Tomada del blog |
(Buenos Aires, Argentina, 1970)
Nada tan arduo como cruzar este mapa, recorrido
repetido al infinito donde mi madre
todavía desespera cada tardanza y se esfuman
nombres y amigos. Tus hermanos
juegan simulacros de batalla, estrategias
de huida y camuflajes. Al tiempo
reclamarás precisiones, indicios
capaces de certificar tus fantasías
como eso: una mera fantasía más. Están los viajes
meses avanzando en auto la falta, están las mudanzas y papeles
sin nombre paterno. Nada más arduo que
el cruce de este viaje
lanzado a un espacio donde a veces
confiás en cierta clave que aparezca, alguna pauta
capaz de dar volumen o sentido
a tanto barullo inasible, casi viento
feroz de Comodoro y la obligación
imposible de atravesarlo. Al tiempo pedirás mapas
un entendimiento adulto o al menos
alguna teoría de la compensación. Todo
tanto más sencillo que admitir
la huida fue real, real el peligro
empujó y empujó al chevy siempre un poco
más allá: tu infancia fue esto
arduo –infinitamente arduo– el trabajo de cruzarla.
**
No despegan los misiles, no dibujan claros
centelleos por los aires: las batallas
se vuelven masacres
aunque otras. Crecemos en el miedo
como quien crece hacia adentro, en cierta
forma del aliento. Tal vez
mucho después mientas: no hay buenos ni malos
todos fantasmas
hasta que te cortan las manos. No
los misiles no despegan y la tierra
frente a la avidez de estos ojos se niega
y no logra estallar. Tan cerca
dicta la muerte sus sentencias
demasiado para que alguien afirme:
este cuerpo es mío, ésta
su retirada.
**
En el fin del mundo, el mundo
no termina. Ensenada, Bahía Inútil
Renegada. En el fin
el mundo
no deja de ser ni un segundo
aunque tu hermano, vos, la familia unida
pretendan renombrarlo. Agua del aire detenida
sobre el agua clara en la bahía: dos grises
en continuidad perfecta y sin
escisión posible. Hasta vos anhelarías eso
como instancia última. Tanta
belleza así visible donde acampa
al norte la tormenta y nada
tiene final. Cuando a Ushuaia vuelvas
serás una mujer en sus cuarenta, paradita ahí
frente a la calma, ahora hermana
de esa niña que fuiste y entendió cómo
aceptar qué cuestiones terminan, cuáles
no tienen fin.
**
Eco: gritás ¡Gerónimo! y el acantilado
devuelve amplificada
en escalofrío la voz. Eco de mí, mi eco
convoca una valentía que ha sido mía
no elegida: como ese cuerpo al borde
siempre de caerse y sin caer, porque sabe
la humanidad niña del precipicio desde ahí
decide y grita: ¡Gerónimo! Abajo el cañadón
lengas moradas como esta tarde
dando paso a la noche. Eco de vos, hermano
esta valentía niña no sabe
ya está caída, solita ahí en el borde
grita y grita.
**
Todo esto que viene después
es resto. Caminamos las aguas mansas de Rada Tilly
metros y metros mar adentro hasta alcanzar
cierta profundidad. Resto
estas olas transparentes y la altura
sobre los hombros del hermano mayor. Satisfecho
tu cuerpo es revoleado, cae y se sumerge. Nada importa
el terror anterior o los gritos
repetidos de la madre y la palabra perdedor. Ahora
los hermanos son un mismo titán
incontenibles luchan en un ring de espuma
y no hay ningún final. Si cerrás los ojos
todo aquello que viene después será restos,
extrañeza y restos.
De La III Guerra Mundial, Bajo la luna, 2014
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