lunes, 24 de noviembre de 2014

Quiero llegar a tiempo

SONIA SCARABELLI
Tomada de laanciondelpais

(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1968)



El maestro de dibujo nos enseña que no hay totalidad
Al Maestro Julián Usandizaga

En la clase de hoy
el maestro nos enseña
que en lo que vemos
nunca hay totalidad

Y el mundo se reparte
en miles
de pequeños pedazos,
trocitos de visión,
instantes luminosos,
parpadeos

Estar parada y ver
se vuelve
un asunto distinto

Entro de su mano
al tiempo y al espacio
por un camino nuevo.
Una puerta inesperada
que se abre
mientras a mis espaldas
voy sintiendo
ese suave cerrar
de otras. Es
la vida,

y poder
salir serenos
por cada puerta hasta la última
sea quizás
el verdadero desafío

Por eso yo celebro
que hoy por hoy mi maestro
esté abriéndome una puerta
y me hable tan bellamente
del cristalino
y su soledad
ante las cosas

Ahora creo que puedo
ver con otros ojos
una vez más
cómo la forma es intocable
y su misterio
crece ante mí
como un capullo
que no ha de abrirse
hasta después

¿La encontraremos
por fin
en otra parte?
¿Nos esperará
completa y sonriente
y de una vez
seremos recibidos?

Ahí el maestro
se retira y sabiamente
nos suelta la mano.

A ese lugar
vamos solitos.
***
Lección

Sabernos ir,
dijo tu voz querida,
todo está ahí,
la clave del decoro
y la nobleza
ganada de una vida
se alcanza en ese gesto.

Cierre final
del círculo, encontrado
un poco de azar
y otro, por coherencia,
por hacerse
el ciego lazarillo
de sí mismo,
poniendo el corazón
al frente de los pasos.

Estas cosas se aprenden,
me dijiste,
en parte de los libros
sí, cuando la palabra
todavía es humana
y no ha perdido
su lustre tibieza,
pero más
te enseña la tenaz
partida de los otros.
Si se van
con dolor o con pericia,
no es lo que cuenta,
importa

ese último momento,
que sin decirse ocurre,
y dicho sonaría quizás
a: Sí, te dejo ahora
y no me quejo,
seguro hubiese
querido más,
qué hacerle,
no se pudo.

Entonces pasa,
justo ahí
se suelta el alma
como un barquito,
una pequeña
barca en aguas
que ni tan frías son
ni tan profundas como dicen.

Yo creo en todo esto,
dijo tu voz querida,
y de ahí tanto esfuerzo
por aprenderlo, tanto
apuro
por no apurarme: quiero
llegar a tiempo.
***
De El arte de silbar
(Bajo la luna, 2014)

Trato 

Ahora lo trato de vos al mundo.
Ahora que te hiciste el aire,
el viento de la mañana, la lluvia de ayer,
el color del cielo, la nube que no se cae.
Esas golondrinas en el techo
que cualquier día de estos
se van en una bandada azul, enorme.
Ahora que sos como el yuyito de las macetas,
pero si te arranco no importa, crecés de nuevo,
les hablo a todas las cosas como a vos
y cuando te encuentro
el mundo me parece más bueno.
**
El arte de silbar

Silbo y al rato un eco se desprende
y como si llegara alto, va y se queda
flotando en el aire.
Silbar no es de mujeres pero él
nos enseñaba a todos por igual,
mis hermanos y yo: silbar, nadar, pescar.
Después crecimos y recuerdo haber sentido
la soledad de ser una mujer
como quien marcha hacia el exilio.
Sobre todo del padre,
que en el sueño de anoche
se aparece de pronto en una ruta solitaria:
diferente y el mismo como siempre,
a la luz de los faros de un coche, dice:
hija, de la vida no se huye.
**
Afilada

No estoy lejos, estoy cerca,
pero me afilo
como un palito en la intemperie
y no me ven.
Desaparezco en la intemperie.
No me ve la tormenta
que se revuelca furiosa,
no me ve el rayo, no me acierta.
Soy un palito seco,
una ramita casi nada,
pero el sol me toca,
me lleva el agua flotando suave
y yo me hago lugar donde no hay lugar:
me voy con vos a ese mundo invisible,
y después volvemos en todas las cosas,
lo más tranquilos.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char