miércoles, 29 de octubre de 2014

Si al menos hubiera el rumor del agua

THOMAS STEAMS ELIOT

(St. Louis, Missouri, EE.UU., 1888-Londres, Inglaterra, 1965) 

De La tierra yerma 
(The Wast Land)
Versión de Alberto Girri 

V. Lo que dijo el trueno

Después de la roja luz de antorchas sobre rostros sudorosos
después del silencio escarchado en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
el clamor y el llanto
prisión y palacio y retumbar
del trueno primaveral sobre montañas distantes
aquel que vivía ahora está muerto
nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia.

Aquí no hay agua sino sólo roca
roca y nada de agua y el camino arenoso
el camino que serpentea arriba entre las montañas
que son montañas de roca sin agua
si hubiera agua nos detendríamos a beber
entre la roca uno no puede detenerse o pensar
el sudor está seco y los pies están en la arena
se al menos hubiera agua entre la roca
muerta boca de montaña de dientes cariados que puede escupir
aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse
ni siquiera hay silencio en las montañas
sino seco estéril trueno sin lluvia
si siquiera hay soledad en las montañas
sino sombríos rostros rojos que escarnecen y gruñen
desde puertas de casas de barro agrietado
si hubiera agua
y no roca
si hubiera roca
y también agua
y agua
un manantial
un charco entre la roca
si al menos hubiera el rumor del agua
no la cigarra
y la seca hierba cantando
sino rumor de agua sobre una roca
donde el tordo ermitaño canta en los pinos
tic toc tic toc toc toc
pero no hay agua

¿Quién es el tercero que siempre camina a tu lado?
Cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos
pero cuando miro adelante por el sendero blanco
siempre hay otro caminando a tu lado
deslizándose envuelto en un pardo manto, encapuchado
no sé si hombre o mujer,
¿pero quién es ése al otro lado de ti?

Qué es ese sonido intenso en el aire
murmullo de maternal lamento
qué son esas hordas encapuchadas que pululan
por llanuras interminables, tropezando en la agrietada tierra
sólo cercada por el chato horizonte
Qué ciudad es ésa sobre las montañas
que se resquebraja y se reforma y estalla en el aire violeta
torres que caen
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales

Una mujer estiró su larga caballera negra
y rasgueó en esas cuerdas susurros musicales
y murciélagos con caras de niños en la luz violeta
silbaron y batieron las alas
y se arrastraron cabeza abajo por una pared ennegrecida
e invertidas en el aire había torres
que doblaban campanas reminiscentes, que señalaban las horas
y voces cantando desde cisternas vacías y pozos agotados.

En este carcomido agujero entre las montañas
en la mortecina luz de la luna, la hierba canta
sobre las tumbas revueltas, cerca de la capilla
está la capilla vacía, solamente casa del viento.
No tiene ventanas, y la puerta se zarandea,
huesos secos no pueden dañar a nadie.

Sólo un gallo se erguía en la cumbrera
quiquiriquí quiquiriquí
en un fulgor de relámpago. Luego una ráfaga húmeda
portadora de lluvia.

Ganga estaba hundido, y las débiles hojas
esperaban lluvia, mientras las nubes negras
se acumulaban distantes, sobre Himavant.
La selva estaba agazapada, encorvada en silencio.
Entonces habló el trueno.
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, sangre que turba mi corazón
la terrible osadía de un momento de renuncia
que un siglo de cordura nunca podría redimir
por esto hemos existido, y sólo esto,
que no ha de hallarse en nuestras necrologías
o en lápidas revestidas por la benéfica araña
o bajo sellos rotos por el seco notario
en nuestros cuartos vacíos.
DA
Dayadhvan: he oído la llave
girar en la puerta una vez y girar sólo una vez
pensamos en la llave, cada cual en su prisión
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
sólo al anochecer, rumores etéreos
reavivan por un momento a un Coriolano quebrabtado
DA
Damyata: la barca respondió
alegremente, a la mano diestra en la vela y el remo
el mar estaba calmo, tu corazón hubiera respondido
alegremente, como invitado, latiendo sumiso
a manos que lo regulan

Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura a mis espaldas
¿pondré al menos mis tierras en orden?
el puente de Londres se está cayendo cayendo cayendo
Poi s'ascose nel foco che gli afina
Quando fiam uti chelidon... oh golondrina golondrina
Le Prince d' Aquitaine a la tour abolie
con estos fragmentos he apuntalado mis ruinas
pues entonces te acomodaré yo. Hyeronimo está otra vez loco.

Datta. Dayadhva. Damyata.
Shantih Shantih Shantih

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char