismo final del libro?
Mi traductor al holandés me dijo: “Esto es muy obvio para ponerlo al final del libro, deberías poner algo diferente”. Me parecía simplemente una buena manera de terminar el libro.

Has dicho que querías retirarte de la escritura. ¿Has sido capaz de hacerlo?
He tenido que hacerlo. Escribo pequeñas cosas. Ya no escribo poemas.

Pero has pasado cinco años sin escribir un poema…
Siempre pasa eso. Sí, la gente siempre me recuerda que ya he dicho antes que no voy a escribir otro poema, y termino escribiendo un poema nuevo… No sólo un poema nuevo, un libro de poemas. Pero es que me hace bien psicológicamente, en su momento, decir que no voy a escribir más poemas. Al mismo tiempo, sé que es muy probable que escriba nuevos poemas.  

He leído también en una entrevista que dijiste: “Quiero vivir como un ser humano, quiero ser libre”, haciendo referencia a tu retiro de la poesía. ¿Percibes a la poesía como una forma de servidumbre, en algún sentido?
Creo que estaba sobreactuando. No sé qué es lo que quería decir cuando señalé que quería vivir como un ser humano. Es decir, yo era un ser humano cuando escribí mis poemas. Creo que la obligación de continuar siendo un poeta es una forma de servidumbre, porque la propia identidad, si has escrito tanto como yo, tantos poemas como yo, permanece vinculada a tus obras, tus poemas. Sólo quería que mi identidad tomara pie de otra manera, o se viera obligada a asumir alguna clase de variación. Sólo quería dejar de der Mark Strand el poeta, quería ser Mark Strand el artista del collage, o Mark Strand el cocinero que prepara muy buenas comidas en Madrid.  

¿Qué te gusta cocinar? ¿Hay un platillo emblema de Mark Strand? 
No, sólo cocino un par de cosas. Ya sabes, platos italianos. Hago diferentes clases de asados. Hago pastas y risottos… son cosas fáciles, sólo pones juntos un montón de ingredientes. No sé, sólo cocino. A veces, si tengo invitados, hago un gran olla de asado, piernas de ternera o de cordero, puedo hacer platos provenzales, bacalao… 

Traducción: Roberto Zeballos.
Tomada de transtierros.blogspot.com.ar

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char